Cate Blanchett: Elegancia natural en Carol
En Carol, el vestuario de la actriz australiana habla más que sus palabras. Es por ello que los glamurosos vestidos han nominado al Óscar a la diseñadora Sandy Powell.
Parece natural que al hablar de Hollywood, cine, pasarela roja, uno deba referirse al glamur de las celebridades. De las actrices especialmente, como Audrey Hepburn, Greta Garbo, Ingrid Bergman..., es un término más aplicados a ellas en revistas, televisión, internet.
En todo caso, es una noción que muchas veces construimos a partir de un vestuario impecable, cortado y cosido a la medida, maquillaje y peinados perfectamente estructurados, accesorios que deslumbran... Seguramente, muchos coincidimos en que una estrella con estos atributos por lo tanto es glamurosa.
Si fuera así de fácil, entonces cualquier famoso, siguiendo esas pautas, sería glamuroso. Y los no famosos, también. Pero lamentablemente no todos poseen esa característica a simple vista.
Porque lejos del ruido que provoque la apariencia de una actriz o actor (y los detalles de su vida), ser glamuroso es poseer un encanto que se proyecta más allá de la imagen (es su complemento), sino además desde los gestos, posturas y expresiones. Es exudar una sensualidad que se convierte en una elegancia hipnótica hasta en las situaciones más simples como abrir la puerta del carro, tomar agua o cruzar la calle. Como decían Diana Vreeland y Óscar de la Renta: el glamur está en la mente. Si está allí, el resto vendrá por sí solo.
El glamur de Carol
Este resplandor enigmático, difícil de describir, brilla en Cate Blanchett y en su personaje en la película Carol. Su interpretación de una mujer estilizada de 1952, infeliz en su matrimonio por esconder su homosexualidad, aspira a conseguir el Óscar a mejor actriz. Sería su tercer galardón, después de Blue Jasmine (2013) y El aviador (2004).
En la cinta se otorga un especial énfasis a la vestimenta como un lenguaje más entre Blanchett y Rooney Mara (nominada como mejor actriz secundaria). Tanto así que la vestuarista británica Sandy Powell espera llevarse una estatuilla dorada por su diseño de vestuario.
La inspiración de los trajes de esta película vino de fotografías de la calle y de revistas de moda capturadas en Nueva York de los 50. Carol es un figurín de Vogue y Harper's Bazaar de los mismos meses en que se filmó la historia: invierno a finales de 1952 e inicios de 1953. En cambio “Therese (Mara) no es un personaje tan ‘fashion’, para ella busqué fotos de gente real, mujeres jóvenes y artistas en las calles”, explica Powell.
Estos detalles también tratan de recordar el ambiente de la época: “Nueva York como una vieja capital europea tratando de recuperarse tras la Segunda Guerra Mundial, en vez de la metrópolis boyante que floreció en los años posteriores en la misma década”. En vista de esa visión histórica, Powell escogió colores sobrios y llanos aferrados a la década anterior.
Powell añade: “Carol es particularmente interesante, es de 1952, no son los años cincuenta que la gente piensa, ya que todavía se ven como los cuarenta. Es un periodo de transición”. Por esa razón, los vestidos no son completamente ajustados en cinturas de avispa, sino un poco sueltos, pero respetando el estándar de la figura femenina de ese tiempo.
“La manera en que presentamos mi silueta fue algo que Sandy y yo discutimos bastante”, agrega Blanchett. Para recrear la figura de reloj de arena, Powell jugó con la ropa interior: “La silueta natural de Cate no es así, tampoco tiene el busto ‘puntiagudo’ como era la tendencia. Acolchamos las chaquetas a la altura de la cadera para dar la impresión de cintura más pequeña y conseguimos brasieres que lograron el efecto que queríamos”.
Asimismo, los accesorios escogidos debían reflejar el estatus social de Carol. “Quería que Carol fuera un personaje discreto, pero a la moda, lo suficiente para impresionar a Therese”. Así, en su armario se destacan los guantes formales para el día, que adquieren un papel importante en la trama.
Gracias a estas precisiones, los personajes se sienten más creíbles para la audiencia y para ellos mismos. “Es un proceso tan profundo y formativo para nuestros roles de lo que el público cree. Las fajas, los soportes del traje, las medias y los zapatos de tacón afectan la forma en que te mueves, la manera en que tu cuerpo se siente en el espacio”, defiende Blanchett.
Igualmente la actriz austrialiana, que disputa su tercer Óscar, y Powell conversaron sobre cómo introducir las escenas que sugieren la atracción física entre Carol y Therese. “Nos preguntábamos (recuerda Blanchett) ‘¿cuál es la parte más erótica del cuerpo?’ Seguimos diciendo que las muñecas son muy eróticas. El cuello. Los tobillos”. Bajo esa línea seleccionaron el vestido que Carol viste cuando Therese va a su casa por primera vez.
Dos oportunidades para el cuarto
Sandy Powell es uno de los talentos creativos más reconocidos y respetados de la industria. Su primera experiencia como vestuarista fue con los bailarines y coreógrafos Lindsay Kemp y Lea Anderson MBE, después de graduarse de la Escuela de Arte de San Martín.
Es colaboradora habitual del director Martin Scorsese y ya ha ganado el premio de la Academia tres veces con los vestuarios que diseñó para La joven Victoria (2009), El aviador (2004) y Shakespeare enamorado (1998).
Su última contribución, previo a Carol, ocurrió en Cenicienta, película para Disney dirigida por Kenneth Brannagh, en la cual coincidencialmente, vistió a Cate Blanchett como la madrastra de Cenicienta. Es su segunda posibilidad de obtener la estatuilla dorada, pues los trajes de este filme le han sumado otra nominación este año.
Otras cintas donde se puede reconocer su vestimenta son: Hugo, Pandillas de Nueva York, Infiltrados, La isla siniestra, El lobo de Wall Street, Entrevista con el vampiro, entre otras. También ha colaborado en otros filmes de Todd Haynes, director de Carol, como Velvet Goldmine (por el cual recibió una nominación al Óscar) y Lejos del cielo (su primer trabajo con Haynes).
“Es emocionante pero raro. No quisiera competir conmigo misma, pero sí es increíble ver que dos proyectos diferentes hayan sido nominados al mismo tiempo”, expresó la diseñadora sobre su doble nominación al New York Times. (G.Q.) (I)
Más glamurosas
Dos actrices del cine clásico son ejemplos de glamur inmortal: Greta Garbo, la ‘divina’ los 30, y Audrey Hepburn, reina de los 50 y 60. De Greta se decía que “nunca reía”, tal vez por su talento inclinado al drama. O era parte de su incomprendida personalidad. Ramón Navarro, su pareja en Mata Hari (1931) dijo de ella: “Es todo lo que uno podría soñar. Además de hermosa, es seductora, misteriosa, con una lejanía que sólo los hombres comprenden, porque es una cualidad que usualmente sólo se encuentra en ellos”. Era la musa del diseñador de zapatos Ferragamo y se dice que Marilyn Monroe imitó su forma de maquillarse los ojos.
Audrey es dueña de un estilo clásico, elegante y personal que muchas quieren imitar. Aunque vestía de Givenchy, es conocido que ella no pretendía convertirse en un ícono de moda. Es admirada en todo el mundo por su naturalidad, que nunca ostentaba de sus joyas ni vestuario y su carácter altruista reflejado en las obras sociales que impulsó con varios entes, como Unicef.