Abundancia: Iguanas en expansión
“Como consecuencia de la buena época y las altas temperaturas, pues también se hallan en pleno periodo de reproducción. Así observamos muchas parejitas, la hembra atenta, el macho, cauteloso...”.
Las iguanas terrestres están de fiesta! Las islas lucen verdes, al punto de que pareciera que la geología les ha cambiado de tanta vegetación. No reconozco la costa de Seymour norte, primero apacible, un mar manso como espejo, y luego los colores, muchos, al menos para los estándares de Galápagos esto es un arco iris de tonalidades.
Las plantas han florecido y muestran sus pétalos blancos o amarillos, con una que otra excepción rosadita o púrpura. No hay más que eso, ni debería haberlo. Por el aislamiento del archipiélago, son pocas las especies polinizadoras que lograron arribar, entre ellas abejas y polillas, a quienes les atraen justamente las flores amarillas y blancas, respectivamente; como consecuencia la flora de tales características tuvo mayores posibilidades de establecerse. Pero mi historia intenta ser sobre las iguanas terrestres.
Desembarco en Seymour sin prometerlas, y ni bien avanzo dos metros ya encuentro la primera, empachada de monte salado. Luego hallo un macho gigante y anaranjado, después una pareja observándose, midiendo sus pasos, en fin, iguanas en cada rincón, bajo y sobre los arbustos.
He perdido mi credibilidad ante los pasajeros o pensarán que soy muy prudente; advertí que las iguanas serían una remota posibilidad, y nos topamos con una abundante realidad. Ocurre que no tienen necesidad de esparcirse por lugares remotos y rocosos, buscando con suerte una tuna caída, debido a la prodigalidad de vegetación a lo largo de la costa.
¡Es época de exuberancia y deben aprovecharla! Entre mayo y diciembre, la situación es distinta. Las islas reciben la influencia de la corriente de Humboldt; la temperatura del mar disminuye, no hay lluvias, y las plantas, la mayoría caducifolias, pierden sus hojas y “dormitan”. Es cuando las iguanas terrestres deben contentarse con cactus llenos de espinas, que con sus uñas gruesas logran removerlas.
Para recuperar mi reputación ante los huéspedes les cuento una historia que escuché de algún otro guía. Hace años una iguana terrestre caminó durante largo trecho siempre atrás de la misma turista; la siguió a paso lento el sendero completo.
¿Sería el espíritu reencarnado del esposo? ¿Es que la mujer tenía dones sobrenaturales para comunicarse con los animales? ¿O la iguana había pasado de herbívora a carnívora y deseaba comerse a esta señora? Pues nada de eso, la pasajera llevaba puestas medias amarillas, y en época de sequía, sin muchas opciones de alimento, la iguana seguramente se ilusionó convencida de que se trataba de un par de florecitas apetecibles y jugosas.
Pues hoy las iguanas nos ignoraron. Estaban demasiado ocupadas en engullirse la isla, y como consecuencia de la buena época y las altas temperaturas, pues también se hallan en pleno periodo de reproducción. Así observamos muchas parejitas, la hembra atenta, el macho cauteloso, y de pronto, el salto, la mordida en el cuello y la cópula de lado, rápida y violenta.
Llueve, hace calor, las temperaturas del mar son elevadas, menos nutrientes; las criaturas que dependen del océano no viven su mejor momento. Sin embargo, las iguanas terrestres están en sus papayales, engordando y reproduciéndose. ¡Si es por ellas, que siga lloviendo!