Conducta humana
Los trastornos de la personalidad están vinculados con la genética y el medioambiente. Con terapias de conducta aplicadas a tiempo se los puede modificar.
No se pueden establecer con exactitud los límites de hasta dónde una personalidad es normal, ya que existen muchas situaciones de tipo cultural que marcan determinados modelos de conducta. En la sociedad islámica, por ejemplo, es común la práctica de la poligamia –tener varias esposas–. Sin embargo, en nuestro medio está mal vista, no solo por los fundamentos cristianos, sino porque está establecida la monogamia. Pero aún así hay quienes la incumplen, produciendo situaciones encubiertas y hasta hipócritas.
La conducta que se considera normal es aquella que permite al hombre asimilar las exigencias y los retos que impone la sociedad, pero manteniendo un equilibrio en las respuestas y su manera de actuar durante la relación con el medio. No obstante, dice el neuropsiquiatra Pedro Posligua Balseca, cuando alguien padece un trastorno de la personalidad muestra rasgos de comportamientos, emociones y pensamientos prolongados y exagerados que chocan con la forma de conducta de las demás personas donde habita o con la cultura a la que pertenece.
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El desarrollo de un comportamiento anormal tiene dos vertientes. La primera se relaciona con una predisposición genética, es decir, un gran porcentaje de individuos proviene de familias con rasgos agresivos, narcisistas, violentos o antisociales, entre otros. Y la segunda constituye el ambiente, sin que exista una situación hereditaria.
Los psiquiatras Thomas P. Detre y Henry G. Jarecki, en su texto sobre terapéutica psiquiátrica, manifiestan que las distintas formas de conducta se desarrollan en épocas tempranas de la vida del individuo, y que existen al menos diez rasgos o categorías.
Por eso, dice Posligua, si un niño nace en un ambiente completamente desfavorable, caótico, peligroso, sin afecto o armonía, o con abusos incluso de terceras personas, entre otros, no crecerá con una personalidad sana.
Sin embargo, está comprobado que aunque un individuo haya nacido de padres que biológicamente son criminales, si es criado en un ambiente equilibrado, justo, con afecto y respeto, es posible modificar la predisposición genética de experimentar conductas inadecuadas.
Factores que influyen
Posligua asegura que existen muchos factores ambientales que pesan en la formación de la conducta humana. En todo el mundo, por ejemplo, el niño o el adolescente soporta no solo el asedio constante de quienes poseen trastornos de la personalidad, sino que los hacen sucumbir a través del miedo y, en muchos casos, los obligan a realizar actos antisociales, agresivos y violentos, que originan sentimientos de egoísmo, envidia y odio hacia los demás.
También, agrega, los hijos están inundados de información falsa. Los videojuegos que compran en el mercado son de violencia y ganar en estos es matar a otras personas. Entonces, dice el psiquiatra, de la ficción a la realidad hay un paso; y “cuando se crece con una realidad virtual de asesinar en el videojuego, lo puede trasladar a la realidad”, asegura.
Incluso, agrega, se afectan al ver películas o novelas donde predominan los antivalores y la violencia. “Esto hace que pierdan la conciencia crítica de cuando algo es bueno o malo”.
Adultos no aceptan el problema
En nuestro medio existen personas adultas con trastornos de la personalidad que no aceptan que tienen un problema y desplazan cualquier sentimiento de culpa o de juicio crítico o moral a los demás. En ellos, agrega Posligua, es más difícil llegar a un tratamiento lo suficientemente adecuado.
Sin embargo, refiere la psiquiatra María del Carmen García, los trastornos de la personalidad se pueden prevenir favorablemente en el niño y el adolescente que están en formación si los padres están conscientes de que a un hijo se los debe tratar siempre con amor, respeto y reglas claras.
Así, dice Posligua, es posible lograr un cambio en ellos, sobre todo cuando los padres aceptan que son parte del problema y que tienen que ejecutar un cambio en sus modelos de conducta que son anormales, ya que la están transmitiendo a sus hijos.
Según García, se puede aplicar la terapia racional emotiva conductual (TREC), que trabaja con la razón modificando las emociones, y por lo tanto, la conducta también se modifica. “Esta funciona bastante bien en depresión y ansiedad, y ayuda en casos de trastornos de la personalidad, ya que, a veces, son de difícil manejo.
Incluso, el psicólogo clínico Jorge Luis Escobar sugiere que cuando nuestras ideas o actos nos causan o provocan inconvenientes persistentes y estos desembocan en conflictos marcados con nosotros mismos o con la pareja, amigos, familia o ideas sociales, y nos restan posibilidades de desenvolvimiento adecuado por más de tres meses y de manera permanente, es conveniente buscar ayuda profesional.
Por último, la corrección, menciona Posligua, tiene que ir en dirección de un plan vital de higiene y salud mental que vaya desde las raíces mismas, es decir, desde antes del nacimiento. “Las personas deben planificar el futuro de los hijos y evitar que crezcan con deformación de la conducta.
Rasgos de conductas
Dependiente: La persona depende demasiado de otra para satisfacer sus necesidades físicas y emocionales.
Fronterizo: Se caracteriza por ser impulsivo e inestable anímicamente, de la imagen propia de la persona y de las relaciones.
Evitación: La persona se siente muy tímida, inadecuada y sensible al rechazo.
Antisocial: Tiene un patrón prolongado de manipulación, explotación o violación de los derechos de otros. A menudo este comportamiento es delictivo.
Histriónico: La persona actúa de manera muy emocional y dramática que atrae la atención hacia ella.
Narcisista: Tiene un sentido exagerado de egocentrismo y una extrema preocupación por sí misma.
Paranoica: La persona presenta desconfianza y recelos de los demás en forma prolongada.
Esquizoide: Tiene un patrón vitalicio de indiferencia hacia los demás y de aislamiento social.
Esquizotípico: La persona tiene dificultad con las relaciones interpersonales y alteraciones en los patrones de pensamiento, apariencia y comportamiento.
Límite: La persona tiene emociones turbulentas o inestables, como sentimientos acerca de sí mismos y de los demás. A menudo toman acciones impulsivas y tienen relaciones interpersonales caóticas.
Fuente: Biblioteca Nacional de Salud de los EE.UU.