Cuando ejercitarse es una obsesión
La repetición exagerada de la práctica de algún ejercicio o deporte es una conducta irracional que conduce a riesgos. La vigorexia es un problema.
En el mundo tan competitivo en que se vive hay quienes, por estar saludables o por querer lucir como otros, se han obsesionado con la práctica a diario de ejercicios o deportes, sin medir las consecuencias para su cuerpo.
Según la psicóloga clínica Paquita Brito, estas personas lo hacen primero para mantenerse bien; luego, por seguir un patrón de conducta social; y finalmente, para mantener un estatus, porque cuando se pertenece a un grupo hay que seguir los esquemas de comportamiento que permiten entrar y permanecer en este. Todo con el fin de ser aceptado y admirado.
Tales individuos, dice, también se preocupan por hacer ejercicios de moda, le dan importancia al nombre del gimnasio o a la marca de ropa que usan. De ahí que, poco a poco, el cuerpo requiere de esas endorfinas (hormonas del placer) que se convierten en importantes e indispensables.
Entonces, “si la práctica de tales actividades físicas está enmarcada en una repetición sin control, ilimitada y no racional, la persona está frente a una enfermedad que puede transformarse en mala, peligrosa y complicada, más aún, si se une a otra patología. Pero si se controla, definitivamente no es problema”, asegura.
Luis, de 31 años, concuerda con Brito. Él practica crossfit desde hace un año y medio y se considera un obsesionado con este deporte, porque no puede parar. “Lo realizo todos los días y me siento mal cuando no entreno. Al principio como estaba muy incentivado con la práctica cometía errores como, por ejemplo, creer que estaba listo para alzar pesos cuando no era así. Un día desobedecí las recomendaciones del instructor y terminé con mis rodillas y muñecas inflamadas. Entonces me dije, tengo que parar, no debo ser irresponsable, debo hacerlo poco a poco”, refiere.
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Un caso parecido es el de José Darío, de 35 años. Él es un obsesionado con la práctica del tenis. Lo juega todos los días, de lunes a domingo, y se despierta a las 05:30 para ir a la cancha. Por eso se acuesta a dormir máximo a las 22:00, porque si no, su cuerpo no funciona.
“Antes de jugar tenis, yo había tenido un gran periodo (varios años) de cero actividad física, porque un día jugando un partido de fútbol sentí la falta de oxígeno que casi me llevó a darme la blanca. Adicional a eso, los resultados de exámenes de salud dieron alerta que debía comer más sano y hacer actividad física. Eso fue a los 32 años y desde allí llevo 3 años jugando tenis”.
Ahora José Darío es responsable con su cuerpo. Él cree que mientras los ejercicios o deportes no interfieran en la vida familiar o laboral, es una actividad necesaria para el ser humano. “Hacer cualquier actividad física es una responsabilidad de todos para alcanzar la salud mental y corporal completa”.
Vigorexia
Para Brito cuando las personas convierten cualquier ejercicio o deporte en una obsesión, debido a la conducta irracional y sin límites, les importa más el movimiento que el pensamiento, y los resultados suelen ser negativos.
La vigorexia es un ejemplo. La psicóloga clínica Glenda Pinto Guevara, experta en adicciones, indica que esta es la excesiva práctica del deporte debido a una obsesiva preocupación por el aspecto físico. Por lo general suelen ser hombres y mujeres entre 18 y 35 años, que quieren lograr un cuerpo musculoso. En este sentido, el ejercicio es considerado la herramienta para llegar a conseguir el tan anhelado y aplaudido cuerpo perfecto.
Estas personas a pesar de lograr un cuerpo musculoso, la visión de sí mismos está tan distorsionada que continúan viéndose flacos, pues consideran que necesitan seguir desarrollando la musculatura, lo que les induce a realizar ejercicio físico y pesas, de manera compulsiva.
Los afectados comienzan a dedicar demasiado tiempo, entre tres y cuatro horas diarias, a esa actividad y lo sustraen del resto de sus labores u ocupaciones cotidianas, por lo que se afectan los estudios, profesión, familia, amigos, entre otros. Por lo general, se muestran un poco reservados, introvertidos y hasta nerviosos.
Como cualquier conducta obsesiva, dice Pinto, lo que la distingue como tal es el trastorno de ansiedad, mediante lo cual la persona no puede relajarse ni estar bien si no hace y actúa como piensa, en este caso físicamente.
También, dice, están obsesionados con la báscula y al igual que sucede con la anorexia, que es un trastorno de conducta alimentaria, tienen una imagen distorsionada de sí mismas cuando se miran al espejo. Por lo tanto, no aceptan su cuerpo puesto que siempre lo ven imperfecto. Suelen por ello someterse a un entrenamiento excesivo que incluye su obsesión por pesarse constantemente”.
Baja autoestima
Según Manuel Vivanco, médico con una especialidad en psicología deportiva, la obsesión por hacer ejercicios o deportes tiene que ver también con causas internas como son los sentimientos de minusvalía o por problemas de salud que obligan a salir del sedentarismo.
También influye el hecho de que al encontrar pareja desean lucir más atractivas mientras dura la relación afectiva. “Al principio la actividad que hacen las personas obsesivas es normal, pero luego se va transformando en una conducta repetitiva”, comenta.
Pinto, agrega, que estos individuos condicionan con frecuencia su autoestima a los resultados que la actividad física o el deporte produce en ellas. Por ejemplo, quienes sufren de vigorexia: a mayor musculatura, mayor seguridad.
Estas personas al tener una imagen tan distorsionada de su cuerpo nunca llegan a sentirse satisfechos, lo que les hace sentirse “fracasados” en su intento de verse mejor. Por ello pretenden reforzar su autoestima mediante la belleza exterior y la perfección corporal.
Entonces, dice Pinto, debe quedar claro que toda obsesión por hacer ejercicios o deportes sin límite muestra una carencia interior. “Lo más sano es que las personas practiquen actividades físicas con mucha responsabilidad, sobre todo, siguiendo las recomendaciones de los expertos”. Por último, sugiere cultivar la mente y la inteligencia mediante la lectura, el estudio, la contemplación del arte o la conversación con un buen amigo.
Riesgo peligroso
Toda actividad física requiere un control y una prescripción adecuados para que no sea riesgosa; sin embargo, cuando se evaden las recomendaciones dadas por un profesional y se comienza con una práctica deportiva obsesiva se pueden producir daños físicos y mentales. Incluso se automedican y ponen en riesgo la vida.
Esta obsesión deportiva, explica Glenda Pinto, hace que las personas no se perciban como ellas quieren, y algunas veces pasan de la euforia a la depresión, incluso piensan hasta en el suicidio, por lo que las consecuencias podrían llegar a ser mortales.
Indudablemente, agrega, es un problema grave y es necesario recibir atención médica para lograr vencerla. El tratamiento es de tipo psicológico, en el que se propone modificar la conducta del sujeto, recuperar su autoestima y superar el miedo al fracaso.
Es fundamental que cada persona tenga la mente en equilibrio. Incluso el entorno afectivo cumple una función esencial para su recuperación. Por eso es muy positivo que se apoye y se motive al paciente para que trate de disminuir su rutina de ejercicios diaria y pierda el entusiasmo por esa actividad deportiva. Es muy positivo también el despertar su interés por otras actividades.