El poder de la oración

11 de Diciembre de 2016

La comunicación espiritual puede ser una herramienta útil para acompañar el proceso psicoterapéutico.

La oración es una experiencia con connotación espiritual, más que religiosa, manifiesta de entrada el psicólogo clínico Samuel Merlano. El que ora tiene desarrollada una fe en alguien y está consciente de que es vulnerable y no eterno en la tierra. “Se quita la máscara social, la religiosidad, muestra su esencia”.

Al verbalizar ese estado, el orante se reconoce. “Pensaba que era un superhombre, que todo estaba bien, pero se da cuenta de que es frágil”. A cambio recibe energía, combustible para seguir avanzando. “Se vuelve más humilde, sociable y humano”. Eso es lo que verán los que traten con él: alguien que está generando cambios. Entonces, la oración es una oportunidad de crecimiento.

Orar con un propósito

La oración es una de las manifestaciones religiosas más significativas, es el punto de vista de la psicóloga clínica Glenda Pinto. “Puede ser una simple devoción o práctica piadosa, privada o pública, individual o colectiva, en una circunstancia especial o no, ritual e incluso obligatoria”.

Sin embargo, Pinto se centra en que toda oración tiene un propósito central: “Pedir ayuda comunicándose con un ser todopoderoso, grande, superior y fundamentalmente sabio y bueno, por tanto, las maneras de hacerlo son aquellas que el propio corazón le indica a la persona”.

Para el que es creyente, la oración es una comunicación a través de la palabra en busca de claridad y de sentido. “Es una necesidad tan humana como cualquier otra”, dice Pinto.

La oración es también la posibilidad humana de “hacer presente lo ausente”, es decir, es el momento en que se unen el pasado y el futuro (los ausentes) a través de la palabra, para conectarse con una conciencia superior. “Es salirnos totalmente de nosotros mismos”. Al orar, se está experimentando el infinito, “y ninguna palabra puede describir esa experiencia”.

“Todo el que ora tiene una intención de buscar un beneficio personal o grupal”, señala Merlano. “Pero también hay quien ora por gratitud. El ser humano nunca deja de pedir, pero hay momentos en que la necesidad puede quedar a un lado”.

Este aspecto de la oración es, ilustra Pinto, un camino de sencillez, de percibir como un niño. “‘A no ser que te hagas como un niño’ significa encontrar la inocente capacidad de maravillarse”. Y la forma de encontrarla, dice, es en el silencio del propio ser, al contrario de soñar despierto, lo cual puede convertirse en una pérdida peligrosa de tiempo.

El niño, comenta a su vez Merlano, es más espiritual que el adulto. “Podemos aprender de él a ser simples y sencillos, sin adornar el discurso, sin dar rodeos ni competir por mostrarse más virtuoso que el otro. Los adultos levantamos barreras contra los demás y tenemos emociones negativas que se convierten en bloqueos de la oración”.

Un ejercicio inusual

Pinto opina que debido a malos hábitos culturales, nos preocupamos mucho de la dimensión física e intelectual, pero muy poco de la espiritual, “lo que repercute en falta de coherencia, afectando las otras áreas, que creemos más importantes”.

“Las conexiones espirituales son los niveles más difíciles a los que el ser humano puede llegar”, dice Merlano. “No son una tendencia natural. Tendemos a satisfacer nuestras necesidades biológicas y emocionales: sentirse querido, importante, tener reconocimiento. Muy poca gente dice: Voy a orar porque quiero prepararme por la eternidad, por ejemplo. Para que exista eso tiene que haber disciplina. Hay que tomarlo como el símil de un gimnasio. El que va por primera vez tiene mucha pereza. Y dolor. Pero si persiste, ve resultados y se motiva a seguir yendo. En la oración sucede lo mismo. Al principio, se quedará dormido. Pero si se mantiene en su propósito, va a encontrar disfrute en el nivel espiritual y va a desarrollar fortaleza, motivación y bienestar emocional, mental y físico”.

Este ejercicio tiene un aspecto importante: el que ora busca estar solo, “pues busca la frecuencia espiritual en la cual se siente tranquilo y escuchado. Así, entra a otro nivel de comunicación, donde no esconde nada y puede llorar, arrodillarse o postrarse”, afirma Merlano. “En psicología, esto se llama catarsis: liberación de la angustia. Es comunicación que no se puede tener con otra persona humana, porque en este último caso, el nivel de frustración que se genera (porque el otro no quiere o no puede ayudar) podría desmoronar emocionalmente al suplicante”.

En la catarsis, continúa el psicólogo, se genera un estado de homeostasis (restablecimiento del equilibrio emocional). “Se liberan endorfinas, serotoninas, dopaminas, y se entra a un estado de relajación. La persona sale de ese momento en paz”.

Formas y niveles en la oración

Las religiones suelen otorgar validez a la mera repetición de palabras, reconoce Pinto, y esto puede ser incluso en un idioma que el orante no entiende o con conceptos difíciles de entender. “Mas en la práctica popular, las propias palabras tienen el poder curativo o la eficacia”.

“Hay personas que oran porque su religión se lo pide. Esa oración automática, inconsciente, no es profunda. Pero usar las propias palabras es un ejercicio distinto”. A esto, dice Merlano, se llama clamor: el que necesita una respuesta en ese mismo momento, porque no puede esperar”.

Pero hay un nivel más profundo de la oración: la intercesión, en la que no se pide por uno mismo, sino por el otro, sin que se lo digan. “Desarrollo empatía al sentir el dolor de la otra persona y llevarla para entregársela a Dios”.

Hay un aspecto interesante en la intercesión, que también se da en el principio de la felicidad: mientras más trate usted de proporcionársela a sí mismo, más lejos estará de ella. Es algo que se consigue indirectamente, al dárselo a otros.

“El que repite: ‘Yo quiero ser feliz, déjenme tranquilo, no me molesten’, no lo logrará nunca. En el ejercicio de la oración pasa lo mismo”. Mientras se ora por otro y se olvida el propio interés, muchas de las oraciones hechas en el pasado son contestadas, asegura Merlano. “Muchas oraciones que estaban en espera se resuelven”. La oración es comunitaria, social, empática. “No puedo pretender tener a Dios solo para mí (ignorando la necesidad del otro)”.

Efectos sobre la salud

Que la oración tenga efectos en la salud mental y física tiene defensores y detractores, explica Pinto. Los primeros notan los cambios morfológicos y neurológicos en las estructuras mentales, que llevan al organismo a funcionar de manera óptima.

El segundo grupo afirma que las oraciones no tienen poder en sí sino que dependen de la persona y en cómo reaccionan su mente y su cuerpo frente a los problemas, y que esto es a lo que los creyentes llaman fe.

“El neurocientífico Andrew Newberg, del Hospital Thomas Jefferson, y Mark Robert Waldman, experto en comunicaciones, dirigieron un estudio en el cual imágenes por resonancia magnética mostraron que existe poder en la oración o meditación”, detalla Pinto.

Newberg escribió que cuando una persona se concentra en la oración, hay un aumento de la actividad en los lóbulos frontales del cerebro y en el área del lenguaje, conocida por activarse durante una conversación. Encontró que, para el cerebro, orar a Dios es similar a conversar con una persona cercana.

“Como parte experimental del estudio, Newberg inyectó a los participantes con una tintura radiactiva no dañina mientras estaban en oración o meditación profunda. Esta tintura pasaba a las partes del cerebro donde el flujo sanguíneo era mayor. De esta forma concluyó que independientemente de la religión, la oración crea una experiencia neurológica en los individuos”. (D.V.) (F)

ESPERANDO UNA RESPUESTA

Pinto deja en claro que las peticiones están al servicio de la salud mental siempre y cuando el pedido “tenga alguna conexión con su realidad actual, sea preciso y sobre todo realista. Por ejemplo, ganarme la lotería, tener la relación perfecta o salvar a una persona querida de la muerte son pedidos inespecíficos y poco realistas”.

¿Cuánto dinero quiere y para qué? ¿El familiar enfermo tendrá una mejor calidad de vida si logra salvarse? “Esas aspiraciones inespecíficas no permiten que la mente de quien ora se organice”, explica Pinto.

Pregúntese qué necesita y para qué, porque de lo contrario podría entrar en el campo de la sugestión y las ideas delirantes.

Tenga en cuenta que pueden haber estorbos, dice Merlano. El odio, resentimiento y venganza son bloqueos que no permiten conectarse a una oración terapéutica, que genera cambios. “Antes de que oren para hacer petición sobre otros asuntos, pónganse de acuerdo con el otro. No puedo pedir un bien si deseo un mal para los demás”.

El psicólogo aconseja:

-Tenga un lugar reservado y tranquilo para la oración.

-No divulgue que está orando por otro “para que Dios lo cambie”. Si la persona está sufriendo, exprésele cariño y comprensión. No haga alarde. Es un acuerdo privado entre el que ora y Dios.

-No haga peticiones si está enojado con su prójimo o su pareja. Reconcíliese primero.

 

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