Respeto para el docente
Con los cambios en la normativa educativa, los docentes han sentido la necesidad de implementar nuevas prácticas para respaldar sus actuaciones ante alumnos y representantes.
En un reciente taller orientado a la resolución de conflictos en el sistema educativo, dictado con el aval del Colegio de Psicólogos Educativos del Guayas, se escuchó el testimonio de una maestra que se encuentra muy preocupada porque algunos padres de familia han malentendido los cambios introducidos en la Ley de Educación, que posibilita una mayor atención a los estudiantes y sus representantes, creyendo que esto los eleva por encima de los docentes para atropellarlos.
Todo esto en presencia del menor, que se encontraba detrás de su representante y que al ver lo sucedido le hizo a la maestra una señal de triunfo cerrando los puños y llevando los brazos hacia atrás, al tiempo que movía la pelvis hacia adelante.Se refería al señor que fue a la escuela a reclamarle por qué no dejaba que su hijo comiera en el expreso. Muy enojado y amenazante, se le iba acercando a la profesora mientras le gritaba en el rostro: “Tú no eres nadie, nadie, nadie para decirle a mi hijo lo que puede o no puede hacer. ¡Yo te puedo denunciar!”.
¿Se puede inculcar respeto sin practicarlo? Coméntenos
Evidencias
La Ley Orgánica de Educación Intercultural dice en el art. 12.- “Derechos.- Las madres, los padres de y/o los representantes legales de las y los estudiantes tienen derecho a que se garantice a estos, el pleno goce y ejercicio de sus derechos constitucionales en materia educativa; y, tienen derecho además a: (...) i) Vigilar el respeto a los derechos de sus hijos e hijas o representadas y representados, en las entidades educativas, y denunciar la violación de aquellos ante las autoridades competentes”.
La presidenta del Colegio de Psicólogos Educativos del Guayas, M.Sc. Jenny Alvarado Pozo, señala que se están originando muchas situaciones de esta índole: “Padres que van a las instituciones educativas a gritarles a los profesores delante de los estudiantes, a restarle la autoridad que normalmente debe tener un docente; incluso, los amenazan con denunciarlos ante los distritos educativos...”.
Explica que antes de los cambios en la Ley de Educación era muy difícil llegar a la verdad en cuanto a una situación de abuso o de injusticia docente respecto de un menor, “pues lo que decía el adulto era santa palabra, pero ahora la ley contempla mayores espacios de participación tanto de la comunidad educativa como de los padres y más aún de los estudiantes”.
En tanto que los maestros están llamados a rendir cuentas, a documentar los casos de los alumnos que presentan problemas de rendimiento o de comportamiento, respaldándose con reportes enviados a los padres, con citaciones y la firma del padre de familia, pues con ello evidencia que ha tenido conocimiento del asunto.
Crisis de autoridad
Aunque ahora el niño, el adolescente tienen la oportunidad de expresarse si sienten que se están vulnerando sus derechos. Al parecer, el cambio también ha originado que en determinados casos se extralimiten los reclamos en detrimento de la autoridad docente.
De acuerdo con su experiencia profesional, Alvarado sostiene que enfrentamos una crisis de autoridad en los hogares; se da en las familias disfuncionales donde la madre le grita al padre delante de los hijos... se da en el interior de las familias cuyos padres se sienten culpables porque debido a su trabajo pasan mucho tiempo fuera de casa y tratan de compensarlos con el teléfono de última tecnología o consultándoles a los menores las decisiones que les compete a los adultos, cuando los chicos no tienen edad para decidir porque no están preparados para ello. “Con los niños hay que tener mucho control y disciplina”, afirma.
Esa falta de autoridad se ha trasladado también a las instituciones educativas, dice. Y los docentes se encontrarán en desventaja si no se interesan por conocer a cabalidad el contenido de la ley. Por eso ha escuchado a algunos decir: “Mejor no levantarle la voz a ese niño (...), mira que el Código de la Niñez...”.
En otros casos, los estudiantes enfrentan al profesor con frases como “Usted no me puede hablar así, le voy a decir a mi mamá que venga a hablar con usted...”.
¿Quién educa a los padres?
Otra docente que labora en una institución educativa privada, y que prefiere que no se cite su nombre, señala que hay muy poco interés de parte de los padres en acudir a las convocatorias que realiza el plantel. En su caso, en dos ocasiones ha citado a los representantes para tratar sobre la prevención del consumo de drogas por parte de los adolescentes. Dice que a la primera reunión acudieron cinco y a la segunda, solo unos cuantos más.
Alvarado sostiene que el espacio de las “escuelas para padres” son una iniciativa muy buena, pero poco efectiva, pues ha constatado que quienes asisten a ellas son los padres cuyos hijos no presentan problemas, precisamente porque son prolijos en su formación; en cambio, no acuden aquellos cuyos hijos tienen un comportamiento desastroso o malas notas. Opina que deben generarse otras soluciones, pues como último recurso, cuando el padre de familia no se presenta luego de haber sido requerido varias veces, el docente acude al domicilio a notificar que de manera urgente debe acercarse al colegio, pero esto es imposible hacerlo en todos los casos.
Alvarado explica que es en el hogar donde se inculcan los valores. En la escuela se refuerzan esos valores y se cimientan los hábitos, de aseo y orden, por ejemplo. Con esa base trabaja el colegio para formar al chico como un buen ciudadano, una mejor persona.
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