¿Cuándo es necesaria la terapia conyugal?
La respuesta ideal sería “nunca”, en un matrimonio bien llevado. Pero se podría argumentar que un matrimonio es bien llevado justamente porque han seguido alguna clase de terapia conyugal (y no necesariamente a través de un consejero; muchas veces el proponerse alcanzar metas y resolver problemas en la relación requiere de voluntad, comunicación sincera, sentido común y amor, con o sin la intervención de un profesional). Lógicamente en un considerable porcentaje de matrimonios, por una u otra razón, se producen brechas que el tiempo y la indiferencia o despreocupación se encargan de ensanchar, y un buen día los cónyuges pueden amanecer en orillas opuestas de un río que ninguno de los dos quiere cruzar. Al darse cuenta de que sus diferencias son mucho mayores que sus afinidades, muchas parejas pueden decidir terminar el matrimonio; otras, en menor proporción, optarán por buscar ayuda.
Dependiendo del grado del daño causado a la relación, y de la voluntad de ambos para recuperar la calidad que una vez esta tuvo, la terapia conyugal tendrá posibilidad de éxito. Y la clave es la intervención temprana; mientras más pronto se analice y resuelva, más pronto se recuperará el equilibrio. Es como en una herida física; no es lo mismo atenderla cuando es reciente que cuando empiece a gangrenarse. Por esto conviene darle importancia a cambios en el comportamiento del uno o del otro, por sutiles que sean, que pueden significar el comienzo de un desvío del camino central, como podrían ser el dejar de saludarse afectuosamente si esa era la costumbre, o negarse a discutir temas que son importantes para el otro, o al discutir insistir en tener siempre la razón, o estar siempre a la defensiva, o comenzar a desarrollar intereses o frecuentar amistades por su cuenta. Síntomas más serios son burlarse de la pareja, o humillarla (peor si es en público), sentir un persistente resentimiento, sentirse aliviado cuando la pareja está ausente, o sentirse inclinado a buscar amistades del pasado vía redes sociales. Cuando la situación llega a este nivel hay que considerar que las alarmas están sonando porque la estabilidad matrimonial ha entrado en emergencia.