Sin traumas
Los cortocircuitos emocionales que se producen por una impresión tan fuerte trae consecuencias a futuro, pero se soluciona con terapias profundas.
Hablar de traumas es parte de nuestra vida. No solo porque podemos sufrir de alguno, sino porque es común escuchar al respecto en la calle, en una cafetería, en los noticiarios o en nuestra propia casa.
En enero de este año, por ejemplo, la actriz española Penélope Cruz confesó al diario británico The Sun que sus primeras escenas de sexo, a sus 18 años, en la película Jamón, jamón, le causaron un trauma que la marcó durante mucho tiempo.
Las realizó con su ahora marido y padre de su hijo, Javier Bardem. En estas se la ve desnuda de la cintura para arriba mostrando los senos. El resultado del daño psíquico, producto de las escenas, fue un fuerte rechazo a todo lo que tuviera que ver con lo sexual o lo sensual.
“Me corté el pelo a lo chico y no hice ninguna escena de amor, ni tan siquiera con besos, durante varios años”. Además, agregó a The Sun, en todo momento su principal apoyo fue su madre, Encarna.
Según el psicólogo clínico Lenin E. Salmon, un trauma es el desborde emotivo a una impresión tan fuerte que la mente no la puede procesar y por tanto se produce un shock (un “cortocircuito”) emocional. Esta área queda sensible y puede tener repercusiones mucho después del evento, como los traumas de la infancia, que pueden aparecer en el comportamiento de un adulto.
A menudo se observan en presencia de alguno de los elementos presentes en el escenario original. Hay personas que se desmayan cuando ven sangre o entran en pánico cuando se sienten encerradas o en la oscuridad. O cuando oyen sirenas de ambulancias, o cuando están en un contexto sexual inusual.
Las características fundamentales de un evento traumatizante son la violencia con que ocurre, lo impredecible, inesperado del suceso, la vulnerabilidad de la víctima y el dolor físico y/o emocional que ocasiona. Como nadie espera que algo así suceda en la vida diaria, no se está preparado debidamente para evitarlo.
“Si dejamos a un lado la violación sexual, tal vez lo que más trauma psicológico causa es el secuestro, aunque hay que tomar en cuenta que toda reacción emocional debe analizarse tomando en cuenta el grado de madurez, equilibrio y salud mental de la persona en cuestión. Dependiendo de estos factores, el mismo evento traumatizante puede generar reacciones distintas, en magnitud o naturaleza, en diferentes personas”, asegura Salmon.
Otros traumas comunes, dice la psicóloga clínica Paquita Brito, están relacionados con la pobreza, la falta de afecto, las disoluciones matrimoniales o el maltrato entre las parejas.
Los niños, por ejemplo, se traumatizan fácilmente al ver que sus padres se pelean o reaccionan con violencia, también les ocurre si son maltratados en las escuelas o son criticados.
Ellos se quedan cargados de tanta agresividad por no poder enfrentar la situación y al mismo tiempo con un cierto grado de culpa. Y cuando son adultos, agrega Brito, los traumas les provocan aumento de las obsesiones. Si tienen hijos, por ejemplo, no quieren que estos salgan a la calle o vivan su vida, porque se mueren de miedo a que se enfrenten a situaciones de peligro, ya que ellos no lo han podido hacer.
Para la psicóloga clínica Balbina Salazar de Thoret, los traumas más difíciles de tolerar son los que se asocian con nuestra propia familia y con la sexualidad. Un padre abusador, una madre sin escrúpulos o un hermano con personalidad discrepante pueden llegar a ser verdaderos problemas en una existencia sobre la cual no tenemos ningún control consciente.
“Los traumas bloquean la realidad de lo que es el correcto vivir social, ya que nuestro lente estará empañado por las vivencias de lo que presumimos correcto en el núcleo de nuestro ser, con la paradoja de lo que es permitido en las inarmónicas acciones de nuestros familiares”.
Y si esta vivencia, agrega, va de la mano con una transgresión de nuestros derechos, víctimas de la falta de cariño y atención de un progenitor que nunca tuvo acceso a estos, entonces creceremos sin los cuidados normales y las impresiones afectuosas que son parte del existir como seres vivientes.
Psicoterapia profunda
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Una de las características más dañinas del trauma, dice Salmon, es el miedo que le causa a la víctima el recuerdo del evento. En su mente, el fantasma de este crece y cada vez produce más miedo: el tema se convierte en tabú y si alguien lo nombra, el paciente se descompone.
Pero la psicoterapia profunda ayuda a la víctima a reunir recursos emocionales para acercarse en su mente poco a poco al hecho, manteniéndose siempre en su zona confortable y haciendo progresos hacia el centro del asunto.
Una estrategia para alguien que ha estado secuestrado, refiere, es pedirle que gradualmente vaya relatando por escrito, hasta donde pueda cada día, lo que recuerde del evento, ayudado por el especialista a diseñar y utilizar recursos mentales para mantener una actitud objetiva a lo largo de su progreso.
“Cada caso exige la implementación de una terapia que tome en cuenta la estructura de su personalidad, su madurez y sus deseos de vivir una vida emocionalmente sana”, agrega Salmon.
Para Brito, el tratamiento psicológico ayuda a elaborar el trauma. Esto quiere decir no solo asimilarlo, sino perdonar la situación de violencia que ocasionó esta ruptura de la inestabilidad psíquica. “Elaborar no quiere decir olvidar el trauma, sino aceptarlo y aprender a vivir sin estar con la obsesión de que vuelva a suceder”, asegura.
La superación del trauma depende de qué se trate y de la fragmentación que ha tenido en la psiquis. Pero en cualquiera de los grados, el afectado siempre necesita una contención afectiva adecuada para poder elaborarlo, ya sea de los padres, de los amigos o de las escuelas.
El psicoanalista austriaco Otto Rank, quien fue discípulo de Sigmund Freud, dijo que el primer trauma que el ser humano experimenta es el del nacimiento, al enfrentarse a la vida después de haber estado en un ambiente tranquilo, para luego pasar a una situación violenta que es el mundo. Pero esto se soluciona, dice Brito, con la contención de la madre al darle mucho cariño.
Libres de secuelas
Para librarse de las secuelas que producen los traumas, dice Salazar de Thoret, solo el amor y la comprensión de las personas más cercanas podrían ayudar al individuo en su mejoría.
Pero lo más importante, agrega, son la constancia y la necesidad de salir de ese oscuro túnel en la psique, del cual únicamente podremos escapar cuando entendamos que un pequeño paso hacia adelante se transformará en el puente de salida a una existencia sin las memorias de ese impacto que nos retuvo aislados de las cosas más queridas.
Sin embargo “dada la civilización que vivimos y que ha sido creada engalanando nuestros sueños y afectando con mayor impronta nuestros temores, lo más probable es que todo quede en el olvido y la persona afectada no encuentre (o busque, por el simbolismo que trae consigo la experiencia) mucha simpatía en su entorno, ya que va a ser particularmente difícil contar y explicar lo acontecido”. (S.M.d.C.)