Formas de abuso verbal: evítelas
Chantajear, manipular, ignorar, anular, dejar de responder, responder de forma agresiva, inhibida o hiriente, pese a que no haya insultos ni levantamiento de voz.
Cuando se piensa en maltrato verbal, se tiende a pensar en alguien que vocifera e insulta, fuera de control. No tiene que ser así. Algunas formas de abuso verbal son silenciosas: una pregunta no contestada. Un comentario en voz baja. El silencio puede ridiculizar al que lo recibe. La ausencia de ira envía mensajes ambiguos. Hay una sensación de ser invisible o no importante, de no merecer una respuesta.
El abuso verbal se replica a consecuencia de haber recibido una serie de abusos en el ambiente familiar, al parecer de la psicóloga clínica Linda Coronel de Arias. Por esa causa no se ha aprendido a reconocer los logros ajenos, sino a acusar a los otros de constantes errores.
Mucho de lo que ocurre es por los patrones culturales; uno no se da cuenta de que está haciendo al otro víctima de lo que ha heredado de padres y abuelos. No se rompe ese círculo, sino que se lo incorpora a la relación con los hijos, pareja o colaboradores, comenta el psicólogo clínico Airam Vadillo.
La manera de comunicarnos se desarrolla desde el hogar paterno, enfatiza la psicóloga clínica Cecilia Chávez Bowen de Larrea. “Si recibimos gritos, si el sarcasmo prima, vamos a repetir ese modelo como algo natural, como la única manera de expresarnos, sin comprender que alguien se resienta u ofenda”.
Normalizado, no normal
La formación machista es cómplice de esta conducta, afirma Coronel, “en la medida en que encontramos justificación para cada ataque, y porque casi nunca reaccionamos como defensores de la agresión que observamos”. Esta indiferencia se da por intereses, temor a represalias, a perder el hogar, el trabajo, la posición social.
“Dependiendo de cómo hayamos visto la interacción de roles en casa, interiorizamos ciertos comportamientos”, sostiene Vadillo. “El ejemplo más práctico es el rol de poder que todavía ejerce el hombre sobre la mujer y la actitud aceptante de ella. Si antes le pegaba, luego lo reemplazó por insultos y gritos, y ahora se manifiesta como abuso verbal. Los roles siguen latentes, aunque encubiertos”.
También ocurre en el trabajo, explica Vadillo. “Se hereda una serie de conductas preestablecidas. Ser jefe da potestad para tratar de determinada manera a los demás empleados. El rol de jefe es desigual, en cuanto a que tiene más tareas, responsabilidades y voz de decisión; pero el trato no entiende de jerarquías de poder, debe ser totalmente igualitario. Sin embargo, se sigue legitimando usar la voz impositiva, que es abuso verbal”.
“Si hablamos del mayor cómplice del maltrato, es el silencio”, indica Coronel, “el cual protege al abusador cuando trata de hacer creer a los demás que no ha sucedido nada. Existen agresiones sutiles como la burla, la ironía, la crítica muy disimulada, todas ellas con la misma fuerza dentro de la mente de la víctima”.
El silencio prolongado, la ley del hielo, es otra forma de maltrato, dice Chávez, cuando se utiliza para disciplinar. “Es diferente a no decir nada si se está muy enojado, pero hay que explicarlo, especialmente a los niños”.
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Frases sutiles
¿Qué es la voz impositiva? El uso de frases como: “Deberías…, tendrías que…”. Las comparaciones: “Fíjate cómo lo hace esta persona… por qué tú no”. Vadillo estima que estas expresiones “nos encasillan en una serie de roles, y si nos salimos de ellos somos mala persona, mala madre, mala esposa”. O mal alumno: “No eres suficientemente bueno, nunca vas a aprobar, haces todo mal”. Palabras como siempre, nunca, todo, nada son polaridades que no ayudan, dice el psicólogo, sino que causan dolor emocional.
El sarcasmo, la desvalorización y los apodos por defectos físicos son formas sutiles de agresión, aporta Chávez, “y algo más disimulado es la sobreprotección, que hace sentir incapaz a quien la recibe”. Sobreproteger (y dejar en realidad desprotegido) a un hijo, desanimar a un amigo en una meta, hacer sentir a la pareja que no es capaz de lograr algo sin nuestra ayuda son maneras de invalidar, disfrazadas del conocido: ‘Es por tu bien’. “No”, advierte Chávez, “generalmente es por el bienestar de una persona egoísta o codependiente”.
Alfabetización emocional
Para explicar por qué se mantiene la dinámica del abuso verbal, el psicólogo habla de una pobre educación emocional. “No hemos aprendido a manejar las emociones. Cuando nos sentimos mal (frustrados, resentidos), lo encubrimos con una emoción secundaria (ira, indiferencia) y tratamos de seguir adelante”.
Un niño no sabe la diferencia entre estar frustrado y resentido, pero con ayuda puede adquirir un vocabulario emocional para identificar lo que está sintiendo y hacerlo saber al resto.
El principio del cambio
Usted, como adulto expuesto al abuso verbal, tiene el deber de decir cómo se siente. “No le debería importar en absoluto sentirse vulnerable y decir: Me ha dolido. Tiene derecho a recibir retroalimentación”. Ante la duda sobre algún comportamiento que lo hiere, pregunte.
Si se descubre utilizando lenguaje hiriente, su responsabilidad es expresar lo que siente y especificar acciones. Pasar de ‘siempre te equivocas, todo lo haces mal’ a ‘ese día hiciste esto, me hiciste sentir así’. Parece idílico, reconoce Vadillo, “pero el control emocional y las habilidades sociales requieren entrenamiento, como ir al gimnasio”.
Sea directo. “Nos cuesta decir lo que sentimos. Nos ponemos máscaras emocionales. Los psicólogos trabajamos en la emoción real, la que subyace, no la que nos quieren mostrar. No interesa que alguien diga que se siente enojado, sino que reconozca que tiene falta de amor propio, sensación de inferioridad. Llegar a la última de las emociones”.
Lo importante para romper el ciclo del abuso es algo que parece sencillo: tomar conciencia. Una forma es ir a consulta, pero no es la única: busque una asociación de padres, un consejero amigo. Ponga sobre la mesa sus hábitos, sus formas de interactuar y busque soluciones. “Establezca alianzas y acuerdos, cree nuevas reglas y ponga límites”. En opinión de Vadillo, “estamos a tiempo de cambiar para que nuestros hijos adolescentes puedan romper el círculo y lleven una vida rica en buenas interacciones sociales”.
Decida lo que es mejor para usted, aconseja Chávez. “Cometeremos errores, pero será nuestra elección, no de alguien más. No permita insultos, burlas ni nada ‘bonito’ que lo haga sentir incómodo. Si la autoestima ha salido dañada por recibir muchas expresiones negativas, considere ir al psicólogo para recuperar la autoconfianza”. (D. V.) (F)
Derechos emocionales
“Tenemos derecho fundamental a que nos digan que lo estamos haciendo bien, que somos buenos y que tenemos valía personal”, establece Vadillo. “Que no den por hecho que es nuestro rol hacerlo bien. Refuerzo positivo”. El refuerzo negativo encierra expresiones como “es tu deber, es lo menos que puedes hacer”.
Todo ser humano tiene derecho a defenderse, a emitir criterios y a tomar decisiones, continúa Coronel. “Hay actitudes que nos sirven para afrontar, protegernos, cuidar de nuestra autoestima y salud emocional”. Recomienda:
1. No reaccione de la misma manera que el abusador, conserve la calma, la firmeza, y responda con tranquilidad.
2. Si no le permite expresarse, aproveche la menor oportunidad para hacerlo.
3. No se intimide y presente una actitud serena y altiva.
4. Defiéndase de manera coherente y explícita.
5. Evite traer temas que enciendan la conversación.
6. Si puede, trate de cambiar la conversación y hable de otro tema.
7. Si el ataque persiste, retírese y espere a que los ánimos se calmen.