‘Abarajame’ en la perla
El Funka Fest no es un festival usual, tiene mucho potencial aún por explotar y mejorar. Es una bocanada necesaria de aire fresco a la oferta musical y artística de la perla del Pacífico; en cual, estamos acostumbrados a ir a Cuenca y a Quito, para oír buena música. Con el Funka, ellos vienen a Guayaquil.
Por segundo año consecutivo, el Funka Fest se instala en Guayaquil. Un festival hipster, de milenials para milenials. Un festival polifacético y con múltiples personalidades en cuanto a la música. Desde carpas con productos artesanales o de diseñadores independientes, a estands de comida. Había de todo. Mucha luz, mucha buena onda. Pero, sobre todo, música.
La noche comenzó con Espumita, que le metió una buena vibra. Una tocada relajada, sin pretensiones de grandeza, sino dejando ser al público. Para ser una banda que abrió la noche, estuvo perfecta. No se necesita conocerlos, ni saber el nombre de una sola de sus canciones para disfrutarlos. Mientras Espumita empujaba al público a comenzar a moverse un poco, se podía visitar varios spots con ofertas culturales: unas bestiales fotografías del quiteño Gonzalo Vargas (incluida una imponente calavera, tamaño XXL), una miniciudad en la obra Brutalismo, del artista Marlon de Azambuja, las melancólicas pero hermosas fotografías de Ricardo Bohórquez también dijeron presente; obras de teatro y muchas cosas más. Espero que los artistas hayan visto también su porción de la taquilla, a pesar de no estar en el escenario central del festival; se lo merecen.
Carla Morrison tiene una voz que enamora. No se sabe si le duele la piel o está feliz, pero su voz es un punto aparte. La banda que la acompañó estuvo de más. Con un buen ánimo, una buena sonrisa, agradeciendo al público y pidiendo por México, definitivamente era un cuadro para enmarcar. Su música te puede alegrar o deprimir, peor jamás dejarte indiferente. Pero rápidamente todo este ambiente se fue al demonio. Cortesía de La Máquina Camaleón. Una verdadera máquina de entretenimiento. Su energía hizo que todo el festival se despertara, que la atención finalmente se concentre en el escenario principal. Dios mío, que graben un disco en vivo, urgente. Su vocalista, Felipe, es la encarnación de la irreverencia y del goce en el escenario. Maneja al público a su antojo y la guitarra no se queda atrás.
Lo que se venía con Illya Kuryaki, se lo pudo ver desde su rueda de prensa: un ambiente distendido, casi familiar y con mucho buen humor, en el cual se rehusaron rotundamente a explicarme el significado de la palabra “abarajame”. No es una banda de rock, pero la rockeó de principio a fin. Mezclando hip-hop como base, agregándole funk, salsa, tecno y cualquier cosa que les guste o esté dentro del humor de los muy buena onda Illy Kuryaki and the Valderramas (IKV).
El Funka Fest cerró la noche con ellos, a lo grande. Dante y Emanuel son un dúo que se maneja en el escenario, cada uno en su propia banda, un Luis Capurro y el otro un Ulises de la Cruz. Abrieron con sus hits de fin de siglo, cargados de un funk que puso a todos a menearla.
Ya casi al final, hicieron que todos coreen Coolo, metiendo un poco de salsa para darle condimento a lo que parecía ser lo más alto de la noche. Hubo tiempo aún para Remisero. Pero al final, coreada por el público, se presentó Abarajame. Todos se sabían la letra (mix de un castellano argento-mexicano) de principio a fin, lo cual se demostró al final cuando IKV invitó al público a que terminara junto a ellos.
Lastimosamente no pude ir el segundo día, pero seguro estuvo bueno a pesar de que no era mi onda. Pero esa es el alma del Funka, que hay de todo para todos y que nadie se resienta.
Si bien, muchos de los que salen en esta facha no son artistas, por lo menos tienen el alma llena de arte y se visten como tal. Hay de todo. Así fue el Funka Fest, que parecía una competencia por quien era el más interesante, hasta en sus apodos.