Mutismo selectivo
Hablar es una habilidad que la mayoría de los niños dan por sentada. Sin embargo, no es así en todos los casos.
Una docena de niños pequeños están sentados en círculo, vestidos para el día en pijamas. Algunos se abrazan fuerte las rodillas o un animal de peluche. Un niño con ropa del Hombre Araña parece preocupado y está ansioso, mientras se arma de valor para hablar.
“¿Quién es la primera persona que me va a decir qué día es hoy?”, pregunta Alejandra Golik, una estudiante terapeuta que dirige la sesión. Todos los niños, de 6 a 10 años, saben la respuesta.
Después de una pausa terriblemente prolongada, una niña de 10 años soltó un “jueves”. Su respuesta era apenas audible. No obstante, era un avance y aquí se aplaude hasta el susurro más suave. Han pasado meses, a veces años, desde que estos niños hablaron con alguien que no fuera de su familia.
Doble conducta
Los niños padecen mutismo selectivo, un trastorno de ansiedad, y les aterra hablar en situaciones sociales. Pueden ser unos parlanchines en la casa, pero en la escuela o alrededor de rostros desconocidos, son inexpresivos y callados.
Los expertos estiman que aproximadamente uno de cada 140 niños es mutista selectivo; en la mayoría de las escuelas primarias hay por lo menos un alumno que presenta esta condición, que puede impedir los logros académicos y la socialización, y llevar al aislamiento y la abstención de rituales como fiestas de cumpleaños y amistades en el patio de recreo.
Por lo general, el problema comienza antes de los 5 años, y puede ayudar una intervención temprana. En general, el tratamiento implica terapia cognitiva conductual, con modificaciones para los niños que no les hablan a los adultos desconocidos, incluido el terapeuta. Si falla la TCC, se pueden recetar fármacos en dosis bajas.
El amigo valiente
Sin embargo, los investigadores ahora están tomando un rumbo diferente: programas intensivos de inmersión con duración de una semana, como el que lleva a cabo la Universidad Internacional de Florida, en el cual se somete a niños mutistas selectivos a una variedad de ejercicios para practicar lo que más los atemoriza.
La inmersión en el salón de clases puede funcionar con mayor rapidez que la terapia estándar, dicen algunos expertos. Y expone a los niños a la necesidad de hablar frente a sus pares y con ellos.
“Con días de seis horas, tienen tiempo para procesar, adaptar y practicar múltiples situaciones con la exposición constante”, explicó Jami Furr, el director del programa de mutismo selectivo en el Centro para Niños y Familias de la Universidad Internacional de Florida. “La idea es trasladar los logros a una situación escolar real, donde presentan el habla más limitada”.
Para el programa reciente que ejecutó la Internacional de Florida, se inscribieron 26 niños a los que se dividió en dos grupos, uno de pacientes de primaria y otro de infantes menores de 6 años. Las familias que vivían fuera de la ciudad llegaron días antes de la inmersión en el salón de clases para varias sesiones de tres horas.
A cada niño se le asignó un consejero adulto llamado “amigo valiente” y la primera tarea fue tratar de hablar con él. Uno de los padres estuvo presente hasta que se podía hacer que el terapeuta escucha se acercara más.
Después, durante las sesiones de inmersión sin los padres, los terapeutas ayudaron a cada niño a hacerse camino en días de juegos de mesa, búsquedas del tesoro y otros ejercicios en los que, gradualmente, iban teniendo que responder preguntas y expresarse. Las clases culminaron con una salida a comer hamburguesas.
“Pensamos en ello como en una escalera del valor, en la que cada peldaño representa un paso de mayor dificultad, por decir, hablarle a una persona nueva, hablar en voz más alta o, quizá, hablar con oraciones completas en lugar de responder con monosílabos”, explicó Rachel Merson, una psicóloga en el Centro para la Ansiedad y los Trastornos Relacionados, de la Universidad de Boston, la cual tiene un programa similar para tratar al mutismo selectivo.
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Mutismo no es timidez
La doctora Yulia Perch, psiquiatra de Long Beach, California, llevó a su hijo Leo, de 9 años, al programa en Florida. Del primero hasta el tercer año, contó, nunca les habló ni a las maestras ni a los compañeros de clase.
“Cuando interactuaba con otros niños, no podía compartirse con ellos”, añadió. “No podía hacer bromas. No podía corresponder. Solo era una intimidad limitada”. Después de su primera sesión individual, Perch llevó a Leo a una playa donde otro niño y él descubrieron un mapache y terminaron hablando sobre el animal y, al final, el videojuego Minecraft. Después de la conversación en la playa, contó la madre, “comprendió la recompensa humana”.
Durante la segunda sesión, Perch quedó estupefacta cuando Leo logró hablarle en un susurro a su terapeuta. En el cuarto día del programa de inmersión, se le pidió que dijera la fecha frente al grupo. “El 30”, dijo claramente, abandonando el susurro de 3 días antes.
“Ha tenido esto por tanto tiempo que no estaba nada segura de que hablaría alguna vez”, dijo Perch.
Es frecuente que se diagnostique erróneamente a los niños con mutismo selectivo; a veces, los pediatras, padres y maestros confunden al mutismo con timidez. Sin embargo, hay distinciones.
Un niño tímido siempre es reservado, aun en la casa, pero puede entusiasmarse con una persona nueva al pasar unos minutos. Un niño con mutismo selectivo puede ser amigable en la casa y nunca entusiasmarse con extraños.
Retrasar el tratamiento puede exacerbar el problema, dicen los expertos. “Cada día que no estás mejor, estás empeorando y siendo más evasor”, explicó Steven Kurtz, un psicólogo en Nueva York que trata el mutismo selectivo.
Los programas de inmersión existen ahora en varias entidades de EE. UU. Kurtz ayudó a echar a andar uno en el Centro Médico Langone de la NYU y otro en el Instituto Mental Infantil de Nueva York. Planea publicar videos educativos gratuitos para padres, maestros y niñeras que deseen ayudar a niños con mutismo selectivo. (F)