Cambio climático: Cifras alarmantes
“La medición del nivel del mar a nivel regional es compleja porque los vientos empujan el agua hacia unos lugares, y la quitan de otros”.
Asisto a varias conferencias de científicos especializados en cambio climático, océanos y pesquerías, y siento que estoy ante una película de ficción. Las cifras que se manejan son aterradoras.
Martin Visbeck, de Geomar Helmholtz Centro para la Investigación Científica (Alemania), explica que el cambio climático se evidencia de maneras diferentes en distintos lugares del mundo. En los últimos cien años se ha visto un incremento promedio de 25 centímetros del nivel del mar. Sin embargo, en el Pacífico oeste ha aumentado hasta tres veces más, mientras en otros sitios la diferencia es mínima. La medición del nivel del mar a nivel regional es compleja porque los vientos empujan el agua hacia unos lugares, y la quitan de otros. En Galápagos el aumento promedio de temperatura en un siglo ha sido de 0,6 grados Celsius (cuando a nivel global ha sido de 1 grado Celsius).
La acidificación es otro problema. El océano absorbe el 40 % del dióxido de carbono de la atmósfera. Debido al exceso de CO2 nuestros mares han sufrido disminución de su pH. Esto dificulta a los invertebrados marinos construir sus esqueletos externos (conchas, caparazones, etc.) ya que el carbonato de calcio se disuelve en aguas más acídicas; es como si las criaturas del mar empezaran a sufrir de osteoporosis. La acidificación de los océanos se conoce como “el gemelo diabólico del calentamiento global”. Modelos computarizados proyectan que en la última década la acidificación ha excedido cualquier reporte histórico; se ha probado su efecto en la cadena alimenticia e incluso su impacto negativo en las pesquerías.
El aumento de las temperaturas del mar y la acidificación produce blanqueamiento de los corales, es decir, los corales expulsan las algas que los ayudan a nutrirse, lo que termina matando arrecifes enteros. Ciertas zonas se inundan, mientras otras experimentan terribles sequias.
La cantidad de plástico es igualmente espeluznante, son 6,4 billones de kilogramos que se desechan en el mar anualmente.
También existen las buenas noticias. Contamos con 49 parques marinos patrimonio de la humanidad; son las joyas de la corona que con su belleza y manejo inspiran. Muchos son ejemplos de soluciones. En los Everglades (EE.UU.) se usan buses de biocombustible para disminuir emisiones de CO2, y el sol es fuente de energía eléctrica. En el mar de Wadden, entre Alemania y Holanda, se usa energía eólica.
Galápagos es modelo de buenos proyectos. Scott Henderson, de Conservation International, una de las organizaciones promotoras del corredor marino que conecta Galápagos, Costa Rica, Panamá y ahora México, propone:
1. Catalizar el cambio, formar coaliciones para tratar uno o dos objetivos específicos.
2. Incluir los valores universales en los currículos escolares.
3. Tratar de que las soluciones de las pesquerías a nivel local vengan de los mismos pescadores, “cuidar de lo nuestro por nosotros mismos”.
Richard Knab, de Galápagos Conservancy, cree en el poder de la educación para la sostenibilidad. Que los profesores se conviertan en facilitadores, en lugar de dadores. Que los estudiantes piensen críticamente.
Para esto Galápagos Conservancy, a través de un convenio con el Mineduc, entrena a los profesores de las islas, monitoreando sus clases, haciéndolas más prácticas y motivadoras.
Estamos aún a tiempo de revertir el proceso. Pero no basta con educar, investigar y tener el conocimiento, hay que aceptar que cambio climático es una realidad presente y que la acción de cada individuo cuenta y apremia.