El dilema, ser organizados

04 de Noviembre de 2012

Toda persona lo puede ser si se lo propone. Todo depende de la estructura de su personalidad.

Elizabeth, de 32 años, es de esas maestras de escuela que les encanta ser organizadas. Pero advierte que solo lo es en su trabajo, mas no en su vida personal.

Cuando ella era niña, su mamá le enseñó que debía cumplir con las tareas escolares y le creó un horario, así no tendría que estar esclavizada con ella. De hecho, lo consiguió.

“Con mi trabajo soy muy organizada porque no quiero incumplir con mis tareas o quedar mal con mis alumnos. Planifico mis actividades con un mes o más de anticipación y las desarrollo por prioridades: de lo más importante a lo menos urgente. En este caso cumplo, descanso y me siento feliz, pero en mi casa soy desordenada”.

Según la psicóloga clínica Sonia Toledo, ser organizados significa poner en orden y en secuencia lógica las actividades que se deben hacer. Incluso, agrega, se puede ser organizado tanto en la vida personal como en el trabajo.

“La organización se instaura en el ser humano desde la niñez, cuando los padres con el ejemplo van enseñando a los hijos a ser ordenados y cumplidos. Ser organizados significa planificar; mientras que ser ordenados, colocar las cosas en el lugar que les corresponde”, asegura.

Para Crisanto León, asesor empresarial, la persona organizada siempre hace una planificación trazando todos los ámbitos de su vida. Para esta, las prioridades son: el Creador, la parte afectiva con el cónyuge, los hijos y los familiares. Mientras que en el plano laboral son: cumplir a cabalidad lo asignado por la empresa, según el conocimiento, experiencia y creatividad.

“Una persona organizada en lo personal y en lo laboral obtiene éxito, porque tiene ideas claras. Es pulcra, disciplinada y fiel, sobre todo, con las reglas del hogar o de la empresa. Por eso, todo fluye y le va bien. Pero cuando es desorganizada y desordenada, sus asuntos son un desastre, nadie les tiene confianza”, asegura.

Vida ordinaria

Según el psicólogo clínico Lenin Salmon, la persona organizada vive de acuerdo con reglas que le dan estructura y, por ende, seguridad a su vida ordinaria. En el extremo encontramos a la persona neuróticamente ordenada que se rige por una rutina poco elástica y se frustra cuando su vida metódica se altera por la informalidad (impuntualidad, compromisos que no se cumplen, tareas mal hechas, etcétera) de las personas desordenadas, que son la mayoría.

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Por lo general, agrega, la persona organizada se siente con autoridad para señalar y desaprobar las inconsistencias en la conducta de los menos organizados, por lo que usualmente no goza de mucha popularidad. El peor escenario en este caso se da cuando a un jefe neuróticamente organizado le toca dirigir a un grupo de subalternos desorganizados.

Existe otro grupo de personas organizadas que admiten que sus expectativas sobre el orden y cumplimiento no se van a cumplir, pero no se amargan; más bien se resignan a vivir en un mundo imperfecto sintiendo que poseen una cualidad que, aunque no sea apreciada por los demás, eleva su autoestima.

Por último, dice Salmon, ser o no organizado es una manifestación de la personalidad del individuo, por lo tanto, aquella persona que es organizada en su vida diaria es muy probable que también lo sea en su trabajo, aunque la naturaleza del mismo será una fuerte influencia. “El orden es algo que se aprende, desde pequeño, y es una muestra clara del comportamiento responsable”, asegura.

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