‘Me liberé de una tarjeta de crédito’
Hace seis años me inicié en el maravilloso mundo de las compras con tarjetas de crédito, porque una amiga que trabajaba en la banca me sugirió que debía ir creando una historia comercial que quedara registrada en un estado de cuenta. También me convenció de que podía sacarme de apuros cuando no tuviera dinero. De hecho así fue.
Al principio todo lo pagaba con el plástico y en cada quincena. Luego sin darme cuenta me descuidé y empecé a comprar más de lo que tenía planificado según mis ingresos. Después me casé y llegaron los gastos del hogar: medicinas para los niños, vestuario, zapatos, comida, entre otros. Siempre pagaba los mínimos y parecía que no me afectaba, pero con el tiempo mi deuda iba en aumento hasta que llegó al límite.
Fue entonces cuando adquirí otra tarjeta y pasó exactamente lo mismo. Aunque jamás tuve problemas con los bancos por ser muy cumplido en los pagos, el inconveniente era que no tenía ahorros y menos una casa para mis hijos y los años habían pasado. Al leer en El Especialista una carta de una lectora sobre un caso parecido al mío decidí compartir lo que hice para liberarme de una tarjeta.
Primero la perforé para no usarla y segundo disminuí los gastos como no comer en la calle o hacer compras innecesarias con la otra tarjeta. Tampoco acepté subidas de cupo, servicios adicionales y menos hacer avances en efectivo. En dos años salí de mis deudas y me quedé con una sola tarjeta. Ahora soy yo quien tiene el control.
Armando,
Guayaquil