No es un juego… es una infamia
A raíz de que otra niña de 12 años optó por suicidarse en el estado de la Florida debido al matoneo a que la sometieron dos compañeras de colegio, me invitaron a una entrevista radial y lo primero que me preguntaron fue: “¿Si usted fuera la madre de una de las niñas, preferiría que su hija fuera la que se quitó la vida o la que la llevó a matarse?”.
Aunque no quisiera ni contemplar tener que vivir esta tragedia, sin ninguna duda yo preferiría que mi hija fuera la víctima y no la canalla que la torturó. No sé si podría superar la pena que significa el suicidio de una hija, pero sí sé que para mí sería más doloroso que ella fuera la victimaria porque esto significaría que mi hija era una niña perversa.
Es muy triste que los niños que son víctimas de la crueldad de sus compañeros lleguen a tal desesperación que se suiciden y que sus crímenes queden impunes porque no hay pruebas para procesar al victimario. Pero en esta ocasión la líder de esta infamia fue arrestada porque se incriminó al escribir en su Facebook: “Yo sé que atormenté a Rebeca y que por eso se suicidó… pero me importa un bledo”. Qué tétrica evidencia de la perversidad a que pueden llegar algunos niños hoy, gracias a que crecen en una cultura mediática en la que se glorifica la perversidad, la maldad y la violencia.
Es difícil de creer que hoy haya tantos niños tan despiadados que se diviertan torturando a los más vulnerables, a tal punto que varios prefieran morir que vivir.
Martirizar por gusto a un compañero no es un “juego”, es un acto infame que destroza la vida de muchos niños porque acaba con su confianza en los demás y su fe en la amistad. Además, es una canallada que rompe el corazón de los padres, destroza la familia de la víctima, lesiona la moral del colegio y arruina la confianza de los hijos en los demás. Por eso debe sancionarse con toda la severidad que merece un crimen que destruye no una sino muchas vidas.
De tal manera que, si queremos un mundo mejor, es urgente que los padres nos centremos no solo en criar hijos inteligentes, capaces y exitosos, sino ante todo personas íntegras y de buen corazón.