Vivir sin odio
Nadie puede vivir feliz sintiendo odio hacia los demás. No hay que incentivarlo, sino erradicarlo.
Una de las emociones más dañinas que habitan en algunas personas se denomina odio. Un sentimiento que se puede incrementar con el tiempo y dirigirse, muchas veces, hacia algo o alguien.
La psicóloga Sandra Barbero Sereno, especialista en logoterapia y análisis existencial, dice que aquellas que lo experimentan deben reflexionar acerca de cuáles son las consecuencias que trae odiar.
El odio, agrega, se puede originar por varios motivos como, por ejemplo, un disgusto, aversión, rencor, situación que confronta o tensiona o por algo que no se da. Sobre todo, por un conflicto propio que no se dirige hacia una persona específica, sino hacia sí mismo.
Según el psicólogo clínico Jorge Tello Pérez, quienes albergan odio no han sido capaces de superar situaciones dolorosas provocadas por otras personas o por aspectos que les han hecho daño en el pasado. Incluso, en muchas ocasiones, tienen razones para sentirlo, como cuando un criminal dejó huérfano a alguien o se cometió un abuso sexual o de otra naturaleza.
“Quien odia sufre mucho, más que la persona objeto de ese mal que muchas veces no sabe que es odiada o si se entera no le da mayor importancia”.
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¿Por qué hay hijos que odian?Participe
Tello considera que odiar, sentir repulsión y rechazo hacia quien nos causa daño o amenaza con hacernos mal es normal. Sin embargo, no lo es cuando se permite que el odio predomine sobre otros sentimientos más nobles como son el amor, la bondad o la misericordia.
“Las personas que odian deberían hacer un esfuerzo para aceptar que lo sucedido en el pasado ya pasó. Pero no significa olvidar el daño sufrido, sino más bien no permitir que aquella persona o situación que nos hizo mal nos amargue la vida en el presente y destruya nuestro futuro”.
Odio en la familia
Toda familia que tiene a alguien que odia sufre mucho también, porque esta es una pasión que ciega y hace que el que la padece mire con ira, aunque no quiera hacerlo, no solo a las personas cuyo mal desea, sino al entorno cercano. “Quien odia es amargado y, no contento con su amargura, procura amargar la vida a los demás”, asegura Tello.
Si en la familia habita el odio, dice Barbero, esta no puede establecer vínculos sólidos desde el amor y el valor. Sucede porque quien odia se comporta, muchas veces, de manera indiferente y agresiva, dependiendo mucho de la persona y de la situación, lo que afecta no solo a los esposos, que crean ambientes tensos o de mala comunicación, sino a los hijos que tienen como referentes a los padres.
Según Tello, es penoso admitir que existen cónyuges y padres que odian a sus parejas y a sus hijos. “En mi consulta, muchas veces, he oído decir: ¡Me arrepiento de haberme casado con él!, ¡me arrepiento de no haberlo abortado! o ¡me arrepiento de no haber hecho esto o aquello cuando tuve la oportunidad! Definitivamente, son hechos de violencia”.
Estos hijos, dice Barbero, crecen en medio de una vincularidad afectada por emociones negativas y destructivas, y será un condicionamiento que deberán trabajar para no repetir el sentimiento del odio. “Una persona siempre puede elegir qué hacer y cómo vivir. No será tarea fácil para los vástagos desprenderse de esas historias que traen, pero siempre uno puede apelar a su libertad y elegir qué hacer con eso”.
El punto clave, agrega, es aprender a ser distinto, porque el odio no lleva a nada constructivo, sino que paraliza e intoxica. “Es como un veneno que corrompe las relaciones, que me aleja de lo valioso y no permite el despliegue de lo bueno, que habita en todo ser humano”.
Incluso, menciona Tello, en ocasiones, se incentiva a odiar para justificar la conducta o un propósito oculto del incentivador como, por ejemplo, cuando una nación quiere resolver problemas con otra nación por la vía de la fuerza y no del diálogo, y los líderes de ambos países fomentan el odio, disfrazándolo de patriotismo.
Asimismo, algunos padres fomentan el odio en los hijos bajo la figura del honor familiar o la defensa de los derechos. Cuando la misión principal de los progenitores es impedir que lo sientan o se peleen entre sí, o a su vez enseñarles a que aprendan a reconciliarse.
Terapia para dejar de odiar
El odio es una conducta aprendida, dice Tello, pero no siempre es irracional. No se nace con el germen del odio, sino que se lo adquiere cuando las personas responsables no fomentan valores trascendentes como el perdón, la reconciliación o la tolerancia, entre otros.
Según Barbero, existen terapias psicológicas que enfocan a que la persona pueda trascender el conflicto y que no solamente busque mirar esa situación que origina esta emoción, sino que la ayude a tomar una posición responsable con la propia vida.
“Siempre tenemos desafíos y exigencias, como ser cada vez mejores personas. Por eso hay que preguntarse: ¿el sentimiento del odio aporta algo en mi vida?, ¿me hace una mejor persona? o ¿me opaca, me quita brillo? Quizás el verdadero trabajo consistirá en hacer una profunda revisión de la vida y buscar otras alternativas que conduzcan a vivir desde otro lugar y desde otro sentido”.
En conclusión, menciona Tello, “nadie puede vivir feliz mientras odia, porque no descansará los ojos, ni tendrá paz en su espíritu mientras no consiga que la persona cuyo mal desea o hacia quien siente aversión, sufra”. (S.M.de.C)
Agenda para orientar
II Encuentro Internacional de Logo-coaching
Organizado por Centro Pedagógico Kentenich Ecuador. El objetivo es proponer herramientas logo terapéuticas aplicadas al acompañamiento de familias en crisis, al desarrollo del sentido del complemento en el amor y la reconquista de su rol en la educación de los hijos. Está dirigido a estudiantes de Psicología, Psicólogos, Orientadores, Consejeros, Maestros, Médicos, Terapistas, Trabajadores Sociales y personas interesadas en el tema descrito. Disertarán los psicólogos Claudio García Pintos (Argentina) y Sandra Barbero Sereno (Argentina – Perú). Habrá conferencias sobre ‘Crianza Con Sentido’,
‘Convivir con el intruso’, ‘Escuela de Esposos’, ‘El amor como expresión del YO, del Tú, a través del SÍ, una decisión’. También el taller ‘Diálogos Con Uno’ y mesa redonda sobre ‘La manifestación del vacío en la familia, las adicciones como compensación y caminos de liberación’.
Fecha: Martes 19 de noviembre en Quito (Universidad San Francisco) y jueves 21 (Hotel Grand Guayaquil).
Horarios: Desde las 08:30 hasta las 17:00.
Informes: En Guayaquil, Santuario de Schoenstatt, av. Juan Tanca Marengo km 4,5. Telfs.: 601-2052, 602-5304 y en Quito Edificio World Trade Center, av. 12 de Octubre Nº 24-528 y Luis Cordero. Telfs.: 2290-7510, 2239-1128. Ext. 22
Web: www.centropedagogico.org