Regreso a clases
Todos somos iguales, pero distintos. O viceversa. Esta nueva edición de E "A Clases" brinda un homenaje a temas como la inclusión y diversidad en las aulas, en las cuales debe educarse siempre con el mayor respeto a todos. En estos conceptos reposa verdaderamente una sociedad de avanzada.
Como si fuéramos piezas de Lego, cada ser humano es diferente a otro en diversas maneras, pero poseemos características complementarias que nos permiten edificar, juntos, todo aquello que queramos construir en este universo que llamamos sociedad.
Sin embargo, esas diferencias en ocasiones son malinterpretadas. Elizabeth, de 24 años, lo sintió así a los 15 y 16 años de edad cada vez que la directora de su colegio ingresaba a escoger a las niñas que posarían para las fotos del material promocional del colegio. “Escogían a las más blanquitas, con pelo claro, porque decía que daban ‘buena imagen a la institución’”. Una de ellas, tras ser seleccionada, le dijo a la directora. “Por favor, que venga también Elizabeth”. Pero la directora no quiso, cuenta esta actual licenciada en Mercadeo, de piel negra.
Esa “selectividad” se mostraba ofensiva, comenta esta guayaquileña, quien sentía que en ese colegio privado había “alumnas de primera y de segunda categoría”. Y eso se mostró peor con su hermana menor, quien a esa misma edad era llamada “la negrita” por sus compañeros, por lo cual atravesó un cuadro depresivo.
Los maestros y directivos de los centros educativos deben estar atentos a atacar cualquier forma de exclusión generada por la razón que sea, comenta María Verónica Morales de Graber, directora de Coordinación Educativa de la zona 8 del Ministerio de Educación, que abarca los cantones Guayaquil, Samborondón y Durán, en los cuales operan 12 distritos como subdivisiones geográficas.
“Los estereotipos son parte de la sociedad, que tiene valores tergiversados”, señala la funcionaria, como cuando en una familia un padre de familia hace comentarios o bromas racistas, clasistas o regionalistas frente a los hijos, indica.
“Al igual que no podemos detener un tsunami, que es un fenómeno natural, tampoco podemos detener estos fenómenos sociales. Solo podemos abordarlos, enfrentarlos cuando se presentan”.
Para ser incluyentes
Carmita López, psicóloga educativa, comenta los pasos que debe seguir una entidad para enfrentar este reto.
1. Conformar el Departamento de Consejería Estudiantil (Dece) con las profesionales correspondientes: psicóloga clínica, psicóloga educativa o psicopegagoga, terapista de rehabilitadora física, fonoaudióloga y trabajadora social.
2. Presupuestar e invertir en los recursos necesarios: capacitaciones para sus colaboradores, material didáctico e implementaciones físicas.
3. Aprovechar los medios de comunicación para estar informados de los temas y capacitaciones que estén relacionados con la inclusión educativa y crear una red de comunicación.
4. Animar con acciones a los docentes desde sus habilidades a descubrirse como protagonistas de la dinámica educativa.
5. Orientar la inclusión educativa de manera más especializada en ciertas necesidades educativas especiales.
En la Carta Magna
Morales dice que esa lucha tiene su principal arma en nuestra actual Constitución, en vigencia desde el 2008, la cual en su artículo 27 dispone que “se garantizará el acceso universal, permanencia, movilidad y egreso sin discriminación alguna y la obligatoriedad en el nivel inicial, básico y bachillerato o su equivalente (…). La educación pública será universal y laica en todos sus niveles (…)”.
Y en su capítulo 47, numeral 7, indica que el Estado garantizará a las personas con discapacidad lo siguiente: “Una educación que desarrolle sus potencialidades y habilidades para su integración y participación en igualdad de condiciones. Se garantizará su educación dentro de la educación regular. Los planteles regulares incorporarán trato diferenciado y los de atención especial la educación especializada. Los establecimientos educativos cumplirán normas de accesibilidad para personas con discapacidad e implementarán un sistema de becas que responda a las condiciones económicas
de este grupo”.
Como ello, el Ministerio de Educación cuenta con Unidades de Apoyo a la Inclusión (UDAI), que son entes que en Guayaquil funcionan en cuatro colegios: Anne Sullivan (km 15 vía a la Costa), La Floresta (Guasmo Central), Manuela Espejo y Fernando López Lara (Durán). Ellos brindan un servicio especializado para la atención de los estudiantes con necesidades educativas especiales, a través de la evaluación, asesoramiento, ubicación e intervención psicopedagógica en los diferentes programas, servicios y niveles del sistema educativo. Aunque hoy son solo cuatro UDAI en esta zona, esa cartera de Estado pronto deberá poner a funcionar doce en total, es decir, uno por cada distrito dentro de la Zona 8.
Los padres de familia deben denunciar cualquier situación que consideren excluyente, indica Morales, mientras que los profesores deben capacitarse para sintonizarse con el programa de inclusión educativa gubernamental, que en su plan de educación continua incluye esos cursos para los profesores que se inscriben. Para ello hay acuerdos con la Universidad Católica y Casa Grande.
Sin embargo, este proceso aún requiere más esfuerzos. Alexandra L., profesora escolar con veinte años de experiencia, considera que son pocas las instituciones con un real concepto de inclusión educativa. “Muchos colegios privados ven difícil aceptar los casos que consideran que no pueden manejar”, dice, porque no cuentan con profesionales para atender el desarrollo de esos niños.
Ella suele recomendar a los padres de familia que, si tienen recursos económicos, contraten a un psicopedagogo particular para que su hijo o hija se desarrolle mejor. “Aún nos falta mucho para ser incluyentes, pero el camino ha comenzado”, concluye, “y eso es positivo porque antes ni siquiera se hablaba de este tema. (M.P.) (F)
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