La radiación aumenta
Con riesgos a menudo descuidados, las exposiciones a tomografías, escáneres y radiografías están aumentando las posibilidades de enfermedades cancerígenas.
La radiación, como el alcohol, es una espada de doble filo. Tiene indiscutibles ventajas médicas: la radiación puede revelar problemas ocultos, desde huesos rotos y lesiones pulmonares hasta defectos cardiacos y tumores. Y puede usarse para tratar y en ocasiones curar ciertos tipos de cáncer.
Pero también tiene una desventaja médica potencialmente grave: la capacidad de dañar el ADN y, de 10 a 20 años después, causar cáncer. Se cree que las tomografías, que emiten entre 100 y 500 veces la radiación asociada con unos rayos X comunes y ahora ofrecen tres cuartas partes de la exposición a radiación de los estadounidenses, representan el 1,5% de los casos de cáncer que ocurren en EE.UU.
El reconocimiento de este riesgo y la alarma en torno de los recientes aumentos en las imágenes radiológicas han llevado a numerosos expertos, incluidos algunos radiólogos, a hacer un llamado a una consideración más cuidadosa antes de ordenar pruebas que involucren radiación. “Todo el diagnóstico por imágenes ha aumentado, pero las tomografías representan la mayor parte”, manifestó la doctora Rebecca Smith-Bindman, especialista en radiología y diagnóstico biomédico por imágenes en la Universidad de California, en San Francisco. “Evidentemente hay un extendido uso excesivo. Más del 10 por ciento de los pacientes cada año están recibiendo exposiciones de radiación muy altas”.
Riesgos y beneficios
El truco para usar la radiación médica adecuadamente, dicen expertos, es equilibrar los riesgos potenciales contra los beneficios conocidos. Pero pese al aumento astronómico en los últimos años en el uso de radiación para obtener imágenes médicas, este acto de equilibrio es ignorado con demasiada frecuencia. Las consecuencias incluyen costos médicos innecesarios y riesgos para la salud futura de los pacientes.
Tanto los médicos como los pacientes tienen la responsabilidad de comprender mejor los beneficios y riesgos y considerarlos cuidadosamente antes de que los primeros ordenen y los segundos se sometan a un procedimiento basado en radiación.
Los pacientes quizá se sorprendan al saber que algunos de los usos más nuevos del diagnóstico por imágenes radiológicas, incluidas las tomografías de arterias coronarias para buscar acumulaciones de calcio, aún no han sido probados en ensayos clínicos científicamente diseñados, y por ello sus verdaderos beneficios son cuando mucho una suposición.
Expertos han estimado que el extendido uso de los escaneos de arterias coronarias, que emiten 600 veces la radiación de una toma de rayos X del pecho, pudiera resultar en 42 casos adicionales de cáncer por cada 100.000 varones que se hayan sometido al procedimiento, y 62 casos por cada 100.000 mujeres que lo hayan hecho.
Por cada mil personas que se someten a una tomografía cardiaca, la radiación añade un caso extra de cáncer a los 420 que normalmente ocurrirían. Este riesgo quizá parezca de pocas consecuencias, pero no para alguien que contrae un cáncer que podía haberse prevenido.
Lo que complica las cosas es la enorme variación –en ocasiones diez veces o más– en las cantidades de radiación a las cuales se exponen los pacientes por el mismo procedimiento en diferentes instituciones, o incluso la misma institución en diferentes momentos.
Dar seguimiento a la exposición
Aunque los efectos de la radiación que causan cáncer son acumulativos, nadie da seguimiento a cuánta radiación han sido expuestos los pacientes cuando se ordena un nuevo examen de diagnóstico por imágenes.
Incluso cuando a los usuarios se les pregunta sobre exámenes previos, el objetivo casi siempre es comparar los nuevos resultados con los anteriores, no estimar los riesgos de la radiación adicional.
Como escribió el doctor Michael S. Lauer, del Instituto Nacional de Cardiología, Enfermedades Pulmonares y Hematología de EE.UU., en The New England Journal of Medicine hace tres años: “Es poco probable que el tema de la exposición a la radiación surja porque cada procedimiento es considerado en aislamiento, los riesgos que representa cada procedimiento son bajos y al parecer poco medibles, y cualquier cáncer inducido por la radiación no aparecerá en años y no puede vincularse fácilmente con anteriores procedimientos de diagnóstico por imágenes”.
Después de una extensa revisión de las causas ambientales y los factores de riesgo para el cáncer de mama, el Instituto de Medicina de EE.UU. reportó el año pasado que se encontró suficiente evidencia de riesgo solo por la terapia de hormonas combinadas usada por las mujeres posmenopáusicas y la exposición a la radiación de iones, en dosis mucho más altas que las recibidas durante una mamografía.
Todos estamos expuestos a una cierta cantidad de radiación de fondo; unos tres milisieverts al año procedentes de rayos cósmicos, gas radón y los elementos radiactivos de la Tierra. Para 1980, según The Harvard Health Letter, varias fuentes introducidas, como pruebas médicas, plantas de energía nuclear, precipitación nuclear, televisores, monitores de computadora, detectores de humo y escáneres de seguridad de los aeropuertos, añadieron otros 0,5 milisieverts por año.
Ahora, sin embargo, la cantidad de radiación usada médicamente rivaliza con la de la radiación de fondo, añadiendo tres milisieverts cada año a la exposición de la persona promedio. (Un mamograma involucra 0,7 milisieverts, una dosis que es el doble de una mamografía en tercera dimensión).
Hay muchas razones para este aumento. Los médicos en la práctica privada que han comprado equipo de diagnóstico por imágenes tienden a usarlo liberalmente para recuperar el gasto.
Lo mismo ocurre en los hospitales separados por apenas varios kilómetros que innecesariamente duplican cierto equipo para poder jactarse de tener la más reciente y mayor capacidad para detectar enfermedades. Los médicos que ordenan estos exámenes no sufren de efectos adversos, mientras que los pacientes sienten que están recibiendo lo máximo que la medicina moderna puede ofrecer.
Lauer escribió en un comentario sobre exámenes cardiacos: “La mayoría de los médicos que ordenan exámenes de diagnóstico por imágenes no experimenta consecuencias por incurrir en costos por procedimientos de valor no comprobado. Por el contrario, a ellos o a sus colegas se les paga por sus servicios, y sus pacientes no se quejan porque los costos son cubiertos por un tercer actor. Los pacientes se sienten complacidos de recibir evaluaciones completas que involucren lo mejor de las tecnologías de vanguardia”.
Más allá de motivos financieros
Según un nuevo estudio, el aumento en el diagnóstico por imágenes médicas evidentemente va más allá de los motivos financieros.
Smith-Bindman y sus colegas reportaron en junio en The Journal of the American Medical Association que un incremento dramático en las tasas de diagnóstico por imágenes de 1996 al 2010, incluida una triplicación de las tomografías, ocurrió en seis grandes sistemas de salud prepagados en los que el incentivo financiero debería haber alentado menos, no más, exámenes.
El aumento en los exámenes duplicó la proporción de pacientes que recibieron exposiciones a radiación altas o muy altas.
Para el 2010 –reportaron los investigadores– se realizaron 20 tomografías por cada 100 pacientes adultos; por cada 100 pacientes de entre 65 y 75 años se llevaron a cabo 35 tomografías. Y entre el 10% y 20% de niños en el estudio que se sometieron a una tomografía simple de la cabeza, las dosis de radiación estuvieron en el rango que se ha demostrado previamente que triplica el riesgo de desarrollar cáncer cerebral o leucemia.
La doctora Smith-Bindman instó a los pacientes a participar en la decisión de someterse al diagnóstico por imágenes médicas. Dijo que ellos “deberían preguntar: ¿Para qué es la prueba? ¿La necesito? ¿Por qué? ¿La necesito ahora?”.