Viudez en la tercera edad
La vida continúa aunque la pareja que lo acompañó por cuatro o más décadas haya fallecido, provocando un gran dolor.
No importa la edad que tenga una persona para sufrir la muerte de un ser querido. El dolor que se experimenta siempre será el mismo, aunque muchos piensen que por estar en la tercera edad, acercándose al final de la vida, este es menor.
Según el geriatra Aldo Guevara D’Aniello, las mujeres mayores cuando pierden a su pareja generalmente quedan muy dolidas, sea porque fue muy bueno o por el contrario. Incluso somatizan la aflicción y sienten cercano el fin propio. Los varones, en cambio, se sienten desprotegidos y desorientados, porque la esposa o pareja era su guía y su sostén absolutamente en todo.
En ambos casos, agrega, afecta más a aquellas personas que dependían del difunto, sea en lo económico, en lo espiritual y más si hay una discapacidad de por medio.
“Enviudar en la tercera edad es más difícil que si sucediera estando joven. Uno, porque los seres humanos somos animales de costumbres, pues es muy difícil adaptarse a vivir sin esta compañía de seis décadas; a lo que hay que añadir que en el envejecimiento una de las primeras cosas que se pierde es la adaptación”.
Además, menciona Guevara, la vejez es una etapa de pérdidas de distintos elementos, estatus social, trabajo, amistades, parientes y un largo etcétera, situación no propia de la juventud en la que es posible recuperar prontamente las carencias.
Manejar el duelo
Para la doctora Beatriz Gómez Sarmiento, psicóloga clínica y terapeuta familiar y de parejas, en la tercera edad es más difícil manejar el duelo, ya que en esta etapa la pareja está compenetrada muy sólidamente en su relación emocional y afectiva. Generalmente, los hijos ya se han ido del hogar al formar una nueva familia.
La pérdida del cónyuge, refiere, equivale, por ejemplo, a romperse una pierna y tener la imposibilidad de caminar. Es muy doloroso, significa o representa que se le va la mitad de su vida, su compañero (a), su amigo (a), su cómplice. Incluso se deprimen tanto que se niegan a comer y desean morir.
Enviudar, dice la psicóloga clínica Balbina Salazar de Thoret, es entrar a un estado de distorsión. La persona sufre, porque ha estado acostumbrada a su pareja de años y de repente ya no existe. Por eso se siente sola y si no todo el tiempo recordando al ser querido, pero no de la manera correcta. Pero, si acepta la partida, llegará el momento en que podrá hablar del fallecido con naturalidad.
Quienes aceptan de una manera adecuada la muerte de su pareja, explica Sarmiento, se han preparado psicológicamente a través de un proceso para enfrentar la realidad futura y quienes han podido resolver en vida sus pendientes, sus resentimientos, sus rencores. Además, han aprendido a perdonar y a aceptar que todos somos humanos imperfectos que cada día queremos mejorar, pero que muchas veces sin querer hacemos y decimos cosas que lastiman al otro.
“Dice Virginia Satir una terapeuta familiar, que las familias necesitan trabajar desde los inicios en el manejo de la comunicación nutricia con todos los miembros de la misma, para que pueda lograr disminuir con el paso del tiempo el número de familias conflictivas que arrojan a la sociedad seres que interactúan con el entorno de manera inapropiada”.
Falta de aceptación
También existen personas que no aceptan que su pareja murió, según Sarmiento. Esto sucede generalmente en aquellas que sufren de algún grado de esclerosis cerebral (demencia senil).
“Su actitud al interior de la familia es como de expectativa, como que si en algún momento fuera a llegar. Lo mencionan siempre y discuten cuando alguien insinúa la ausencia definitiva”.
Asimismo, hay casos de personas viudas que conservan las cenizas de su pareja, porque no han superado la pérdida. Para ellas esta jamás se ha ido. Dicen que la ven, que conversan con ella, que se acuesta a su lado, que resuelven los problemas juntos. Eso ocurre porque están en el nivel de negación de la realidad.
Incluso, agrega, hay quienes temen entrar a los lugares donde su pareja fallecida frecuentaba (dormitorio, biblioteca). Esto, porque tienen prejuicios o creencias sobre la muerte o personas muertas que han sido transmitidos de generación en generación. Piensan, por ejemplo, que si se ha portado mal con el familiar fallecido este regresará de la tumba para hacerla asustar.
En otros casos, explica la psiquiatra, es el recuerdo que está presente en el lugar y el dolor de saber que jamás lo volverá a abrazar, tocar o hablar, es lo que dificulta superar su partida; además, por las noches le provoca pesadillas o sentimientos extraños.
Muchas veces se recomienda que no quede en el lugar su ropa, libros, y variedad de objetos que hacen que la persona toque permanentemente o huela, entre otros, que hace que vuelva al pasado y a veces se pierda en él sin querer regresar al presente.
También, dice Salazar, se sugiere cambiar la decoración de la habitación donde la persona fallecida permaneció. Además, a la persona viuda deben llevársela de viaje, de paseo, hacerla sentir importante y necesaria, llamarla por teléfono y, sobre todo, darle cariño para que no se acuerde de que ha enviudado.
Elaborar la pérdida
Lo más importante, menciona Salazar, es ayudar a elaborar la pérdida de la pareja mediante terapia. Primero porque la muerte le provocó un shock; segundo, sentimientos de rabia y culpa; tercero, desesperación y retraimiento, que le puede durar hasta dos años; y cuarto, es la etapa en la que debe volver a reorganizarse y a adquirir otra postura ante la vida.
“Elaborar el duelo es aceptar la pérdida y no recordar ese dolor. Para ello ayuda mucho la compañía de buenos amigos, el apoyo de los hijos, la búsqueda de Dios y las terapias ocupacionales”.
Las personas viudas, por último, deben entender que la vida continúa y que pueden rehacer su vida. Un ejemplo, ocurre en los países del primer mundo, como los EE.UU. Aquí hay personas mayores de 70 años que vuelven a casarse, no se dejan hundir en la pena y florecen, e incluso se las ve manejando sin ningún problema, seguras y felices.