El ADHD en la vida matrimonial
Generalmente se piensa que el déficit de atención con hiperactividad (ADHD) es propio de un sector de la población infanto-juvenil, que tiene su mayor incidencia en la edad escolar, y que eventualmente será neutralizado por la vida adulta. Es evidente que los signos más groseros de dicha condición (impulsividad, conducta desafiante, torpeza social, baja concentración...) se atenúan con la madurez biológica y la creciente habilidad del joven adulto para adaptarse a las nuevas exigencias de su realidad.
Pero la naturaleza del problema no ha desaparecido: lo que ha cambiado es el escenario. Ya no hay tareas escolares incumplidas, pero se olvida de pagar el teléfono, o de recoger al esposo/a, o se involucra en dos o tres proyectos y no completa uno. También, muy frecuentemente, se le pierden las cosas, o no recuerda dónde las dejó, y el manejo del dinero es una gran complicación. La vida con esta persona puede producir momentos frustrantes, sobre todo cuando su pareja le exige un cambio de comportamiento sin analizar el origen del problema. Él/ella, por su parte, puede interpretar esta actitud como una falta de solidaridad y de sensibilidad, ya que sus acciones no son malintencionadas.
Es un problema que no tiene solución definitiva, pero se puede hacer mucho en un matrimonio para atenuar sus efectos. El paso crucial debe darlo la pareja de la persona afectada, elevando su umbral de tolerancia a la frustración y actuando más flexiblemente, mirando el “cuadro grande”, más allá de cada hecho en sí. Cada actuación acertada debe ser apreciada y gratificada, sin llegar a adoptar una actitud paternalista: la persona con ADHD no es discapacitada. Esta actitud será reconocida por dicha persona, quien debe esforzarse en cumplir con sus propósitos (en lo posible un proyecto a la vez), elaborar listas cortas de cosas que hacer en el día (y realizarlas ese día), compartir decisiones, trabajar en el control de la impulsividad y estimular la memoria a corto plazo (no olvidar lo que prometió ayer).
La clave está en trabajar juntos, sintiéndose como un equipo (el matrimonio lo es), esforzándose cada uno en hacer bien su parte y felicitarse por cada prueba superada. Los eventuales tropiezos irán quedando en segundo o tercer plano.