Adultos en las aulas

02 de Diciembre de 2012
Sheyla Mosquera de Calderón

Hay personas que no pudieron aprovechar su juventud para ir a la universidad, pero algunas han decidido retomar los estudios como parte de su realización personal o para aspirar a un mejor puesto de trabajo o ascenso.

Para estudiar no hay edad. De hecho se lo puede comprobar en algunas universidades de Guayaquil, al observar que en las aulas no solo hay estudiantes jóvenes, sino adultos mayores.

La magíster Mónica Llanos de Mora, psicóloga de Bienestar Estudiantil de la Universidad Ecotec, dice que la razón principal por la que algunos estudiantes mayores asisten a clases es la realización personal. Además, porque en esta etapa tienen más tiempo disponible, poseen más sabiduría y ven el mundo desde otra perspectiva. Incluso, muchos aprovechan esa edad para cumplir sus anhelos académicos o profesionales, que por diferentes motivos no consiguieron en el tiempo deseado.

Sin embargo, Llanos aclara que ellos son la excepción, porque la mayoría se rehúsa a asistir a la universidad, no porque se sientan incapaces de aprender , sino por los prejuicios sociales.

Para el abogado Otto Cevallos, vicerrector académico de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte de Guayaquil, existe la idea equivocada de que las neuronas –células del cerebro– de los adultos mayores ya no les funcionan o las tienen gastadas. “Pero no es así”, asegura.

Ellos, explica, tienen todo el derecho y la capacidad para estudiar a la edad que sea. Por eso, desde hace más de 25 años por la Universidad Laica transitan estudiantes de entre 30 y 56 años, quienes durante el día trabajan.

Sin embargo, anota Cevallos, el actual número de alumnos de edad avanzada es reducido, solo cuatro: dos en arquitectura, de 53 años; otro en jurisprudencia, de 52; y el último, en ingeniería civil, de 49.

“Son estudiantes que llegan a la universidad con intenciones muy claras: ser ejemplo para los hijos, profesionalizarse y lograr un ascenso o una mejor remuneración en sus trabajos”, menciona.

El asesor del Vicerrectorado Académico de la Universidad de Guayaquil, Víctor Ballesteros, indica que el 99% de los estudiantes son jóvenes y el 1% son adultos mayores. Ellos están en las aulas de filosofía, comunicación social y en otras unidades académicas.

Añade que desde hace tres años se ha elevado el número de alumnos que sobrepasan los 65 años. Muchos asisten a los programas de posgrados para obtener una maestría, y están inscritos en las áreas de diseño curricular, que tiene unos 22 paralelos. Ellos son profesores universitarios, de educación básica y de bachillerato. También están en docencia superior e investigación.

La vicerrectora académica de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG), María Cecilia Loor de Tamariz, señala que en esa institución hay al menos 73 alumnos de 50 años en adelante en las carreras presenciales, entre los cuales el mayor número atiende la carrera de Administración de Ventas (Facultad de Especialidades Empresariales). Mientras que en el sistema de Educación a Distancia (SED) hay 123 estudiantes de 46 años en adelante, de estos 54 tienen 60 años o más. La mayoría, en Derecho y Administración de Ventas.

“La UCSG tiene implementado un programa muy importante de capacitaciones para el adulto mayor, como formación no reglada. Además, reciben cursos variados, charlas y diversas actividades a lo largo del año”, explica Loor.

Jóvenes vs. adultos

Llanos de Mora asegura que la diferencia de edades dentro del aula universitaria juega un papel muy importante, ya que existe la llamada brecha generacional. Esto porque los intereses y comportamientos suelen ser opuestos.

Tal situación ocasiona, dice, que los adultos suelan ser menos tolerantes al comportamiento de los jóvenes, sobre todo de aquellos que recién inician la vida universitaria, y que por lo general son inmaduros y no toman sus estudios con la seriedad y responsabilidad que se requiere.

“Si los adultos mayores se integran en grupos en los cuales hay más adultos que adolescentes, el efecto puede ser contrario, es decir, sentirse a gusto y motivados”, refiere el experto.

Ballesteros añade que el adulto mayor en la Universidad de Guayaquil ayuda mucho al más joven, que fluctúa entre los 18 a 25 años, porque este se forma con el ejemplo y, sobre todo, porque el actual proceso de aprendizaje motiva la intervención de los estudiantes.

“En casi todas las aulas el profesor ya no es el sabelotodo, el rey de la clase o el único que sabe. Nuestro paradigma del aprendizaje es que todos aprendemos, y en este proceso se generan niveles de discusión, en los que se aplica mucha madurez. Además, el criterio con que discute el adulto mayor es muy superior al de los alumnos de corta edad”, afirma.

Disciplinados y metódicos

Llanos de Mora refiere que los adultos mayores suelen ser buenos estudiantes. Son más disciplinados y metódicos en sus estudios, responsables, dedican más tiempo e interés que alguien más joven; y precisamente por las dificultades de aprender en forma ágil se preocupan de investigar, profundizar, preguntar y ejercitarse mucho más, sin confiar en su memoria o improvisación, como lo haría un joven.

“Lo que sí cambia es el ritmo de aprendizaje, ya que hay ciertas habilidades mentales que se van perdiendo, como la agilidad mental o la memoria. Pero el tener un objetivo en la vida, un esfuerzo que realizar y tiempo de actividad, ayuda mucho a su estado de salud mental y emocional”.

Por último, agrega, estudiar para un adulto mayor puede constituirse en una actividad gratificante que igual requiere de un proceso de adaptación. “Quizá para ellos se debería preparar o adaptar mallas curriculares más condensadas y con contenidos esenciales, que requieran menos profundización y tiempo”, concluye.

Testimonios

Víctor Hugo Guzmán Mindiola
Un futuro arquitecto

“Me gradué de bachiller hace 30 años en el colegio Francisco Huerta Rendón y por hacer trabajos de gigantografía o señalizaciones como mi padre, no estudié en la universidad cuando era joven”, dice Víctor Hugo Guzmán Mindiola, de 53 años.

Pero su padre, Eduardo, de 82 años y amante de las bellas artes, le dijo: “Nunca es tarde para aprender”. Por eso decidió matricularse en la Universidad Laica Vicente Rocafuerte de Guayaquil. Actualmente cursa el tercer año de Arquitectura.

“Yo temía volver a las aulas a estudiar de nuevo Matemáticas o Geometría Analítica, pero leyendo me acordé”, asegura Guzmán, quien ora a Dios para conseguir trabajo como residente de obra y para que le dé sabiduría para crear buenos proyectos.

 

Letty Monard Dávalos
Tres años premiada

“Tras sufrir cáncer de mama entendí que tenía una nueva oportunidad de vida y que debía aprovecharla”. Esta frase es de Letty Monard, de 56 años, quien decidió, en el 2009, estudiar la carrera Desarrollo Comunitario Ambiental en la Universidad Estatal de Guayaquil.

“Lloré en el curso preuniversitario, porque nunca había estudiado Química y Biología, pero mi hijo menor Miguel Ángel Flores (24) me dijo: ¡Tú sí puedes!”, cuenta Letty, quien recibió por tercera vez la medalla Filantrópica del Guayas por ser la mejor alumna de la Facultad y fue premiada tres veces por la Universidad de Guayaquil por sus excelentes notas. “Después de graduarme ojalá opte por un trabajo comunitario ambiental”.

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