Estrategias del aprendizaje
La dificultad para aprender es una condición neurológica que interfiere con la habilidad de obtener y almacenar información, y requiere la intervención de padres y docentes.
Desde 1975, en Estados Unidos se ha definido lo que es una dificultad de aprendizaje a través de un test de coeficiente intelectual. Según esto, se trata de chicos que tienen una inteligencia normal, pero no van bien en las evaluaciones escolares.
El problema con esto, argumenta la doctora Lori Marks, profesora de la Universidad de Tennessee, es que el estudiante tiene que fracasar durante varios años antes de que esto sea descubierto.
Y la discrepancia puede ser en lectura, escritura, matemáticas, habilidades comunicacionales o varias de estas áreas, agrega la doctora Sarah Beth Hitt, especializada en educación especial.
Ambas estuvieron en Guayaquil, invitadas por Fundación Funeap (Enseñando Aprender), presidida por la doctora Patricia Ayala de Coronel, para dictar varios talleres para padres y docentes guayaquileños.
El proceso de detección
Por esa espera y esas discrepancias, expresa Marks, se ha optado por una nueva manera de identificar a los estudiantes con necesidades especiales y asegurarse de que la ayuda llegue pronto. A esto se le llama Respuesta a la Intervención (RTI).
Este proceso tiene tres niveles. El primero empieza en el salón de clases e involucra estrategias de investigación e instrucción. La razón es asegurarse de que los problemas del niño no se deben a una enseñanza de baja calidad.
Si el estudiante aún tiene problemas al aprender, entonces se le aplican intervenciones de segundo nivel. Lo que se puede hacer es organizar grupos pequeños entre los estudiantes: los que pueden avanzar solos con el trabajo y aquellos que necesitan una nueva explicación, indica Hitt.
Si un niño tiene problemas de lectura, puede seguir recibiendo las instrucciones generales con el resto de la clase, pero se le asignará más tiempo para leer. Todo esto, sin interrumpir la clase.
El valor de los grupos pequeños
La nueva filosofía educativa, dice Marks, es proveer grupos pequeños a todos los estudiantes, tantas veces como sea posible y necesario. Si un estudiante tiene una dificultad en una habilidad en particular, puede ir al grupo pequeño y salir cuando esté listo.
Si este nivel tampoco está teniendo una influencia positiva en el estudiante, se pasa al tercero, mucho más intenso, en que el alumno podría salir del salón para recibir una clase intensiva que puede ser individual o en otro grupo pequeño.
El desafío ecuatoriano
Desde 2010, año en que empezó a visitar Ecuador, Marks ha tenido la oportunidad de ver trabajar a los profesores a los que ha capacitado en colegios públicos y privados. Uno de los desafíos que tienen es el número de estudiantes. “Así que traté de implementar algunas estrategias en las que se puede ayudar a los estudiantes a estar más enganchados con la lección: el trabajo en pareja y los grupos pequeños. Eso ayuda cuando la clase es numerosa”.
El otro aspecto en que los maestros tienen que probar su valor es lograr que haya más actividad en el aula, y aquí la educadora precisa que esto no es un problema exclusivo de las instituciones ecuatorianas o latinoamericanas, sino global. “Persiste en todo el mundo la noción anticuada de que el profesor debe estar al frente de la clase, dando charla, y al final dar una hoja que los chicos tienen que llenar. Eso no funciona. El profesor debe crear actividades que atraigan la atención de los estudiantes e involucrarlos en la clase. Cuando haces eso, estás atacando los problemas de conducta, también. Es una destreza que todos los docentes deben ejercitar”.
Estructure una clase eficaz
Hitts, por su parte, observa que los profesores ecuatorianos son realmente entusiastas y deseosos de aprender. Y eso es bueno, porque la creatividad es importante, sí, siempre y cuando se aplique a una clase estructurada, que es lo primordial.
Lo más importante es que el profesor domine la estructura de un plan de lección eficaz. Hay una investigación en torno a esto, y se llama Instrucción Explícita.
1. Explique a los estudiantes cuál es la meta de la lección, qué espera usted de ellos al finalizar la clase.
2. Modele lo que va a enseñar. Demuestre a los estudiantes la destreza: lea usted primero las palabras; desarrolle el problema matemático; haga el experimento de biología. “Parece absurdo, pero muchas veces el profesor no da a los chicos el ejemplo de cómo lograr aquello que espera que hagan”, comenta Marks.
3. Dé lugar a la práctica guiada. Sea lo que sea que esté enseñando, involucre a sus estudiantes en una actividad práctica: que ellos hagan mientras usted monitorea, ayuda y corrige la manera en que trabajan.
4. Inicie la práctica independiente. Y aquí está lo importante: esto no es un test para los chicos. Ellos deben tratar de hacerlo solos, y el resultado será una evaluación para usted, para saber si la enseñanza caló y ellos pueden aplicar lo que se propuso darles. Si no lo captaron, debe apoyarlos y volver a explicarles. Sin calificar. (F)