Pinzón de manglar: Quedan pocos
“Una oficina de la Estación Darwin fue puesta en cuarentena y convertida en el sitio de crianza, con toda la asepsia y cuidados del caso”.
El ave terrestre en mayor riesgo de extinción en las islas Galápagos es el pinzón de manglar, del que queda una población de sesenta a ochenta individuos. Esta especie tiene una gran particularidad: Habita en la copa de los mangles negros, de hasta 20 metros de altura, y se alimenta en bosques de mangle rojo, en zonas protegidas de la marea, con abundancia de insectos entre la hojarasca.
Actualmente solo dos lugares de Galápagos cumplen con estas características: playa Tortuga negra y Caleta black, ambas en la costa oeste de Isabela, sumando un área de 32 hectáreas y donde históricamente han existido ratas y gatos salvajes. Hoy estos no representan más un problema gracias a que sus poblaciones han sido controladas por el Parque Nacional Galápagos.
La amenaza actual, terrible y difícil de erradicar, es la mosca Philornis downsi, que a partir de los 90 anida en Galápagos poniendo en peligro a casi la totalidad de sus aves terrestres. La mosca deposita sus larvas en los orificios nasales de los polluelos, que de allí avanzan ingiriendo su carne desde adentro.
Se intentaron varios métodos para salvar al pinzón de manglar, cuya población ha sido monitoreada ininterrumpidamente desde el 2007. El año pasado se decidió probar con incubación y crianza en cautiverio. Se recolectaron varios huevos de pinzón de manglar, en su lugar natal, para transportarlos ochenta millas (en helicóptero) hasta la Estación Científica Charles Darwin. Durante 3 viajes de reclutamiento se logró rescatar 21 huevos, 17 fértiles, de los que 15 eclosionaron.
Una oficina de la Estación Darwin fue puesta en cuarentena y convertida en el sitio de crianza, con toda la asepsia y cuidados del caso. Los huevos se incubaron por aproximadamente 12 días, que es el promedio en la naturaleza y los pichones alcanzaron la adultez en 22 días.
Se los alimentaba con pinzas, cada hora, de 6 de la mañana hasta las 8 de la noche, y con una dieta que variaba según la edad (desde grillos, polillas, avispas, huevos revueltos, incluso papaya).
A medida que iban creciendo los pinzones se hacían más inquisitivos, así que se les daba papel de toalla para que jugaran y probaran sus destrezas; nada natural para evitar riesgos de contagio. Una vez adultos, se los transportó a su hogar en cajas cubiertas con tela metálica, evitando que se infectaran de gripe aviar, una enfermedad transmitida por mosquitos que se encuentra en la isla Santa Cruz, pero que aún no llega a Isabela.
Se construyó un aviario en su lugar natal, con malla transparente, para la etapa de transición. En un par de días se permitió que los pinzones salieran del aviario aunque podían regresar por comida, hasta que se adaptaran a su medio ambiente natural.
Los quince pinzones liberados se marcaron con un sistema de rastreo. Siete de ellos lo perdieron, por lo que no sabemos si todavía sobreviven en libertad, mientras que los otros ocho aún se encuentran en la isla. El 2014 nacieron solo seis polluelos en condiciones normales, es decir, hay un total de al menos 14 pinzones del año pasado que son la esperanza para el resurgimiento de esta población.
A mediados de febrero de este año, los científicos de la Estación Darwin, junto con funcionarios del Parque Nacional Galápagos, con la asistencia técnica de expertos en crianza del Zoológico de San Diego (EE.UU.) como Beau Parks, se preparan para iniciar una vez más la recolección de huevos de pinzón de manglar. Les deseamos todo el éxito del mundo.