Entre dos fuegos: la vida del adolescente
Es irónico que siendo la adolescencia el periodo más importante en la preparación de una persona para hacerle frente a la vida, sea esta la etapa de más vulnerabilidad justamente ante las influencias que podrían oscurecer su futuro. Casi nadie recorre este camino sin haber sufrido alguna crisis, pequeña o grande. Estas se dan por su falta de adaptación a las nuevas exigencias de orden social, emocional, sexual y afectivo que la vida y la sociedad les pone por delante y para las cuales ninguno nació preparado.
El adolescente gradualmente se va dando cuenta de que está en medio de dos grandes influencias: la de su núcleo familiar con las tradiciones y convencionalismos que sus padres desean fortificar, y la de su grupo social, lleno de la liberalidad nacida de la progresiva independencia, de su desarrollo intelectual y de la necesidad de identificación con los símbolos de la edad, como la música, la forma de vestirse y peinarse, la fascinación con los personajes del mundo artístico y deportivo (¿y delictivo?), y por extensión sus excesos –drogas, sexo, tatuajes, mutilaciones, etcétera–. Es una lucha desigual porque el joven no es un espectador imparcial: todo lo que ve en este nuevo mundo le atrae por natural curiosidad y porque quiere estar “in” al precio que sea (no hay ser más infeliz que un adolescente que se siente marginado). La instantánea y global influencia de las redes sociales actualizan continuamente el estatus de la gente que admira, acentuando todavía más la necesidad de identificación.
¿Qué puede hacer un padre para ayudar a un hijo a manejarse frente a estas influencias? La primera línea de acción es reforzar o recuperar la comunicación y con paciencia guiarlo a considerar las alternativas más saludables (el castigo o amenazas no funcionarán). En ciertos casos se necesitará asistencia profesional. Lo ideal es adelantarse a los hechos y establecer un buen nivel de diálogo desde la pubertad, basado en la confianza y respeto mutuos, e ir anticipando los eventos, positivos y perjudiciales, que estarán esperándolo cuando le llegue la edad. El joven deberá sentirse seguro de contar con el apoyo de sus padres, ya que ellos también fueron adolescentes y tienen una historia de supervivencia que compartir.