Seductores mentirosos
Hay quienes usan la mentira sin remordimiento para conquistar a la pareja. Expertos creen que pueden cambiar si se lo proponen.
En el siglo XX se caracterizó al amante que volvía locas a las mujeres en el actor Rodolfo Valentino, con quien nació la leyenda del latin lover. La voz seductora y la piel dorada Valentino era una invitación al engaño, y de promesas de felicidad que terminaban en una noche de amor.
También sobresalió la bailarina holandesa Margarita Zelle, conocida como la espía Mata Hari. Ella escapó de su vida provinciana para convertirse en una mujer seductora que con su belleza y movimientos de caderas cautivaba a los hombres y conseguía la información que se consideraba vital en esos tiempos.
Para la doctora María Luisa Meneses Guevara, psiquiatra y máster en Neurociencias, ambos personajes seducían con sus encantos físicos. Pero si nos alejamos de estos personajes del cine y nos apartamos del arte de la seducción entre iguales, es posible describir al hombre y a la mujer que seduce con mentiras.
Un ejemplo claro lo relata Cristina, de 50 años, quien trabaja en un medio de comunicación. Un día se le acercó Juan, de 53 años, a quien le apodaron el Latin Lover, porque a diario está a la cacería de sus compañeras. Él tiene pinta de galán, viste muy elegante, anda siempre perfumado y trata a las mujeres con frases como ¡Mi amor! o ¡mi vida!, casi susurrando al oído. Pero llama sobre todo la atención porque usa un anillo de casado.
Cuando habló con Cristina le comentó que era divorciado, que vivía con otra persona y que con su exesposa solo se veían por asuntos de sus hijos. Incluso justificó su anillo al decir que ambos habían decidido usarlos como símbolo de seriedad y de respeto.
“Otro día se me acercó todo coqueto para preguntarme qué me gustaba hacer los fines de semana y le comenté: ¡andar en bicicleta! Pero me insistía: ¡la puedo ir a buscar para hacer ejercicios! Pero, le dije: ¡usted con quien tiene que ir es con su señora! A raíz de eso, nunca más me insistió, sino a otras compañeras”.
Un hombre seductor, agrega Meneses, muchas veces se muestra callado, sensual, con magnetismo animal y con ligeros toques de psicopatía, que le permiten alcanzar sus objetivos con el mínimo esfuerzo y nada de remordimiento. Las mujeres seductoras, en cambio, tienen pobre autoestima, están conscientes de sus limitaciones, carecen de valores sociales, poseen pobreza de juicio, sobrados encantos o sobrevalorada argucia.
Según la psicóloga clínica Paquita Brito Clavijo, tienen un trastorno de personalidad y una base de inseguridad. No se sienten bien siendo ellas mismas. Por eso recurren a la mentira para conquistar a otro. Pues su objetivo es atrapar o tener una relación con alguien superior a ellas, que les proporcionen dinero y les puedan pagar los cambios de look o sus viajes.
Pero desde hace seis años, agrega, ya no recurren tanto al embarazo como medio de seguridad para que el hombre las mantengan creyendo que el hijo iba a ser el recurso alimenticio de la vida. Actualmente se aseguran de que les compren casas o terrenos, para esto los atrapan más con la parte sexual.
Para el Psicólogo Samuel Merlano, también existen casos de mujeres que seducen como hábito de vida y les parece divertido hacerlo. Incluso seducen por adrenalina y buscan personalidades importantes o que estén casados, porque esos les hacen vivir una intriga mayor. Además existen ciertos trastornos en mujeres que buscan coquetear y seducir al hombre y cuando les resulta, se asustan y empiezan a alejarse y toman un papel de víctimas, indicando que ellos son los que la molestan.
Verdad oculta
Los seductores, explica la psiquiatra, recurren a la mentira para conquistar a su pareja. Probablemente no son inteligentes para que puedan creer que no serán descubiertos o tienen alguna psicopatía como los que rompieron con la ley o rasgos que los hace inseguros y con baja autoestima.
También se sienten carentes de recursos para hacer del abordaje amoroso una relación entre iguales sin escudarse en la falsa ventaja de tener la verdad oculta. Situación que lleva a la persona cortejada a situaciones de marcado dolor dependiendo de propias características, ya sean de resiliencia, acritud (aspereza en el carácter) o vulnerabilidad, para expresar la experiencia de sentirse engañada o engañado.
Un caso es el de Jeannina, de 28 años, a quien un seductor la embarazó. “El asistía con frecuencia a la tienda donde trabajaba y siempre me trataba con mucha cortesía. Poco a poco fue conquistándome, me llevaba dulces, me miraba de manera coqueta y un día en que me sentía decepcionada de la vida, por mi fracaso matrimonial, él empezó a decirme que yo era bonita e inteligente, pues me subió el autoestima”.
Cuando, agrega, logró conquistarla, él decía que la amaba y cayó en sus brazos. Pero al día siguiente, recuerda, desapareció. “Al poco tiempo supe que se había casado. Pero lo que él jamás se enteró es que me dejó un recuerdo: su hijo”, asegura.
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Fácil o difícil
La conducta de los seductores mentirosos, explica Meneses, se maneja bajo un patrón. Algunos están acostumbrados a lo fácil, se lanzan a aquello que tenga menos resistencia, pero también hay otros más sofisticados con marcada psicopatía que buscan como reto fortalezas que vencer o virtudes que corromper.
Para ello, estudian a su víctima y le dirá lo que ella o él quieren oír, unos se seducirán por promesas mágicas otros por situaciones prácticas, pues aún en el silencio engañan.
Los seductores, explica, son incapaces de conquistar con la verdad. Esta es un recurso de los fuertes y de los seres libres, pues ellos o ellas prefieren las mentiras a la verdad, porque temen hacerse responsables de sus palabras, de las promesas y enfrentar sus más profundos temores.
Cambian o no
¿Pero puede tal vez cambiar un mentiroso seductor? Según Meneses, todos tenemos derecho al cambio y el seductor también puede tener su momento en la soledad que lo rodea, o al caer en sus propias redes en manos de otra seductora y despertar sin recuerdos y sin dinero. O sola, sin juventud y sin galán. Sin embargo, el cambio puede darse si el seductor se enamora.
Para Brito, es muy difícil que las personas seductoras, hombres y mujeres, cambien debido al trastorno de personalidad, porque constantemente quieren estar afirmándose, no se ven superiores y siempre están fijándose en los otros. “Mientras no se sientan bien consigo mismos, sin necesidad de parecerse al resto, no tienen cura”.
Incluso si los seductores se enamoran, agrega, pueden mentirle más a su pareja, y después se encuentran con la realidad. Pero también hay casos de seductores que acuden a terapia de pareja y si han estado enamorados el profesional hará que pisen tierra. Entonces pueden surgir tratando de enmendar los errores, pues con terapia en manos de un buen terapeuta llegan a la cura.
En cambio, Merlano considera que los seductores sí pueden cambiar, sobre todo cuando salen del estado de negación y no toman la seducción como algo deportivo, sino como un problema conductual, donde no solo lastiman a la persona seducida, sino que se hacen daño a sí mismas, por la imposibilidad de amar con libertad y madurez a alguien sin ser usado y manipulado.
A las personas a veces les hacen cambiar experiencias negativas de alguien que también los hizo sufrir o cuando creían amar a alguien, esa persona se aleja de su vida.
“Aparte de las terapias psicológicas necesitan reflexiones espirituales que los conduzcan a reanalizar el objetivo de su existencia y encontrar el sentido de vida que le ayuden a encontrar la verdadera fuente del amor”. (F)