Infidelidad: Traumas en los hijos

11 de Noviembre de 2012
Sheyla Mosquera de Calderón

La traición conyugal entre los padres impacta en la salud y psiquis de los hijos.

En el tema de la infidelidad se ha dicho de todo. De hecho, los expertos en psicología clínica indican que tanto el hombre como la mujer están a la par. Pero de lo que poco se menciona es acerca de los traumas que esta produce en los hijos.

Pamela, por ejemplo, es una profesional de 27 años que se afectó cuando se enteró de que su padre había traicionado cuatro veces a su madre.

Datos

El dolor que causa la infidelidad puede durar meses o años.

Participe“Me impactó. Antes pensaba que algo semejante solo podía traumar a los niños, pero me sucedió a mí. Como hija mayor recibí todo el peso que la infidelidad de mi padre generó en nuestro hogar, todo porque salí en defensa de mi madre que estaba vulnerable”.

“Ella le pidió que se fuera de la casa, pero no lo hizo. Más bien se convirtió en un tirano y nos juró no mantenernos. Sin embargo, para mí lo más traumático fue su falta de amor y su rechazo como padre”.

Además, dice que este problema le afectó en el área laboral. No puede concentrarse, está pendiente de su madre y le preocupa la parte económica. Por último, enfermó de los nervios y de insomnio.

Otro caso es el de Denise, de 18 años. Cuando se enteró de que su padre le fue infiel a su madre, se puso a llorar y sintió una gran decepción.

“Aunque nos pidió perdón, le perdí el respeto. Decidí irme de la casa y desde entonces no creo en la fidelidad de los hombres. Para mí, es mejor no casarse, sino estar unidos”.

También, agrega, le decepciona ver en la calle a los padres de sus amigos con otra, o en un bar a sus amigos casados besándose con otra. “Solo sé que todos son cortados con la misma tijera”.

Impacto emotivo

¿Pero qué dicen los expertos? Según el neuropsicólogo Eduardo Santillán, cuando un hijo descubre la infidelidad por parte de uno de sus padres, se produce un impacto emotivo que desequilibra sus factores de orden afectivo existencialista, la credibilidad de la estructura familiar se encuentra en crisis. El estereotipo o modelo de responsabilidad represe tado por sus padres, entre ellos el ofensor, que al no cumplir con su responsabilidad de amar y ser leal, genera en los hijos frustración, desesperanza e incertidumbre.

“Es un estado que puede derivarse en situaciones depresivas, crisis ansiosas y/o de pánico, y en ciertos casos se puede padecer de estrés postraumático”.

La infidelidad, agrega, afecta de manera considerable a los niños, quienes padecen de credibilidad en los valores que sus padres y cuidadores les han inculcado. Les genera inestabilidad emocional, ansiedad, melancolía y depresión, lo que puede derivar en enuresis (micciones incontroladas), incontinencia intestinal, insomnio, terrores nocturnos, inapetencias, trastornos alimentarios, disminución del rendimiento educativo, entre otros.

En cambio, los adolescentes, dice el psicólogo clínico Óscar Nieto, pueden tener respuestas variadas: desde tomar partido contra el padre o la madre infiel, sentirse con el derecho a pedirle que abandone la casa –o en el peor de los casos, echarlo agresivamente– hasta el comportamiento indiferente en apariencia, que termina con conductas evasivas que lo llevan fuera del hogar, del que tempranamente intenta retirarse.

Él asegura que cualquiera que sea la situación y la edad de los hijos, el impacto es mayor cuando la madre o el padre que sufre de la infidelidad intenta formar con ellos un solo bloque defensivo contra la persona infiel, poniéndolos en una elección que jamás estarán preparados para hacer: o el padre o la madre.

“Al momento de rechazar a uno de los dos progenitores, generalmente trae consigo poca tolerancia a la frustración y temor a vivir situaciones parecidas que inconscientemente están llamados a repetir en sus vidas”, agrega Nieto.

Reclamos por el comportamiento

Santillán considera importante que los hijos afectados le expresen sus sentimientos y desasosiegos al padre o madre ofensor, dentro de lo posible en privado y en un marco de respeto. Mas no debería el padre o la madre ofensor sentirse menoscabado en su ego si sus hijos le recriminan con palabras y actitudes no procedentes, pero comprensibles, dado que ellos son víctimas también de las impropias decisiones del cónyuge ofensor, quien ha menoscabado el sistema de valores familiares en el cual se sustentaba su prole.

Deben comprender, dice Nieto, que la infidelidad afecta a los hijos desde el momento en que esta pasa de ser entre marido y mujer a ser de los hijos, como si ellos fueran la que la sufren.

 

Atención padres e hijos

El doctor Eduardo Santillán sugiere a los padres que han sido infieles y a sus hijos tomar en cuenta las siguientes recomendaciones:

Para los padres:

• Reconocer su desacierto.

• Arrepentirse y disculparse con su cónyuge.

• Abandonar totalmente la relación furtiva.

• Reconocer el error cometido ante sus hijos y solicitar las dispensas correspondientes.

• Comprometerse a no caer nuevamente en errores semejantes.

• Prevenir futuros posibles deslices.

• Aprovechar la oportunidad para fortalecer su matrimonio y familia procurando curar las heridas emotivas de los afectados.

• Otorgar y otorgarse asistencia sistémica psicoterapéutica individual, conyugal y familiar.

Para los hijos:

• No juzgar a los padres, valorarlos como seres humanos, estando conscientes de sus virtudes y debilidades.

• No sugestionarse y, por lo tanto, no creer que como hijo o hija son culpables de la infidelidad.

• No pensar en vengarse o desquitarse del padre o la madre ofensor.

• Trabajar en un proceso psicoterapéutico de perdón.

 

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