Francisco, el enviado
Los trascendentes pasos de su santidad, el papa Francisco, fueron la mejor oportunidad para ‘viajar’ junto al pontífice en su ya histórico periplo a Cuba y Estados Unidos.
Gracias a la magia de la televisión pudimos ingresar a los jardines de la Casa Blanca, donde un perfecto orden protocolar nos decía que todo estaba en su punto. A partir de ese momento, y en todas sus alocuciones, recibimos lecciones dignas de recordar:
• Ya sabemos que hablar en público no es nada fácil, por eso la necesidad de construir un discurso apropiado, de acuerdo con las circunstancias, sin preámbulo excesivo y ajustándose al esquema general: introducción, cuerpo central y conclusión.
• Preparar un contenido de acuerdo con el tiempo asignado.
• Evitar chistes de mal gusto, comparaciones o expresiones groseras. No hay que ridiculizar, mucho menos, denigrar a nadie. Lo único que se consigue con esto es interponer una barrera entre el disertante y los escuchas.
• Si escoge citas o frases célebres, se debe mencionar al autor.
Toda intervención formal debe tener respaldo escrito. En la actualidad hay pantallas que, ubicadas cerca al atril, presentan los textos de manera electrónica. Preparar el discurso es sinónimo de respeto para el público.
• Dirigirse a un conglomerado, no importa si es multitudinario o una sala para diez asistentes; sea político, educativo, deportivo o social, impone cuidar la imagen (lo que incluye indumentaria formal y zapatos bien lustrados), el tono de voz, la inflexión y los gestos.
• Estar consciente de los defectos de dicción es un buen paso para la comunicación eficaz. No dude en tomar clases para aprender a pronunciar adecuadamente.
• Muy importante: cuidar la construcción gramatical. No es necesario tener maestría en retórica u oratoria, lo indispensable es saber ubicar los signos de puntuación para una adecuada comprensión. La claridad del lenguaje es el éxito del mensaje.
Y hoy que, en el mundo cristiano, se celebra la festividad de san Francisco de Asís, vale recordar un fragmento de su tan difundida oración. Tal vez este contenido inspiró al papa. Tal vez esto nos ayude en el próximo discurso.
“Señor: haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, ponga amor; donde haya ofensa, ponga perdón; donde haya discordia, que yo ponga unión; donde haya error, que ponga la verdad; donde haya duda, ponga la fe; si hay desesperación, que ponga la esperanza; donde haya tinieblas, que ponga la luz; donde haya tristeza, que ponga alegría”. (O)