¿Sembramos lo que queremos cosechar?
Lo único que sabemos a ciencia cierta sobre la vida es que se acaba... y más rápido de lo que pensamos. Por eso debemos cerciorarnos de que en nuestro paso por el mundo estamos sembrando lo que queremos cosechar. Así, lo que debemos preguntarnos es... ¿qué estamos cultivando en nuestro hogar? Les estamos dando a los hijos una buena educación, ¿pero estamos seguros de darles una buena formación? Les estamos enseñando buenos modales, ¿pero también inculcando sólidos principios morales?
Creo que nuestro mayor error hoy es que les damos a los hijos mucho de lo que quieren, pero poco de lo que necesitan. Como llenamos sus habitaciones de aparatos y juguetes, ninguno quiere conversar ni colaborar o compartir con la familia. Y por eso ahora muchos hogares parecen realmente hoteles, donde cada uno tiene sus propias cosas, donde todos entran, reniegan, gritan, exigen... y se encierran en “su espacio”. Donde cada cual está en lo suyo, pero nadie está con el otro ni sabe qué le pasa, qué siente o qué le falta al otro. Pero todos viven reclamando derechos... que me den, que me lleven, que me sirvan, que me dejen en paz... pero poco saben de deberes.
Como resultado, las nuevas generaciones saben exigir mucho y agradecer poco... porque al complacerlas tanto las convencimos de que al mundo vinieron a tener y no a contribuir. Son las primeros que crecieron en familias donde tienen muchos más privilegios que obligaciones. Y poca presencia de papá y mamá, porque ambos tenemos que trabajar mucho para pagar todo y no tenemos tiempo ni fuerzas para estar con los hijos.
Lo triste es que en un mundo en el que todo el mundo pide, pide y pide... siempre hay escasez y, por ende, inconformidad y malestar. Y por eso no me sorprende que cada vez haya más niños inconformes, más adolescentes deprimidos, más hogares desintegrados y más problemas familiares y sociales.
Como el hogar es el huerto donde se siembra la vida, se cultiva el corazón y se cosecha el amor, por eso es allí donde se cultiva el buen corazón de los hijos y se fomenta el altruismo que los anima a contribuir y no solo a demandar lo que no necesitan ni merecen.
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