Nuevas puertas: Fooding y bistronomía
“La palabra fooding prendió de inmediato en un público ávido de modernismo. Londres, Nueva York, Milán, Barcelona entraron en la ronda. Se pretende innovar sin atropellar, acercarse más al gran público”.
Podemos hablar de un retorno a lo tradicional con palabras llamativas, otros ropajes, convertir lo viejo en nuevo, así como el slow food volvió a las fuentes. La palabra fooding les hará, probablemente, pensar en feeling, una forma de sentir. Vendría a calificar la sensación del buen comer con recetas originales. El neologismo ha sido creado en 1999 por Alexandre Cammas y divulgado por Emmanuel Robin.
Podríamos hablar, repito, de una filosofía renovada, así como cuando Víctor Hugo al trastornar el modo de escribir “puso un gorro frigio al viejo diccionario”. Se sataniza lo solemne, lo protocolario, para exaltar la creatividad, llegando a veces a lo insólito con un chef trabajando a oscuras o con una cena donde está permitido comer con las manos.
Siempre consideré como lamentable esnobismo eso de comer con cuchillo y tenedor frutas frescas muy difíciles de atrapar con cubiertos, sabemos que la tarea es muy ardua cuando se trata de luchar con costillas en salsa barbacoa, razón por la que nos dan guantes de plástico o babero para las pastas italianas en salsa de tomate.
La palabra fooding prendió de inmediato en un público ávido de modernismo. Londres, Nueva York, Milán, Barcelona entraron en la ronda. Se pretende innovar sin atropellar, acercarse más al gran público, buscar, como lo hace el slowfood, alimentos sanos, ingredientes naturales, conjugar el buen gusto, el bienestar, el ambiente confortable, pues la decoración se vuelve tan importante como lo que hay en el plato.
La creatividad tiene que ir acompañada del sentimiento, puede mezclar sabores pintorescos o inesperados. La idea no es tan novedosa, pues Santiago Jarrín, en su restaurante La Gloria, puede ofrecernos helados de jengibre, pimienta negra, canela, mientras Pacari nos da el suculento chocolate con toque final de sal en grano. El fooding se lleva bien con la moda, el diseño: la única regla será la de no tener reglas, de no ser la estética del placer. Ya anclaron en las principales capitales “restaurantes fooding”.
Existe en internet y hasta un diario que permite conocer todas las novedades como por ejemplo las brochettes de omelette, se adopta la marinada asiática con soya, miel, semillas de sésamo. Como lo ven ustedes, no hay nada nuevo bajo el sol por más que se invente una nueva palabra. Mis abuelos practicaban el slowfood sin que existiera aún esta denominación.
La bistronomía es otro neologismo para anunciar un retorno a la informalidad del bistró donde reina la más grande convivialidad (como en la trattoria de los italianos). Los franceses usan la expresión a la bonne franquette (sin ceremonia). El patrón es el amigo infaltable, el personal de servicio evita la solemnidad, muestra una educación sin servilismo, conoce a los clientes fijos. Hay un acercamiento cálido del patrón a cada mesa.
Tampoco es novedad, pues conocemos lugares nuestros donde impera esta filosofía. Podemos recordar que así nació el llamado brunch, fusión de las palabras breakfast y lunch. La bistronomía impone espacios reducidos, precios muy cómodos. La fusión de un restaurante con un bistró vuelve a ser punto de interés. En este caso, Especias, nuevo sitio creado por Angélica en Plaza Lagos, nos está hablando de bistromanía o de bistronomía.
Nota: A los lectores interesados en los dátiles cosechados por Víctor Rosero, se lo puede contactar al 691-6200. No tiene dirección electrónica.