Culpables sin razón

29 de Enero de 2012
Sheyla Mosquera de Calderón

Hay culpas sin motivo que tienen un origen inconsciente por lealtades ciegas de los más pequeños hacia sus padres. También surgen del ámbito social y laboral.

En cualquier parte del mundo existen seres que se sienten culpables sin motivo aparente. Un sentimiento que martilla sus mentes a cada instante y que no les permite tener un poco de paz interior.

El cronista gráfico de la Sudáfrica del ‘apartheid’ Kevin Carter es un ejemplo. En abril de 1994 lo llamaron desde Nueva York para decirle que había ganado el premio Pulitzer por la fotografía de portada publicada en el New York Times.

La gráfica se trata de una niña moribunda, con la cara en el polvo y un buitre al acecho en la aldea sudanesa de Ayod, en África.

Seis días después, Kevin recibió la noticia de que su mejor amigo, Ken Oosterbroek, murió en un tiroteo en Tokoza. Él quedó destruido, lloró como nunca y lamentó amargamente que la bala no hubiera sido para él. Es que Kevin no solo atrapó el Pulitzer, sino también la maldición de una pregunta: “¿Qué hiciste para ayudarla?”. Esta presión lo empujó al suicidio, quizás atrapado por la culpa.

El psicólogo clínico Óscar Nieto Barquet, facilitador de Constelaciones Familiares, refiere que toda culpa surge de la conciencia. Aquella que nos dice qué está bien y qué está mal en el sentido en que se nos ha enseñado. Cuando se trata de pertenecer a algo, a un lugar, a una familia o a un trabajo, sirve para dirigir nuestras acciones de acuerdo con lo que el grupo espera.

“Si el ser humano rompe las reglas de pertenencia, se siente culpable; pero si las cumple, se encuentra en un estado de inocencia, aun si matara a alguien en nombre de sus creencias”. Kevin cumplió las reglas de su trabajo como cronista gráfico.

Para quien actúa de esta manera está bien lo que ha hecho, agrega, y para quienes sufrieron sus acciones está mal, y de ahí sobreviene el sentimiento de culpa sin razón, que proviene del inconsciente”.

El inconsciente, dice, impulsa un sentimiento de culpa y la necesidad de expiar (pagarla) o sufrir. Esta siempre se hace presente y con ella, el dolor y la enfermedad.

Sentimiento de culpa

El 90% de las enfermedades emocionales, dice la psicóloga clínica Romy Albuja Arteaga, parte justamente del sentimiento de culpa sin razón. Dos siglos atrás, el psicoanalista Sigmund Freud lo mencionó, incluyendo  los problemas originados de hechos ocurridos de tipo sexual como son las violaciones o el manoseo, entre otros.

Existen muchos casos de abusos sexuales en los que la víctima lo calla y cuando se atreve a comentarlo es precisamente en el hogar, donde la madre hace comentarios como: ¿Por qué se quedó callada? o ¡tal vez fue su culpa! “Ocurre porque de esa manera la señora no afronta el hecho, así no tendrá culpa”.

También se dan hechos circunstanciales como cuando se “da un secuestro express y dicen: ¡Tuvo la culpa porque sale de noche! o ¡se lo he dicho!”.

Sin embargo, no hay culpa porque se puede salir de noche o de madrugada y nadie tiene derecho de realizar un secuestro. Pero la víctima en el fondo se siente culpable sin razón y piensa que algo hizo para ocasionar aquello.

Educación intrafamiliar

Nuestro medio social, agrega Albuja, es maltratante. En este se mantiene, fecunda y desarrolla como base la generación de la culpa sin razón. Un estilo fomentado en la educación intrafamiliar e incluso en la convivencia de pareja, muy difícil de erradicar.

Incluso, dice, hay casos generalizados de menores que han sido atentados sexualmente. No lo revelan porque sienten que tienen algo de culpa de que su abuelo, tío o padrastro lo haya abusado.

Según Nieto, una persona abusada siente sobre sí, sobre su cuerpo, la culpa. Ha perdido su estado de inocencia y su vida está bloqueada al amor. Hasta que pueda mirar al abusador y decirle: “Dejo en ti la culpa de lo que tú me hiciste y te suelto, no te cargo más”. Así vuelve a su estado de inocencia. 

Asimismo, agrega Albuja, es común escuchar que el maltratante tras agredir, por ejemplo, a la pareja siempre justifica la acción culpabilizando a la víctima. “Hay casos de mujeres golpeadas por su conviviente que al preguntárseles por qué lo permitieron, terminan justificándolos y acusándose de ser las responsables del hecho”.

También, agrega, hay hijos que viven un infierno con padres neuróticos, maltratantes o agresivos. Juan Carlos,  de 33 años, es guayaquileño y aún recuerda cómo su madre lo hacía sentirse culpable cuando apenas tenía 9 años. “Ella es una mujer creyente de supersticiones y brujerías. Siempre me llevaba a casa de brujos. De esos recuerdos de oscurantismo guardo la imagen de ella regañándome por tener cruzada una pierna, los brazos en bruces o cualquier otra postura que rompiera con el hechizo que el brujo le había practicado. Me culpaba de que su vida amorosa y la inversión que hacía con estos ladrones de la credulidad no diera fruto por culpa nuestra”.

Este sentimiento de culpa sin razón, agrega, hizo que Juan Carlos creciera siendo incrédulo y que tampoco creyera en la existencia de Dios.

Nieto, en cambio, pone de ejemplo a la cantante británica Amy Winehouse. Muchos ubican la culpa de su muerte en su exesposo, otros en las drogas.  Sin embargo, su vida era la representación de algo más: darlo todo por su padre. No hacerlo implicaría tener su rechazo. La adicción a las drogas es la manera en que suplanta la carencia de un amor parental equilibrado. Las drogas reemplazan al amor del padre y la llevan al sacrificio, a la muerte.

“Quien sufre de adicciones busca al padre. Una búsqueda inconsciente, que enferma y  genera dolor y muerte. Siempre hay que mirar más allá de la ‘culpa’ aparente”.

Despojarse de la culpa

Bert Hellinger, filósofo, teólogo y terapeuta alemán, con sus observaciones  desarrolla una posibilidad para abordar aspectos como la culpa sin razón y sanar. Nieto considera que la paz se inicia en el interior de cada persona. En el reconocimiento de lo que es, de lo que cada uno es, como hijo, como padre, como jefe, como colaborador. “El reconocimiento genera un movimiento sanador de la culpa que libera a quienes llevan las culpas que no deben cargar”.

El ser humano desde que es concebido está llamado por algo más grande al amor. Por eso es necesario que las familias, las empresas, los grupos, desde que se establecen y estructuran, sostengan un equilibrio saludable en el que  cada quien en su lugar pueda crecer y ser quien debe ser, sin necesidad consciente o inconsciente de tomar lugares de otros, para traerlos a la memoria o para compensar sus tragedias anteriores, con el dolor y sufrimiento actual.

Cuando los padres se separan, por ejemplo, agrega, un hijo puede “pretender” sin saberlo, en nombre de su amor por la madre, cubrir el lugar del padre; y la madre darle ese lugar diciendo algo como: “Ahora tú eres el hombrecito de la casa”. La culpa de ese hijo respecto del padre, a quien le usurpa el puesto,  y de la madre, a quien no alcanza a satisfacer por ser apenas un pequeño, lo llevará hacia el dolor, la frustración, la enfermedad y  la falta de disponibilidad para la vida, el amor y la felicidad.

Por último, dice Albuja, la mitad de la humanidad padece de un sentimiento de culpa sin razón enquistado por la otra mitad de la humanidad, que de esa manera se libera de sus culpas con razón.

 

 

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