Aliviar el estrés en los adolescentes
Los jóvenes necesitan tiempo, solidaridad y recibir herramientas para aprender a manejar sus reacciones ante las situaciones difíciles del presente y del futuro.
Los adolescentes viven la tensión natural de crecer, de hacer ajustes físicos, mentales y emocionales, de adquirir independencia, afirmar su identidad y establecer relaciones nuevas.
Pero también viven en el inseguro y velozmente cambiante mundo contemporáneo. Están cada vez más cerca del primer sufragio, el permiso de conducir, la graduación, el examen de ingreso a la universidad y, tal vez, su primer empleo.
El autor Earl Hipp, en el libro Luchando contra los tigres invisibles, explica a los jóvenes que el estrés ha estado ahí desde que los primeros humanos tenían que preocuparse del fuego, la caza, la lluvia, pero, sobre todo, de si, al salir de la caverna, los esperaba algún dientes de sable hambriento.
Los tigres han tomado otras formas. Perder el teléfono con todos los contactos. Enterarse de que alguien fue asaltado cerca de la casa y tener miedo de salir solo. Subir de peso y que los demás empiecen a comentarlo.
Que algún amigo esté involucrándose en algo peligroso y no saber si decirlo o callar. Que el colegio esté por terminarse y no tener un plan. Que uno de los padres decida dejar la casa.
Cualquiera puede tener una o varias de estas crisis. Es decir, puede que el tigre no venga solo. Es parte de estar vivo hoy.
Algunos adolescentes conllevan el estrés con actividades positivas (hacer deporte, conversar, escuchar música); otros buscan salidas no tan inofensivas (televisión o audífonos todo el día, actividades extraescolares sin fin). Y otros toman algo que los ayude, café o azúcar, que les dan la sensación de energía, pero no hacen que la angustia desaparezca, sino lo contrario.
No es cuestión de minimizarlo o pensar que ya pasará. La familia, los maestros, pueden ayudar identificándose: el estrés siempre ha estado allí, son las circunstancias las que han cambiado.
¿Cuáles serían las causas de estrés en los adolescentes? Coméntenos
Estrés bueno, estrés malo
La mente y el cuerpo enfrentan retos que requieren rapidez y eficacia de nuestra parte (así sabemos si luchar o huir). El sistema nervioso se activa y se producen hormonas como adrenalina y cortisol, que aumentan la frecuencia cardiaca y respiratoria, la presión arterial y el metabolismo.
Normalmente, el estrés nos hace funcionar bajo presión y salir vivos de los desafíos. Pero cuando la reacción es extrema, puede causar problemas. Las situaciones a largo plazo (un cambio de colegio, un problema de autoestima, transporte inseguro) provocan estrés de menor intensidad, pero de mayor duración, que se acumula y termina por agotar al cuerpo.
Esta sobrecarga disminuye la rapidez y eficacia para responder, especialmente si no hay ayuda. En casos extremos, se requiere la ayuda de un profesional.
Señales
El adolescente puede presentar alguno o más de estos síntomas: sensación de ser acosado y estar todo el tiempo apurado; irritabilidad con explosiones de ira o agresión; piernas inquietas, uñas mordidas, dolores de estómago, frecuentes gripes por debilidad del sistema inmune, problemas del sueño, automedicación, episodios de llanto y tristeza, dificultad para concentrarse, notas bajas, ansiedad por comer, aumento de peso y cansancio físico o emocional.
Manejen juntos el estrés
Revisen con sus hijos las actividades que realizan. Si notan que copan los horarios, consideren eliminar una o dos de ellas.
Pónganse de acuerdo en que no se trata de ser perfecto, sino de hacer un esfuerzo que dé satisfacción y motivación.
Ofrezca ayuda (no la imponga). Si hay cosas que no son su fuerte, deje claro que pueden buscar una solución juntos.
Miren los horarios de sueño. El adolescente suele acostarse más tarde, pero el hecho es que las clases comienzan temprano y por el momento eso no cambiará.
Hagan un recuento de actividades placenteras que puedan realizar en familia o por separado. Leer, caminar, ejercitarse.
Convengan en no saltarse, agrandar o disminuir las comidas por el apuro o los nervios. Tampoco tomarán café o cualquier otra cosa como salida al estrés.
Acepten que los cambios y retos son normales y pueden resolverse. No es necesario culparse. Es mejor buscar una alternativa pronto y pedir ayuda.
Expresen sus sentimientos de manera firme, pero no agresiva. Que usted y ellos puedan decir “no puedo contar lo que me pasa si me gritas” o “baja la voz para poder escucharte”.
Si algo causa estrés, enfréntenlo directamente y cuanto antes. ¿Hablar en público produce angustia al joven? Hay clases de oratoria que le pueden dar la vuelta a la situación.
Cada vez que se enfrenten con un problema muy grande para ustedes, divídanlo en partes pequeñas y avancen una por una.
Olviden expresiones extremistas como ‘mi vida está arruinada’ o ‘he fracasado’. Continuar requiere que seamos creativos, que imaginemos nuevas posibilidades.
Felicítense cada vez que hagan un buen trabajo, superen un obstáculo que los estresaba o dominen una situación que antes se les hacía imposible, como discutir sin gritar.
Investiguen y practiquen técnicas de relajación. Calmar la mente produce beneficios químicos y físicos reales, aplicables a cualquier situación estresante. (F)
¡Respiren!
Las distracciones no son técnicas para relajarse. La idea es darle a la mente un espacio y un tiempo para ‘no hacer’. Permanecer en silencio y respirar profundamente.
Al estar nervioso, emocionado o enojado, la respiración se acelera y sube dentro del pecho. Al relajarse, la respiración se vuelve lenta y se localiza más abajo, en el abdomen. Esta segunda forma de respirar es la que permite calmarse.
1. Acuéstese con la mano derecha sobre el estómago y la izquierda sobre el pecho, respire profundamente y exhale tres veces.
2. Respire hacia el pecho y note cómo se eleva la mano izquierda. Mantenga el aire por un segundo y suéltelo. Repita tres veces.
3. Respire nuevamente, pero esta vez hacia el estómago. La mano derecha debe levantarse. Mantenga el aire un segundo, suéltelo y repita.
4. Alterne: respire hacia el estómago primero, mantenga el aire y, sin soltarlo, respire hacia el pecho. Las dos manos deben elevarse. Contenga el aire un segundo y exhale.
Fuente: Libro Fighting Invisible Tigers, Earl Hipp, Free Spirit Publishing, 2008.