Entre el olvido y la edad
No es lo mismo olvidar dónde dejó su carro aparcado que no acordarse cómo es su vehículo. Preste atención a los cambios cognoscitivos.
Recientemente le dije a mi grupo de caminata que quería escribir sobre el “trastorno de recuperación”, nuestro problema común para recordar nombres y fechas, lo que acabamos de leer y dónde e incluso lo que cenamos anoche.
Una de las septuagenarias compañeras propuso que lo llamara trastorno de recuperación atrasada. “No es que no recordemos”, aseguró. “Es que necesitamos más tiempo que antes, a veces mucho más tiempo”. Y después se preguntó: “¿Será realmente un trastorno? Parece que nos sucede a todas. ¿No será algo normal al envejecer?”.
En efecto lo es, como me enteré después en varios reportes recientes, uno de ellos publicado en abril por el Instituto de Medicina de Estados Unidos. Y no significa que todos nos estemos yendo por el camino a la demencia, aunque con la edad, si no se atienden, los cambios cognoscitivos pueden hacer cada vez más difícil satisfacer los requerimientos de la vida cotidiana.
Estoy dolorosamente consciente de los lapsos de memoria, cada vez más frecuentes, como dónde dejé mis lentes o mi teléfono celular. El otro día busqué por toda la casa un recipiente de helado, que finalmente encontré en el microondas, donde lo había metido para ablandarlo. La mayor parte de mi vida tuve una excelente ortografía y fui un diccionario de sinónimos ambulante, pero ahora recurro sistemáticamente a un diccionario en línea y a la capacidad de mi computadora de adivinar la ortografía de la palabra que estoy tratando de escribir.
Aunque los problemas con la memoria se vuelven más visibles después de los 65 años, los cambios en la función cognoscitiva de hecho empiezan muchos años antes, pero sus efectos generalmente se esconden en el exceso de neuronas del cerebro y en su capacidad de establecer nuevas conexiones a lo largo de toda la vida.
Edad, la diferencia
La Asociación de Jubilados de Estados Unidos (AARP) tiene una serie de tranquilizadores folletos, llamados Staying Sharp. En uno de ellos afirma: “En lo que se refiere a las funciones del cerebro, olvidar puede ser tan importante como recordar; sería ineficiente que el cerebro tratara de retener cada trozo de información a la que se ha expuesto a lo largo de toda la vida”.
Casi una tercera parte de adultos saludables de edad tienen problemas para recordar hechos, personas, lugares y otras cosas que se encuentran diariamente, “empero, en pruebas difíciles de memoria, un número considerable de octogenarios se desempeña tan bien como los treintañeros”, observa la AARP. Tampoco significa que quienes no estén muy bien cognoscitivamente sufran de una enfermedad del cerebro. “Así como no diríamos que un corredor de maratón que baja el ritmo después de los ochenta años tiene un problema motriz, la declinación cognoscitiva causada por la edad no es necesariamente patológica”, explica Molly V. Wagster, jefa de neurología en el Instituto Nacional de la Edad. “Quizá simplemente seamos más lentos para recuperar cosas y más lentos para aprender cosas nuevas”.
Además, Wagster dijo que “el cerebro viejo conserva su plasticidad; es capaz de hacer cambios adaptativos. Algunas regiones del cerebro funcionan de manera ligeramente diferente y, de hecho, podría ser mejor que en la edad joven”. Algunos de los cambios, como la profundidad de la comprensión y la sabiduría cosechada con la experiencia, son mejoras que pueden compensar los efectos menos positivos derivados de la edad, agregó.
Denise C. Park, psicóloga de la Universidad de Texas en Dallas, señala que si bien la “capacidad de procesamiento” del cerebro declina más bien continuamente de los 20 años en adelante, el “conocimiento del mundo”, como el vocabulario, se va incrementando al menos hasta los 70 años, cuando parece estabilizarse. Aun así, es importante reconocer síntomas posiblemente patológicos de disfunción cognoscitiva, como perderse al conducir hacia un lugar conocido, tener problemas con las finanzas o no tomar los medicamentos correctamente. Esto sí justifica atención médica, advirtió Wagster.
Como lo señala la AARP: “Olvidar dónde estacionamos el auto es algo que puede pasarle ocasionalmente a cualquiera; pero olvidar cómo es el auto sí puede ser
motivo de preocupación. “Evitar un declive cognoscitivo que pudiera interferir con la calidad de vida es una opción mucho mejor que tratar de revertirlo. El Instituto de Medicina pone de relieve varias acciones que cualquiera puede realizar para aumentar sus posibilidades de mantenerse cognoscitivamente sano hasta bien entrado en los años del ocaso.
Buenos hábitos
Numerosos estudios han documentado los beneficios del ejercicio regular para el cerebro, así como para todo el cuerpo. Por ejemplo, de las 18.766 mujeres que participaron en el Estudio de Salud de las Enfermeras, las que tenían mayor nivel de actividad presentaban 20% menos riesgo de disfunciones cognoscitivas que las que eran menos activas.
En segundo lugar, prevenga o controle los factores de riesgo cardiovascular, como la alta presión arterial, el tabaquismo, la obesidad y la diabetes. Lo que es bueno para el corazón parece ser bueno también para el cerebro. Una dieta relativamente baja en grasas, colesterol y azúcar, y repleta de verduras y pescado, ricos en antioxidantes, es probable que sea protectora, como también lo es una dosis adecuada de vitamina D. Beber alcohol con moderación –definiendo la moderación como un trago al día para las mujeres y dos para los hombres– o no beber nada.
Y dormir lo suficiente para que las neuronas funcionen a su máxima velocidad. La depresión tiene efectos negativos en la cognición a cualquier edad. Si usted la padece, debe tratársela.
Volver a estudiar
Aunque no haya tenido una buena educación en su juventud, nunca es tarde para dedicarse a actividades estimulantes intelectualmente, como tomar cursos en línea o en una universidad, leer libros, participar en grupos de discusión y asistir a conferencias y otras actividades culturales. Park mantiene que la “participación cognoscitiva” –aprender tareas complejas, como costura, tejido de punto o fotografía digital– puede mejorar el desempeño cognoscitivo.
Pero Wagster hace énfasis en que las actividades cognoscitivamente estimulantes deben de ser también satisfactorias o significativas, no frustrantes o un simple trabajo para mantenernos ocupados. “Aprender un idioma puede ser muy difícil a edad avanzada, a menos que tengamos una razón muy poderosa para aprenderlo”, señaló Wagster.
Por último, ninguna de estas medidas sería útil si impide la participación social. La interacción social es un claro indicador de un envejecimiento sano.
Si desea más información confiable para minimizar el declive cognoscitivo con la edad, le recomiendo encarecidamente el libro Staying Sharp, del Dr. Henry Emmons y David Alter, el cual puede ser adquirido en www.amazon.com. (I)
Así como no diríamos que un corredor de maratón que baja el ritmo después de los ochenta años tiene un problema motriz, la declinación cognoscitiva causada por la edad no es necesariamente patológica”.
Molly V. Wagster, Instituto Nacional de la Edad (EE.UU.)