Avistamientos: Colosos del mar

Por Paula Tagle
12 de Octubre de 2014

La mejor observación de agosto, y tal vez del año: un par de ballenas azules. Ocurrió el lunes 25. Gracias al color  aguamarino que se ve en la superficie del mar, cuando se sumergen, ¡fue tan fácil saber dónde iban a salir otra vez!

Agosto y septiembre han sido buenos meses para observar ballenas. Es la temporada de aguas frías, de afloramientos del sur y la corriente de Humboldt; también es el invierno antártico, así que algunas especies llegan a zonas más ecuatoriales a tener a sus crías.

En agosto 8 vimos tres ballenas tropicales entre Isabela y Fernandina; las teníamos relativamente cerca, mientras a la distancia observamos una decena de soplidos. A las 08:00 apareció una orca, la criatura desayunaba tortugas y rayas.  En la tarde del mismo día creemos haber observado una ballena de aleta. No pudimos tomar fotos, por tanto fue imposible verificar el avistamiento, pero logramos distinguir las siguientes características: sociable, se quedaba junto al barco (cuando las ballenas tropicales son bastante elusivas), cuerpo largo y delgado, gris en la parte superior  y blanco o crema debajo. Esta es la segunda especie más grande en el mundo, bastante cosmopolita.

El triste encuentro de agosto fue en Bahía Gardner, donde a mediados del mes se reportó un ballenato de jorobada muerto, junto a la playa. Se descompone lentamente; gavilanes juveniles se alimentan de la carroña. La cantidad de moscas es realmente insoportable, acortando nuestro tiempo en la playa. Imposible determinar la edad o causa de muerte (aunque los huéspedes insistan en confiarnos dotes de adivinos o médicos forenses).

La mejor observación de agosto, y tal vez del año: un par de ballenas azules. Ocurrió el lunes 25, desde muy temprano. De 06:00 a 07:00 las seguimos, entre Isabela y Fernandina, nadando erráticamente. Salían tres a cinco veces a respirar, se sumergían por diez minutos y otra vez volvían a emerger, con sus soplidos columnares gigantescos. Una de ellas era considerablemente más grande que la otra; la más pequeña tenía la aleta dorsal mordida.

Pero lo mejor llegó a mediodía, cuando volvimos a encontrarlas navegando hacia Punta Vicente Roca. El sol a 90 grados, la mar tranquila, un cielo límpido y despejado; condiciones perfectas para distinguir la más conspicua de sus características: el color aguamarino que se ve en la superficie del mar, cuando se sumergen someramente. ¡Fue tan fácil saber dónde iban a salir otra vez! Bastaba con seguir las manchitas de azul, como su nombre. Era la misma pareja de la mañana.

Las hembras son más grandes que los machos, como en toda ballena sin dientes (Mysticete). Una tendría de 20 a 22 metros de largo y la otra, de 18 a 20. Su piel moteada, grisácea, la pequeña aleta dorsal más cerca de la cola que de la cabeza, son características propias de las ballenas azules, las más grandes criaturas que alguna vez hayan habitado nuestro planeta.

El avistamiento del 2 de septiembre fue una ballena jorobada, esta vez muy viva y saludable, que pasó silenciosamente junto al barco anclado en Punta Cormorant. De cuerpo robusto y negro, con la aleta dorsal en una especie de joroba y de aletas pectorales de un tercio el largo de su cuerpo, es inconfundible. Rápidamente se alejó, junto a su ballenato.

En septiembre 8 y septiembre 22 se observaron ballenas calderones, junto a delfines nariz de botella, en las cercanías de Fernandina. En la media mañana del 22, una ballena tropical se dedicó a pescar alrededor del barco, sin inmutarse apenas.

Siete especies de cetáceos, cuatro del suborden Mysticete, (sin dientes) y tres (la orca, los delfines nariz de botella y los calderones) del suborden Odontoceti. ¡Ha sido un privilegio!

nalutagle@yahoo.com

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