Trampas de la búsqueda: Mitos cotidianos
“Mucho cuidado: a menudo más vale pedir a Dios que guíe las manos de un médico, que intentar curarse uno mismo”.
Al mismo tiempo que la gente está empezando a ocuparse de las cosas del espíritu, sucede otro fenómeno: la intolerancia con la búsqueda espiritual de los demás. Todos los días recibo revistas, mensajes electrónicos, cartas y panfletos que intentan demostrar que tal camino es mejor que aquel otro, y que contienen una serie de reglas para conseguir “la iluminación”. En virtud del volumen creciente de este tipo de correos, decidí escribir sobre lo que considero los peligros de dicha búsqueda.
Mito 1: La mente puede curarlo todo. Esto no es cierto, y lo ilustro. Una amiga profundamente implicada en la búsqueda espiritual, comenzó a tener fiebre y a encontrarse muy mal. Durante toda la noche intentó recrear su cuerpo, con ayuda de todas las técnicas que conocía, con el fin de curarse únicamente con el poder del pensamiento. Al día siguiente sus hijos, preocupados, le pidieron que fuese al médico, pero se negaba, alegando que estaba “purificando” su espíritu.
Al final, accedió a ir a un hospital donde le diagnosticaron apendicitis. Mucho cuidado: a menudo más vale pedir a Dios que guíe las manos de un médico, que curarse uno mismo.
Mito 2: La carne roja nos aleja de la luz divina. Es evidente que si uno profesa una determinada religión tendrá que respetar las reglas establecidas. Judíos y musulmanes, por ejemplo, en una práctica que forma parte de su fe, no comen carne de cerdo. Sin embargo, nos está invadiendo una ola de “purificación” por vía de la comida: los vegetarianos radicales consideran a los que comen carne responsables del asesinato de animales. Pero, ¿acaso las plantas no son también seres vivos? La naturaleza es un constante ciclo de vida y muerte, y un día seremos nosotros los que alimentaremos la tierra. Si no hay nada que prohíba determinado alimento, come aquello que te pida el organismo.
Mito 3: Dios es sacrificio. Mucha gente busca el camino del sacrificio y de la autoinmolación, afirmando que debemos sufrir en este mundo para ser felices en el próximo. Pero si este mundo es una bendición de Dios, ¿por qué no aprovechar al máximo las alegrías que nos ofrece la vida? Estamos muy acostumbrados a la imagen de Cristo en la cruz y olvidamos que su pasión duró apenas tres días: el resto del tiempo lo pasó viajando, conociendo gente, comiendo, bebiendo y predicando su mensaje de tolerancia. Tanto fue así que su primer milagro fue “políticamente incorrecto”: como faltaba bebida en las bodas de Caná, transformó el agua en vino. Y lo hizo, a mi entender, para demostrar que no hay mal en ser feliz, en alegrarse, en participar en una fiesta. Dios está mucho más presente cuando estamos juntos.
Mahoma decía que “si somos infelices, llevamos la infelicidad a nuestros amigos”. Buda, tras un largo periodo de prueba y renuncia, estaba tan débil que apenas si podía respirar; cuando fue salvado por un pastor comprendió que el aislamiento y el sacrificio nos alejan del milagro de la vida.
Mito 4: Existe un único camino hacia Dios. El más peligroso de todos los mitos: a partir de ahí empiezan las explicaciones del gran misterio, las luchas religiosas y el juicio de nuestro prójimo. Podemos escoger una religión (yo, por ejemplo, soy católico), pero debemos tener presente que si nuestro hermano escoge una religión diferente, llegará al mismo punto de luz que buscamos nosotros con nuestras prácticas espirituales. Finalmente, vale la pena recordar que de ninguna manera podemos transferir a nuestro padre, rabino o imán las responsabilidades de nuestras decisiones. Nosotros construimos, con cada uno de nuestros actos, la entrada al paraíso. (O)