Buscando nuevas fórmulas

18 de Febrero de 2018
Dayse Villegas

La próxima semana se presenta el libro ‘Estrategias para aprendizajes activos, creativos, significativos y vivenciales’, de los docentes Patricia Zeas y Giovanni Ingarévalo.

El libro Estrategias para aprendizajes se presentará el 21 de febrero.

A cualquier docente le ha llegado el momento en que lo cuestionen sus alumnos con una temible frase: la clase está aburrida. ¿Cómo salir de ese bache y evitar que vuelva a suceder?

El maestro XXI tiene la necesidad urgente de hacer sus clases más atractivas, y no por eso sacrificar la calidad, y para lograrlo necesita ser innovador y manejar bien las nuevas tecnologías, comparte el doctor Giovanni Ingarévalo Moscoso, uno de los autores del libro Estrategias para aprendizajes. “El alumno hoy es más exigente y cuestionador, y el maestro tiene que estar preparado para eso”.

La coautora, doctora Patricia Zeas de Alarcón, de quien partió la iniciativa de esta publicación, reflexiona en que esta incomodidad se produce porque los profesores, que se formaron en didáctica y metodología, se van sintiendo cómodos en el quehacer diario.

“Yo enseño así, me sale bien la clase, tengo buenos resultados. ¿Por qué cambiar?”. Esa es una frase peligrosa en cualquier rama, y especialmente perjudicial en la docencia. “Un educador puede incluso estar aplicando muchas de las estrategias de las que nosotros recomendamos, pero no sabe que lo están haciendo ni cómo se llaman. Trabaja por instinto”. Y eso no puede suceder.

Por más experiencia o niveles de formación que usted haya alcanzado, ninguna clase que dé puede ser improvisada, sino planificada. ¿Cuánto? “Tanto como sea necesario, de acuerdo al grupo al que usted maneja”, aconseja Zeas.

El peor error

Pero improvisar no es el único ni el mayor riesgo que corren los maestros. “En una realidad en que el alumno tiene en su casa dispositivos de alta tecnología, no podemos volver a una lluvia de ideas, unas cuantas preguntas y la simple conferencia en el aula”, continúa la educadora. Usted necesita tener una estrategia tanto para iniciar la clase como para motivar, para transferir el aprendizaje, para hacer la clase creativa, para elaborar y desarrollar un proyecto, para invertir el aula y hacer el aprendizaje más eficaz.

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También necesita estrategias para sistematizar la información de la que sus alumnos llegan sobrecargados. El papel del docente es mediar y organizar ese aprendizaje, y aplicar a ello todos sus recursos. Así evitará caer lo que Zeas llama el peor error del siglo: creer que el protagonista es el profesor.

“El alumno es el actor principal de la educación. Debemos esperar que al cierre de cada clase, haya en él una producción intelectual, un aprendizaje emocional y una aplicación, para que interiorice la información”.

Cambio de responsabilidades

El aporte del maestro ha mutado de ser un transmisor o instructor, a ser un guía y formador, un referente. Para ello, los especialistas tienen recomendaciones:

1. Adquiera estrategias activas, creativas, vivenciales y significativas. Haga un recorrido de los métodos de educación, desde el tradicional deductivismo hasta lo más actual, el aula invertida y el conectivismo, sugiere Ingarévalo.

2. Cultive riqueza espiritual, apunta Zeas, para poder llegar a los niños y jóvenes, quienes son sensibles a la palabra, la mirada y la reacción de los maestros.

3. Conozca a quiénes está educando. No son todos iguales, pero hay que descubrir en qué son parecidos, y trabajar en la diversidad y en los puntos en común.

4. Necesita habilidad para detectar los primeros signos de la caída de la atención en la clase. No es una cuestión de encanto o magia que los chicos permanezcan atentos los 40 minutos. Aprenda a manejar la mirada de ellos con lo que tenga importancia para sus vidas.

5. Use pausas activas para contar vivencias pertinentes al tema. No tenga miedo perder el respeto de los niños por compartir sus experiencias. La pausa también puede ser física, gimnasia cerebral o psicoterapéutica.

6. No todas las clases tienen que ser dentro del salón. Busque espacios abiertos donde los chicos se desarrollen sensorialmente, trabajen en equipo y jueguen de acuerdo con su edad.

Zeas está convencida de que el principio de afectividad es el eje transversal de la educación. “Sin una sonrisa, sin el buen humor, sin afecto, no se puede llegar al alumno, por más que les entreguemos cientos de estrategias. Este es un trabajo que se hace desde lo afectivo”. Es uno de los desafíos más grandes de los maestros, añade Ingarévalo. “Llegando al corazón, se abre la mente y se obtienen resultados”.

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