Valorar a los hijos para que se valoren
Las aspiraciones de la mayoría de los padres hoy van más allá de evitar que sus hijos no vayan a caer en la droga, ser delincuentes o sufrir algún descalabro. Procuramos que nuestros hijos tengan todo lo necesario para ser felices: buena autoestima, alto sentido de responsabilidad personal y social, buenas relaciones, éxito en sus estudios y en su profesión… Todas aquellas condiciones que contribuyan a su felicidad. Hay suficiente evidencia para asegurar que una autoestima positiva es clave para este propósito.
Tener una autoestima positiva se traduce en satisfacción con lo que somos, independientemente de lo que seamos capaces de hacer. Quienes tienen un buen concepto de sí mismos se respetan y se valoran como son, tienen confianza en sus opiniones, reconocen sus fortalezas y cualidades, por lo que se sienten dignos de ser amados. Además, son capaces de reconocer sus imperfecciones porque la seguridad que les da su aprecio de sí mismos les permite saber que sus limitaciones no les restan valor. Lamentablemente, la autoestima se ha malentendido y sobreutilizado. Una persona con buena autoestima se valora por la satisfacción de percibirse capaz de contribuir positivamente al bienestar del mundo que lo rodea.
Como resultado de dar más diversiones y oportunidades de las que se merecen los hijos, se está fomentando el narcisismo, convirtiéndolos en indolentes e individualistas, que piensan ante todo en sí mismos y anteponen su beneficio individual sobre los demás. Y se está perjudicando el cultivo de su buen corazón e impidiendo que desarrollen fortalezas que les permitirán crecer y gozar de sentirse útiles y virtuosos.
Tenemos el poder de promover en nuestros hijos la calidad humana que les permita desarrollarse como adultos bondadosos y correctos, capaces de hacer importantes aportes. Tratar a un hijo de manera que aprecie sus atributos es un legado invaluable, y ayudarlo a valorar sus cualidades es lo mejor que podemos ofrecerles. (O)
