¿Es bueno adular a los niños?
Depende de la manera en que se los diga, los halagos pueden impulsar o paralizar a los menores.
Su niño le presenta su última creación artística. Es un dibujo con una figura de largas y delgadas piernas, sin cuerpo ni pelo. Es usted. En la esquina se puede ver algo amarillo que –según le dice– es el Sol y junto a él algunas manchas moradas de pintura.
Si usted fuera honesto, le diría que ha visto mejores. Pero el niño está ahí, esperando su reacción. ¿Qué le dice? “¡Qué lindo! Es el mejor dibujo que he visto”. Y el niño sonríe orgulloso.
Pero ¿es realmente lo mejor que podría haber dicho? Tendemos a asumir que todos disfrutamos los elogios y que eso nos hace querer hacerlo cada vez mejor. Pero, no es tan cierto. Depende de las palabras.
El problema no son los elogios en sí mismo, sino cuando estos se inflan. Palabras como “perfecto” o “increíblemente bueno” en vez de un simple “bien”. Los padres tienden a sobredimensionar su reacción cuando sus hijos tienen un bajo nivel de confianza, esperanzados en que esto incentivará su autoestima. Pero cuidado.
Se sabe que si las alabanzas no suenan sinceras, no tienen efecto. Y hay un problema peor que el de que el niño reconozca su hipérbole. Todo apunta a que esto podría hacer que eviten futuros desafíos.
Los niños que sufren de baja autoestima y a los que les han dicho que su dibujo es “increíblemente bonito” son menos propensos a arriesgarse a tareas más desafiantes posteriormente que aquellos a los que les dijeron que era un dibujo “bonito”. ¿Por qué?
Los investigadores especulan que un halago inflado deja la vara muy alta para que los niños con baja autoestima quieran volver a intentarlo, pero esta hipótesis aún no ha sido probada.
Entonces, ¿cuál es la mejor manera de alabar a su hijo?
El autor principal del último estudio al respecto, el psicólogo Eddie Brummelman, aconseja asegurarse de que no está dejando los estándares tan altos como para que su hijo tenga miedo de no volver a alcanzarlos en el futuro.
Qué cualidades elija destacar puede ser un factor. Luego de dos décadas de investigación, Carole Dweck, profesora de la Universidad de Stanford, ha encontrado grandes diferencias entre halagar a los niños por sus habilidades (como por ejemplo, cuán inteligentes son) y halagarlos por el esfuerzo que han puesto en determinada tarea (diciendo “trabajaste duro”).
Destacar la inteligencia de un niño puede enseñarle que este es un rasgo fijo sobre el que no tiene control. Esto también puede hacerlo cauteloso a la hora de probar cosas nuevas si existe el riesgo de no mantener los altos estándares.
Dweck recomienda enfocarse en el proceso a través del cual el niño pasa para alcanzar alguna meta.
Esto, por supuesto, depende bastante de la edad del niño. Con menores en edad preescolar, cualquier tipo de elogio pareciera ser una motivación, pero un poco más mayores las sutilezas mandan.
No es raro pensar que no hay nada mejor que escuchar cuando uno lo hizo mejor que todo el resto. Nuevamente los estudios sugieren que no es tan simple.
Pruebas con adultos en las décadas del setenta y ochenta mostraron que este tipo de halagos mejoraban la satisfacción de la gente respecto de la tarea misma, lo que se conoce como motivación intrínseca. Sin embargo, en los niños es diferente. Las niñas reaccionan negativamente al escuchar que son mejor que otras, según los estudios. Los resultados mostraron que los elogios que implicaban una comparación social surtían un efecto peor que no recibirlos. Parecían minar su motivación, fomentándoles elegir tareas fáciles a futuro.
La evidencia actual sugiere que elogiar a los niños por sus esfuerzos y por la forma en que realizan la tarea es particularmente efectivo a la hora de motivarlos.
Y si usted los felicita por sus resultados, pareciera ser un mito que mientras más, mejor. Inflar los elogios puede incluso ser contraproducente.
Fuente: BBC Mundo.