“Dime cómo vistes y te diré quién eres”
Es un principio básico de las relaciones sociales que nuestra apariencia influye decisivamente en la impresión que damos a los demás, y por ende en su actitud hacia nosotros. Esto significa que la forma en que lucimos es nuestra carta de presentación ante la gente, pues esta establece quiénes somos y qué hacemos.
Con cierta frecuencia, las vestimentas de las jóvenes son ahora tan atrevidas que están presentándolas como ‘mujeres fáciles’, cuando no lo son. Parece que la moda juvenil se guía hoy por el exhibicionismo que promueve la publicidad al presentar continuamente mujeres semidesnudas para atraer el interés del público.
No es de sorprender que la cultura consumista use y explote a la mujer para promover sus negocios y que aproveche el deseo de las niñas de ser atractivas para animarlas a exhibirse. Pero sí sorprende que los padres estemos permitiendo que las ellas vistan así.
Es urgente evitar que los deseos de popularidad y la necesidad de gustar de las niñas haga que se expongan como mercancía sexual, porque así serán tratadas. Vestidas en forma tan atrevida serán más “seductoras”, es decir, “capaces de persuadir sutilmente al mal” (definición del Diccionario de la Real Academia Española), pero no más bellas ni mejores personas.
Como padres tenemos que defender a nuestras hijas contra la manipulación de las industrias que se lucran explotándolas, contra el acoso de quienes las usan para divertirse y contra una moda que expone su intimidad y las predispone al abuso. Ayudémoslas a liberarse a base de conquistar la plenitud de sus derechos y el reconocimiento de que son mucho más que una figura seductora. Hagámosles ver que su cuerpo es ante todo la expresión física de sus grandes dotes naturales, de la calidad de su corazón y de su abundante belleza interior. (O)