Olvidar el dolor del ejercicio
El deportista no se acostumbra al dolor; su mente atenúa el recuerdo y prioriza el entusiasmo.
Completar una maratón puede ser inspirador, pero también agonizante. Calambres en las piernas. Dolor de espalda. Dedos de los pies magullados. Estómago revuelto. Pantorrillas y muslos pueden quedar tan agotados y tensos que los corredores luego puede que tengan que bajar las escaleras sentados y pedir ayuda para levantarse del inodoro.
A pesar de estos dolores y de la indignidad, muchos de los que hemos finalizado una maratón nos apuntamos casi inmediatamente a otra, ante la estupefacción de amigos y seres queridos que nos vieron luego de la primera carrera, arrancándonos las medias.
Un nuevo estudio psicológico (Universidad Jaguelónica, Polonia) ofrece explicación de por qué la gente hace esto, al descubrir que algunos corredores de maratones parecen desarrollar amnesia selectiva, olvidando con el tiempo cuán doloridos estuvieron. Pero la extensión de esa amnesia puede depender en cuánto cada uno disfrutó la carrera.
La mayoría de nosotros sabe de forma intuitiva que el dolor es, hasta cierto punto, subjetivo. Sea un corte o 42 kilómetros de golpear los pies contra el pavimento, objetivamente, usted sufrirá.
Pero la psicología ha establecido que los sentimientos de la persona al momento en que ocurre una herida o lastimadura –el contexto emocional– puede afectar dramáticamente su sentido del dolor. En general, cuando este es asociado con experiencias positivas tiende a ser percibido como menos excruciante que aquel que resulta de una situación desagradable.
Nuestros recuerdos dependen también del contexto del propio dolor. En su estudio publicado en marzo de 2015, la universidad polaca consultó a mujeres que recién habían salido de cirugía ginecológica o que habían dado a luz y les pidió que calificaran la intensidad de su dolor en ese momento. Todas reportaron altos niveles.
Pero meses después, interrogadas nuevamente sobre la experiencia, el primer grupo de mujeres seguían sobrestimando consistentemente la duración e intensidad del dolor que habían sentido luego de la operación, mientras que las que habían alumbrado tendían a subestimarlo, especialmente si había sido parto vaginal (las mujeres que habían tenido una cesárea podían recordarlo con un poco más de exactitud).
Nuestras memorias de dolor son influidas por el significado de ese malestar, concluyeron los autores del estudio. La cirugía, rara vez una ocasión feliz, había conducido a las mujeres a amplificar los recuerdos dolorosos, mientras que el parto, presumiblemente acompañado de gozo, había causado que las mujeres convenientemente olvidaran mucho de lo que habían padecido durante las contracciones y la salida del bebé.
En cambio, el dolor del ejercicio no había sido examinado tan de cerca, como para saber si el recuerdo tiende a variar con el tiempo. Por ejemplo, podría tener implicaciones en que la gente continúe o no en el gimnasio.
Przemyslaw Babel, profesor de psicología de la universidad Jaguelónica y autor del estudio mencionado sobre alumbramiento y memoria, ha vuelto su atención hacia los maratonistas.
Se enfocó en este deporte porque terminar una maratón incuestionablemente implica llegar al límite físico, pero también puede ser exaltante. La experiencia combina dolor objetivo y emociones subjetivas.
El método fue simple. En la línea de llegada de la Maratón de Cracovia 2012, pidió a 62 de los finalistas calificar con números la intensidad e inconveniencia del dolor que estaban sintiendo en ese momento, así como su estado emocional en general.
Los corredores reportaron molestias moderadas, con un promedio de 5,5 en una escala de 0 a 10.
Entre 3 y 6 meses después, los mismos deportistas fueron encuestados para que recordaran el dolor luego de la carrera. Sus memorias eran bastante diferentes que las respuestas inmediatas a la llegada a la meta. La mayoría de ellos, sin importar cuánto tiempo hubiera pasado, rememoraban una carrera mucho menos agonizante.
De hecho, muchos calificaron la intensidad e inconveniencia con un 3 en la misma escala que habían utilizado anteriormente.
Aún más interesante fue que aquellos corredores que habían reportado menor contento al finalizar la carrera, tendían, por lo general, a recordar el dolor con más minuciosidad que aquellos que habían cruzado la meta dando brincos de felicidad.
El estudio fue limitado e involucró a corredores sin control de edad, experiencia deportiva, estado de salud, personalidad... Pero los hallazgos sí “ayudan a explicar por qué las personas corren maratones una y otra vez a pesar del dolor que es parte esencial de esas extremas pruebas físicas”, dijo Babel.
La amnesia selectiva asociada con correr maratones podría tener una base evolucionista, añadió, ya que los primeros humanos corrían para sobrevivir y tendrían que haber aprendido a desestimar algunas de las molestias asociadas.
La investigación también sugiere que no estarse divirtiendo puede agudizar el recuerdo del dolor, lo que conlleva falta de motivación para repetir actividades deportivas. Así que si desea hacer ejercicio intenso de manera constante o entrar a un programa competitivo, y al mismo tiempo difuminar los recuerdos del dolor resultante, encuentre una actividad que realmente disfrute. (I)