Maneras de decir ‘Lo siento’
Una disculpa mal formulada puede provocar más molestia y socavar una relación.
Mucha gente dice “lo siento” varias veces al día por un sinnúmero de razones triviales, por chocar accidentalmente con alguien o por no abrirle la puerta. Esas disculpas son fáciles y por lo general se aceptan de buena gana, muchas veces con una respuesta como “no hay problema”. Sin embargo, cuando es necesario decir lo siento para enderezar palabras realmente hirientes, para disculpar acciones u omisiones ofensivas, pueden ser lo más difícil de decir. E incluso cuando se ofrece una disculpa con la mejor de las intenciones, puede perder su efecto si no está debidamente expresada.
Admito que toda la vida he tenido problemas en lo que se refiere a las disculpas, especialmente cuando pensaba que yo tenía la razón, que había sido malinterpretada o que la persona ofendida estaba siendo exageradamente sensible. Pero recientemente descubrí que la necesidad de disculparse no es tanto por mí sino por la persona que, por cualquier razón e independientemente de mis intenciones, se sintió ofendida por algo que yo dije, hice o dejé de hacer. Una disculpa sincera puede ser una potente medicina con un valor sorprendente tanto para el que la da como para el que la recibe.
Sin excusas
Después de enterarme de que una vecina que me había atacado verbalmente estaba furiosa por un descuido mío del que yo no estaba consciente, le escribí una carta con la esperanza de neutralizar la hostilidad. Sin ofrecerle ninguna excusa, le ofrecí disculpa por mi falta de respeto. Le dije que no estaba pidiendo ni esperando que me perdonara, sino que simplemente pudiéramos llevar una relación civilizada, si no amistosa. Luego le entregué la carta junto con un frasco de mi jalea casera.
Sin esperar nada a cambio, me sentí muy aliviada cuando sonó el timbre de mi puerta y la vecina vino a agradecerme por lo que había dicho y hecho. Mi alivio era palpable. Sentí no solo que había evitado a una enemiga, sino que había obtenido una amiga, que fue como se dieron las cosas en los siguientes días.
Como una semana después me enteré de que, según la psicóloga y escritora Harriet Lerner, la formulación de mi disculpa fue precisamente lo que habría recetado el “doctor”. En el primer capítulo de su nuevo libro, Why Won’t You Apologize?, Lerner señala que las disculpas seguidas de justificaciones nunca son satisfactorias e incluso pueden ser perjudiciales.
Cuando se le adjunta un ‘pero’ a una disculpa, observa, se trata de una excusa que contradice la sinceridad del mensaje original. Las mejores disculpas son cortas y no implican explicaciones que las puedan invalidar.
¿Y el perdón?
Además, una disculpa no debe contener una solicitud de perdón. La persona ofendida puede aceptar una disculpa sincera, pero quizá todavía no esté dispuesta a perdonar la trasgresión. El perdón, cuando llegue, podría depender de una demostración posterior de que no se va a repetir la ofensa.
“No es nuestro lugar decirle a nadie que perdone o no”, comentó Lerner en una entrevista. Ella rechaza la idea común de que no perdonar es malo para la salud y que puede llevar a una vida atorada en la amargura y el odio.
“No hay un único camino a la sanación”, señaló. “Existen muchas formas de abandonar emociones corrosivas sin perdonar, como la terapia, la meditación, los medicamentos e incluso la natación.” Lo más difícil de todo, advierte Lerner, es perdonar a alguien que nunca se disculpa.
Errores comunes
El núcleo de una disculpa debe de ser lo que hizo o dijo la persona que ofendió, no la reacción de la persona ofendida. Decir “siento mucho que te sientas así” aleja el centro de atención de la persona que se está disculpando y convierte un “lo siento” en un “la verdad, no lo siento para nada”, comenta Lerner.
En cuanto a la razón de que a tanta gente le cuesta trabajo ofrecer una disculpa sincera e incondicional, Lerner señala que “los humanos están programados para estar a la defensiva. Es muy difícil asumir la responsabilidad directa e inequívoca de acciones nuestras que hayan lastimado. Se necesita mucha madurez para poner nuestra relación o a otra persona por encima de nuestra necesidad de tener la razón”.
Ofrecer una disculpa es una admisión de culpa que deja a la persona vulnerable. No hay garantía de cómo va a ser recibida. La persona ofendida tiene la prerrogativa de rechazar una disculpa, aunque se haya ofrecido con toda sinceridad. La persona puede sentir que el agravio es tan monstruoso –por ejemplo, ser atacada sexualmente por un familiar– que es imposible aceptar un mea culpa del padre abusivo años después.
Rectificar algo que se percibe como agravio puede ser especialmente difícil cuando implica a familiares, que pueden inclinarse por mencionar los antecedentes –alguien que fue maltratado por el padre, otra que fue criada por una madre indiferente– como excusa de conductas que hacen daño. “La historia puede servir de explicación, no de excusa”, dice la psicóloga. “Debe de haber una conversación que le permita a la persona lastimada expresar su ira y su dolor para que la disculpa, por más sincera que sea, pueda sanar una conexión rota”.
Y agrega: “Escuchar (a la persona lastimada) sin ponerse a la defensiva está en la base de ofrecer una disculpa sincera”. Insta al escucha a no “interrumpir, alegar, refutar o corregir hechos, ni sacar sus propias críticas y quejas”. Y aunque la persona ofendida también tenga culpa, ella recomienda disculparse por la responsabilidad personal en el incidente, por pequeña que hubiera sido.
Lerner considera que las disculpas son “vitales para la salud, tanto física como emocional. ‘Lo siento’ son las dos palabras que más sanan en el idioma inglés”, asegura. “El valor de disculparse con prudencia y tino no es solo un regalo para la persona lastimada, que entonces puede sentirse calmada y aliviada de recriminaciones obsesivas, de amarguras y de rabia corrosiva. Es también un regalo para la persona que se disculpa, pues otorga autorrespeto, integridad y madurez; la capacidad de echar una mirada clara al efecto que tiene la conducta propia en los demás y de asumir responsabilidad por actuar a expensas de otros”.
Beverly Engel, autora de The Power of Apology, relata que su vida cambió gracias a una disculpa sincera y efectiva de su madre, por los años de maltrato emocional. “Casi como por arte de magia, las disculpas tienen el poder de reparar daños, de enmendar relaciones, aliviar heridas y sanar corazones rotos”, afirma. “Las disculpas de hecho afectan las funciones orgánicas de la persona que las recibe: la presión se reduce, baja el ritmo cardiaco y la respiración se hace más estable. (F)
Los humanos están programados para estar a la defensiva. Es muy difícil asumir la responsabilidad directa e inequívoca de acciones nuestras que hayan lastimado. Se necesita mucha madurez para poner nuestra relación o a otra persona por encima de nuestra necesidad de tener la razón”.
Harriet Lerner