Verdadera inclusión educativa
El estudiante tiene derecho no solo a ser admitido en un centro escolar, sino a ser incluido en el aprendizaje, a no ser excluido dentro del aula y a no ser expulsado por motivos de segregación.
¿Qué es la inclusión educativa? Cuando hacemos esta pregunta en reuniones o talleres con docentes, obtenemos diferentes respuestas:
–Es dar a los niños el derecho a estudiar aun con discapacidad.
–Es aceptar en la escuela a todos los niños que vengan a pedir matrícula sin discriminarlos si tienen discapacidad o problemas de aprendizaje.
–Es aceptar y ayudar a los niños especiales, ellos también pueden aprender algo.
–Es integrar y aceptar en la escuela a todos los niños sin distinguir religión, etnia, color o necesidades especiales.
¿Cuál se acerca a la respuesta que usted daría en este momento? Se ha hablado de la inclusión educativa como el derecho a que los niños con discapacidad o con necesidades educativas especiales se eduquen en las escuelas y colegios regulares. Pero esta concepción se ha ampliado y abarca a todos los estudiantes; que no solo los niños y jóvenes con discapacidad son excluidos del sistema escolar, sino muchos otros, por motivos étnicos, culturales, socioeconómicos y de orientación sexual.
La Unesco dice: “Inclusión es el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, en las culturas y en las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación”. Es posible estar excluido no solo del sistema educativo, sino también en el sistema educativo, y es posible permanecer excluido del aprendizaje aun estando en el aula.
Diversidad de necesidades
Esto involucra, continúa la Unesco, “cambios y modificaciones en contenidos, enfoques, estructuras y estrategias, con una visión común que incluye a todos los niños y niñas”. En las aulas de todos los centros educativos podemos encontrar estudiantes con diversas condiciones, circunstancias y características.
–Los que tienen disfunción en una o varias áreas de aprendizaje.
Los que pertenecen a una cultura diferente a la de la mayoría.
–Los que tienen enfermedades severas como cáncer.
–Los que usan otras lenguas.
–Los que trabajan y tienen menos tiempo para el estudio.
–Los que pertenecen a una religión de minoría.
–Los que viven en una estructura familiar diferente.
–Los que no poseen una estructura de comportamiento mínima para acatar normas y reglas de convivencia e integrarse al sistema educativo.
–Los que tienen discapacidad.
–Los que tienen una orientación sexual diferente.
De esto hablamos cuando nos referimos a la ‘diversidad en las aulas o en los estudiantes’. Seguramente usted podría seguir aumentando la lista. Para practicar la inclusión educativa, lo importante no es la diferencia en sí, sino la búsqueda y el desarrollo de actitudes, metodología, técnicas y destrezas adecuadas que permitan responder a las necesidades educativas de todos los estudiantes y favorezcan la “mayor participación en el aprendizaje, en las culturas y en las comunidades” (Unesco).
Tres momentos ineludibles
Es una tarea de todo el sistema educativo: altas autoridades del país, organismos públicos y privados, centro educativo con sus autoridades y todos los miembros de la comunidad, familias, estudiantes, maestros, personal administrativo y de servicio. Implica al menos tres momentos:
1. Revisar y analizar nuestras actitudes e interacciones con los estudiantes. Identifiquemos nuestros prejuicios: a muchos estudiantes hemos atribuido, sin mayor argumento, una característica en ocasiones positiva y en otras negativa, y de acuerdo con eso los hemos tratado permanentemente. ¿A cuántos hemos tildado de tontos, agresivos, miedosos, hiperactivos o malcriados? ¿A cuáles hemos asignado el rol del inteligente, educado, generosa, deportista? De poco sirve conocer técnicas o métodos de inclusión en el aula, si antes no hemos removido aquellas actitudes que afectan la interacción con los estudiantes (percepciones, creencias, sentimientos y formas de actuar). El educador argentino Carlos Skliar nos convoca a no seguir creyendo que ‘nuestro tiempo’, ‘nuestro espacio’, ‘nuestra cultura’, ‘nuestra lengua’, ‘nuestra mismidad’ quiere decir ‘todo el tiempo’, ‘todo el espacio’, ‘toda la cultura’, ‘toda la lengua’, ‘toda la humanidad’.
2. Capacitarnos en los conceptos y teorías que nos explican las barreras para el aprendizaje y la participación, las distintas necesidades de los estudiantes, así como en respuestas pedagógicas y didácticas para atender a esas necesidades desde el currículo y desde el aula de clases, involucrando al estudiante que las experimenta.
3. Actuar a nivel micro, en el centro educativo y el aula; muchos estudiantes pueden experimentar barreras fisiológicas, psicológicas y socioculturales. Lo importante es detectarlas, reconocerlas y permanecer sensibles a las barreras para el aprendizaje y la participación, identificar las necesidades educativas y diseñar la respuesta para favorecer su progreso personal y académico; en el caso de los padres, deben conocer las necesidades de sus hijos y participar de forma cercana con el centro educativo. Actuar a nivel macro, en la sociedad y el sistema educativo, significa el reconocimiento de los derechos humanos, la base y el contexto para el respeto a la diversidad.