Excesiva soledad
El aislamiento podría ser una amenaza para la salud pública mayor que la obesidad, dicen investigadores de la Asociación Americana de Psicología.
Que el impacto de la soledad y el aislamiento social pueda ser mayor que el de la obesidad (y en aumento), es una de las revelaciones de los expositores de la Convención Anual 2017 de la Asociación Americana de Psicología.
“Estar conectado a otros socialmente es considerado una necesidad humana fundamental, crucial tanto para el bienestar como para la supervivencia”, dice la doctora Julianne Holt-Lunstad, profesora de Psicología en la Universidad Brigham Young. “Pero un número creciente de la población estadounidense ahora experimenta el aislamiento regularmente”.
Aproximadamente 42,6 millones de adultos mayores de 45 años en Estados Unidos sufren de soledad crónica, de acuerdo con el estudio Soledad, de la Asociación Estadounidense de Personas Retiradas. El último censo de ese país muestra que más de un cuarto de la población vive sola.
¿A qué pertenezco?
La soledad, al igual que la depresión, son los males de este siglo, porque la gente está conectada, pero no comunicada, es el punto de vista del psicólogo clínico Jorge Tello. Él hace una distinción entre tener conexiones y tener relaciones genuinas, y dice que la diferencia está en que en solo en la segunda hay verdadera cercanía y se puede pertenecer.
Pues para Tello, la soledad no espera hasta la jubilación, sino que empieza con el niño, cuando los padres no le dan lo más importante: el sentido de pertenencia. Saber que pase lo que pase, ese es su núcleo, esos son los suyos. “Cuando un muchacho no tiene sentido de pertenencia, ¿qué ganas tiene de volver a casa?”.
A esto se atribuye que, al llegar a la edad adulta y dejar el hogar paterno, el joven no vuelva más, a no ser por algún compromiso ineludible, dejando a su vez en soledad a los padres.
¿Puede afectarme a mí?
Los más vulnerables al ataque de la soledad son los adolescentes y los adultos mayores. “El joven está en una época de cambios, de encontrar sentido a la vida; se siente incomprendido y solo. El mayor, en cambio, ha entrado en una etapa de pérdida: el trabajo, su grupo de amigos más cercanos, los hijos, la salud, los ingresos, tal vez la pareja”.
Para ilustrar la influencia del aislamiento social y la soledad en el riesgo de mortalidad prematura, Holt-Lunstad presentó datos de dos meta-análisis. El primero involucraba 148 estudios con más de 300 mil participantes, y encontró que la mayor conexión social se asocia con una reducción de 50% en el riesgo de muerte temprana.
El segundo, con más de 70 estudios de países norteamericanos, europeos, asiáticos y australianos, encontró que aislarse, sentirse solo y vivir solo tienen un efecto significativo y similar en el riesgo de la muerte prematura, uno que se equipara o excede al de otros factores de riesgo, como la obesidad.
Con una población que incrementa en edad, expresó Holt-Lunstad, el efecto en la salud pública también aumentará. Muchas naciones del mundo sugieren ahora que se enfrentan a una epidemia de soledad.
Utilidad o castigo
Pero la soledad en sí no es mala. Simplemente hay que encontrarle una utilidad. Para diferenciar entre el aislamiento productivo y el que hace daño, Tello explica que en el primer caso, la persona se aísla ‘para’. Para pensar un rato, para descansar, para meditar, para concentrarse en una tarea; esa soledad es positiva. Se aísla para producir. “Esa soledad puede ser un espacio de mucha creatividad”.
En cambio, la soledad dañina ocurre si la persona se aísla o es aislada ‘por’ algo o por alguien, por ejemplo, el niño que es encerrado solo como castigo. “En el momento en que le enseñaron a sentir la soledad como castigo, le complicaron la vida. Porque de ahí en adelante, cada vez que se sienta solo, entrará en crisis”.
¿Qué hacer?
La profesora Holt-Lunstad recomienda poner más énfasis en el aprendizaje de habilidades sociales en la etapa escolar. Los médicos deberían ser animados a incluir las conexiones sociales en sus chequeos de rutina.
Adicionalmente, la gente debería prepararse para el retiro social, tanto como lo hace en lo financiero, ya que muchos de los lazos humanos se forman en el campo laboral. Los planificadores urbanos deberían asegurarse de incluir espacios sociales compartidos que estimulen el gregarismo y la interacción, como centros recreacionales y jardines comunitarios.
Sea parte de algo, sugiere Tello. Busque un grupo religioso, deportivo, musical, afín a usted. “Cuando uno se siente útil, la soledad desaparece”. El grupo acoge, se preocupa, extraña.
Sonría. “Si usted no le ofrece una sonrisa a nadie, nadie se la devolverá. Es contagioso”.
Haga amigos que sumen, no que resten. Busque personas que siempre dejen algo positivo en usted. “Hay un pasaje bíblico que describe bien esto: El que quiere tener amigos, debe mostrarse amigo”.
Valórese. Al estar bien consigo mismo, estará bien con los demás, y no estará solo.
Acepte lo que no puede cambiar. Una enfermedad. Una ruptura sentimental. Reconozca lo irreversible para que pueda tomar un nuevo camino. Tal vez, por ejemplo, ya no pueda seguir en el cargo que ocupó toda la vida, pero con su experiencia puede dar asesoría. Y no necesita empeñarse en estar con el mismo grupo con el cual trabajó. Otros pueden beneficiarse de sus conocimientos. Ahora aplique esto a su situación actual. (D.V.)
Soledad y autoestima
La soledad es peligrosa cuando ataca la autoestima. ¿Por qué nadie se fija en usted? ¿Es que a nadie le importa cómo se siente? Y surgen fenómenos como el de la mujer soltera que sale con un casado o el casado que busca una mujer mucho más joven. “Un amante les eleva la autoestima”, indica Tello.
La soledad es peligrosa porque ataca las defensas corporales. “Si usted se siente solo constantemente, va a enfermar”, recuerda Tello, quien alude al humor, utilizado como una herramienta en los hospitales. El movimiento de payasos terapeutas está relacionado con el alza de la mejoría y del abandono de cama hospitalaria. “Cuando usted está alegre, ya no está solo: está consigo mismo”.
La soledad es peligrosa cuando es prolongada. “No hay problema en sentirse solo un rato, pero sí cuando eso dura semanas, meses o años”, dice Tello, recordando los casos de personas que fallecieron y no fueron buscadas ni encontradas hasta después de mucho tiempo.