Con los familiares
Todos sabemos que la familia es el núcleo básico de la sociedad y esto no está en discusión. También sabemos que los momentos más felices se los pasa entre la familia, pero es necesario recordar esa regla de oro que dice: “Así como nos gusta que nos traten, debemos tratar a los demás”.
Compartir el dormitorio con los hermanos o con otro familiar impone límites. Es muy desagradable tener que escuchar música estridente; evite discusiones innecesarias.
Pedir prestado útiles escolares o dinero equivale a lo mismo. Se demuestra responsabilidad pagando en la fecha ofrecida o entregando en el mismo buen estado que se recibió el objeto solicitado.
No invada la privacidad de ningún miembro de su familia entrando al dormitorio sin autorización.
Un poquito de urbanidad para recordar que la ropa interior es de exclusivo uso personal.
Por cierto, no permita nunca que nadie le tome fotos en ropa interior. Usted no es un maniquí ni se exhibe en una vidriera, preserve su intimidad; esto habla del respeto personal y la autovaloración. Además, nunca se sabe el peligro que acarrea una foto de esta naturaleza.
La fama, el dinero y el poder son transitorios. Con la familia nos une una relación mucho más trascendente, no le dé tanta importancia a estos episodios efímeros y considere por igual a todos los miembros de su clan.
Si alguien toca la puerta de su casa, péinese y vístase adecuadamente antes de abrir.
La misma consideración social que se mantiene con los amigos se debe establecer en el diario vivir con los familiares.
No se sienta lastimado o resentido si un familiar no lo invitó a su matrimonio. Nunca se sabe si el presupuesto da para tanto.
En la mesa siempre se atiende primero a las personas mayores.
Por muy inclemente que sea el clima, a la mesa no se llega con camiseta interior y mucho menos con el torso desnudo.
No estacione su vehículo en la puerta de un garaje, así sea en casa de sus padres. Ya lo dijo el gran Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. (O)