La permisividad tiene un precio alto
Me sorprende ver la cantidad de concesiones que hoy se les dan a los hijos, a pesar de las consecuencias tan serias que pueden traerles. Me refiero, por ejemplo, a que se les permita a los adolescentes que se vayan solos con sus amigos a pasar el fin de semana en una finca o a la playa, a parrandear y tomar todo el trago que quieran... sin adultos que los controlen; que las niñas se vayan de viaje solas con sus novios o los inviten a dormir en su casa porque “como de todas maneras lo van a hacer, prefiero que no sea a escondidas”; que les compren una cédula de identidad falsificada a sus hijos menores de edad para que puedan manejar un carro, tomar trago o ir a lugares y espectáculos exclusivos para adultos; que les permitan que compren o les sirvan alcohol en sus fiestas desde los 12 o 13 años, sabiendo que es ilegal y dañino, so disculpa de que “si no hay trago, nadie viene”.
Creo que la principal razón por la que los padres permiten esas locuras es porque olvidan que “el mañana se construye hoy”, ni se percatan de lo que les están enseñando a sus hijos: que está bien hacer trampas, engañar a las autoridades o arriesgarse a arruinar su vida para divertirse. Lo grave es que así están poniendo su salud y su integridad en peligro, quizás pensando que “juventud no hay sino una”, pero olvidando que vida también solo hay una.
A mi juicio, el principal motivo para que los padres sean tan permisivos es el miedo a que sus hijos lo hagan a escondidas, a que sean los únicos que no participan en lo mismo que todos y los excluyan del grupo; o a que los vean como padres anticuados o puritanos y se dañe su amistad con ellos.
En un mundo permisivo y que le ofrece a los jóvenes muchas más ventajas, pero también más peligros y tentaciones, los padres tenemos que nadar contra la corriente para poder criar a los hijos como personas sanas e íntegras en un momento histórico en que obrar bien a menudo se ve mal. Esto nos exigirá mucha fortaleza y nos traerá serios conflictos, pero nada será peor que los sufrimientos que enfrentaremos si no nos percatamos de que los privilegios tan perjudiciales que les estamos dando sirven para que los niños la pasen bien... pero que puede ser al precio de que acaben mal.