La magia del libro ilustrado
Los libros que se basan en el poder comunicativo de los dibujos, con ninguna o pocas palabras, ayudan a la creatividad y la asociación de significados en los niños en edad preescolar.
A los pequeños les encanta descubrir todo el tiempo cosas nuevas, y eso también vale para los libros. Si bien entienden pocas palabras, es bueno que sus padres se tomen el tiempo para mirar con ellos libros con muchas imágenes y dibujos, porque lo que hacen en ese momento no es tanto leerles a los pequeños algo en voz alta, sino descubrir con ellos mundos nuevos y fomentarles el desarrollo del habla.
Al nombrar lo que los niños están viendo o lo que ellos señalan, se les enseña a asociar lo dicho con lo visto, y así es como van ampliando su vocabulario.
Pero los padres no deberían forzar ese momento. Si los niños no tienen ganas de escuchar y prefieren saltar a la próxima página, no es cuestión de ponerse impaciente. A su ritmo, ellos con el tiempo querrán que uno entre cada vez más en detalle.
Además, hay que tener en cuenta que en ese momento los niños están aprendiendo muchas cosas: de qué lado comienza un libro, cómo tomarlo, cómo dar vuelta las páginas. Lo aprenden como un juego, pero no hay que olvidar que para ellos todo es nuevo.
Cuanto antes entren en contacto con el formato, más lo incorporarán a sus vidas, porque notarán que los libros son una fuente hermosa de descubrimiento, incluso para cosas que no suelen ver en su contexto habitual.
Libros y necesidades especiales
La profesora de educación especial y escritora noruega Tordis Ørjasæter escribió para la Unesco un artículo en el que exhorta a editores, autores, ilustradores y bibliotecarios a producir más y mejores libros con un lector importante: el niño con deficiencias físicas o mentales, “con el objeto de superar algunas de las barreras de aislamiento y soledad”.
La mayoría de nosotros, argumenta Ørjasæter, subestimamos a quienes no saben hablar. Pero hace notar que ciertos niños con discapacidad aprenden a leer antes de saber hablar, y de adolescentes cantan las poesías y canciones que les cantaron cuando eran pequeños “y que no teníamos idea de que las hubieran aprendido, y cuando descubrimos el placer que les deparan los colores, los versos y las melodías, entendemos lo que suponen los libros ilustrados y los libros de canciones para ellos”.
Todos los niños necesitan libros, defiende Ørjasæter, quien además es novelista y crítica literaria, incluso quienes no lograrán nunca leer o entender el significado de la palabra escrita”.
Ella pide cuentos en los cuales estos lectores puedan reconocer sus propias sensaciones y experiencias, atractivos, que presenten textos de la vida cotidiana o que fomenten la imaginación.
Afirma también que se produce un conflicto cuando los niños con discapacidad pasan a la adolescencia “la edad en la cual la inmensa mayoría de los demás no se interesa ya por ellos”.
Es fundamental encontrar libros ilustrados que no resulten demasiado infantiles, “Aunque no sepa hablar, o hable muy mal, un niño de 11 años sigue siendo un niño de 11 años y, por supuesto, no habrá que darle un libro para pequeños, sino uno que se ciña a su propia edad”.
Aunque un chico desarrolle tarde el habla, la transición es la misma: preescolar, escolar y joven, y necesitará libros idóneos para todas esas fases”.
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No solo para niños pequeños
El libro de imágenes tiene una narrativa mayormente visual (con o sin texto), y está casi siempre orientado a preescolares. Ejemplos son La oruga muy hambrienta, de Eric Carle, y ¡Oh, cuán lejos llegarás!, de Dr. Seuss. Los hay musicales, de cartón, de tela, con texturas, pop up y están hechos para jugar.
En el libro ilustrado, las ilustraciones acompañan armónicamente la historia que se está narrando, pero sin ellas, el texto podría leerse y disfrutarse igualmente bien. La palabra es la que prima. Hay versiones ilustradas y solo texto de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll y de Percy Jackson, de Rick Riordan.
Esto no sucede en el libro álbum, que contiene un relato que integra texto e ilustración. Esta última es un elemento tan fuerte que, sin ella, el lector no podría interpretar las palabras. La historia y la ilustración son inseparables. Títulos: El pequeño Cuchi Cuchi, de Mario Ramos, y El señor tigre se vuelve salvaje, de Peter Brown.
El cómic silente (sin globos ni cuadros de texto) es una buena opción para los jóvenes. Entre algunos muy populares entre los jóvenes están El gato de Simon, de Simon Tofield, pero se puede apreciar también en algunas secuencias de Calvin y Hobbes, de Bill Watterson. (F)