De la cuna… a la cama doble

Por Ángela Marulanda
22 de Abril de 2012

Cada vez hay un mayor número de niños que literalmente pasan de la cuna a la cama doble… pero no porque se casen muy jóvenes sino porque desde pequeños duermen en una cama matrimonial.  Es más, ahora muchos de ellos no solo no tienen que compartir nada con sus hermanos sino que cada cual tiene su propia “suite” con baño, clósets y vestier propio, y por supuesto con televisor, computadora y toda suerte de artefactos electrónicos para uso y entretención personal.

Lo triste es que cada vez es más común que las familias tengan una vivienda muy cómoda, en la que tanto padres como hijos viven … pero poco conviven ya que cada cual tiene, además, sus propios amigos, su propia red social y su propio espacio virtual, y no tienen que ver el uno con el otro.  Y así no aprenden a convivir ni a tejer lazos afectivos sólidos con sus familiares, porque poco se ven, poco se hablan… nunca se encuentran. Tener muy pocas cosas en común con sus hermanos puede ser agradable para los niños pero muy poco formativo porque, aunque desde pequeños dominan la tecnología y andan conectados con el mundo entero, casi no interactúan con sus familiares.

Cada vez parece haber más familias que tienen una buena vivienda pero no un hogar, si por tal entendemos un espacio físico y afectivo en el que compartimos mucho más que un techo. Ese lugar a donde los niños aprenden a convivir, es decir, a esperar turnos, a negociar, a lograr acuerdos, a respetar diferencias, y a quererse mutuamente.  Esto va a ser un pésimo entrenamiento para su vida afectiva porque va a ser muy difícil que puedan adaptarse a la convivencia a que los obliga el matrimonio cuando formen su propio hogar.  Para que puedan hacerlo tienen que haber crecido en un hogar  donde todos se escuchen, se encuentren, se conozcan, compartan y sientan que son valorados, acogidos, importantes y amados, es decir, que son parte importante de una familia real y no virtual.
angela@angelamarulanda.com

 

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