Cascadas de La Maná

30 de Septiembre de 2012
  • La cuarta cascada tiene más de 80 metros de altura. Notar el tamaño de los bañistas abajo.
  • La población de Valencia es famosa por el hornado.
Texto y fotos: Moisés Pinchevsky

Son siete y les dicen las Chorreras del Zapanal. Este destino natural de la provincia de Cotopaxi exhibe belleza de sobra. Solo se requiere brindar mayores facilidades para el turista.

La cuarta cascada del cerro La Olivita parece leche derramándose por una rocosa pared de 90 metros de altura.

Es como si un inmenso tanque de blanquísimo “jugo de vaca” hubiera explotado súbitamente allá arriba en la montaña para verter su contenido más puro, formando un sendero líquido de agradable estruendo mientras se precipita en caída libre hacia un espejo de agua que –por transparente– no hereda el tono lechoso de la fuente.

La altura impacta. Por algo la llaman la “Cascada de la muerte”. Sin embargo, aquí se respira vida.

Se necesita mejor señalización

La ruta hacia las cascadas de La Maná (provincia de Cotopaxi) comenzó en Quevedo (provincia de Los Ríos), desde donde partimos por una autopista muy frecuentada por los habitantes locales interesados en distraerse en los balnearios fluviales y complejos de piscinas que se asoman en los alrededores.

También para aquellos que buscan degustar un plato de hornado en los comedores instalados junto al parque principal de la cercana población de Valencia, punto que bien puede servir de estación gastronómica.

Desde Quevedo son unos 40 minutos de viaje hasta depositarnos (poco antes de La Maná) en un desvío a la derecha, señalizado con un letrero que anuncia el ingreso al sector de las cascadas, invitándonos a penetrar en una vía lastrada de regular condición.

A pesar de que ese letrero aumenta la expectativa por llegar, el vehículo aún debe avanzar unos 40 minutos más por ese camino secundario para cubrir cerca de 14 kilómetros hasta llegar al sector de La Envidia, pasando por plantaciones de plátano, pequeños ranchos agrícolas, el recinto Libertad y una estación hidroeléctrica.

Cualquiera de esos lugares es apropiado para confirmar que se transita en la vía correcta, porque ese camino lastrado presenta algunas bifurcaciones que pueden hacernos extraviar si no vamos con alguien que conozca el trayecto. Otra opción es contratar un taxi desde La Maná o Quevedo.

Un estrecho puente de metal anuncia que estamos próximos a llegar a un rústico parqueadero junto a un riachuelo, donde se deja el vehículo con guardianía ($ 2 por carro) y se comienza la caminata.

El guardián alerta que no hay guías en este paseo, pero que “no puede perderse, la primera cascada está aquí cerquita”, nos indica. En efecto, el sendero tarda 5 minutos en depositarnos en la primera caída de agua, de unos 10 metros de altura. La laguna formada por el chorro invita a una joven familia a lanzarse con ropa al chapuzón, para alertar también que se trata de una remojada fría, pero revitalizante.

El sendero lleva cuatro minutos después hacia otra cascada de similar tamaño, que invita a esa misma familia a un segundo chapuzón, actitud que repiten en la tercera y cuarta caídas de agua, también a corta distancia, pero cuyo acceso demanda ascensos que pueden volverse un poco complicados.

Desde el parqueadero, tardamos como quince minutos en llegar a la cuarta chorrera, que luce como leche derramándose como 90 metros en la montaña. Tal metáfora visual alerta sobre la riqueza turística de esta zona natural que, por falta de guías y señalización, no me atrevo a seguir explorando dentro de la montaña por temor a extraviarme.

El guardián me indica después que los propietarios de la zona ya están aliándose para formar una asociación para atender al visitante, la cual ya ha recibido capacitaciones del Ministerio de Turismo. También que la Universidad Técnica de Quevedo los ha apoyado instalándoles letreros en cada cascada.

Estos son los primeros pasos para construir un destino que aproveche la gran belleza de esta zona.

 

Caído del cielo

La Maná es uno de los siete cantones de la provincia de Cotopaxi, ubicado a una altitud de 800 metros sobre el nivel del mar.

Posee una variedad gastronómica que es producto de su localización entre las regiones Costa y Sierra. Allí se puede saborear desde un plato de hornado, hasta un corviche manaba, pasando por un encebollado de pescado, una humita y un arroz con menestra y carne.

Su nombre viene de la mención bíblica sobre la caída del maná del cielo para alimentar al pueblo hebreo en el desierto. Su actividad agrícola produce maíz, yuca, cacao, café, plátano y soya, entre otros cultivos.

La región fue un bastión para la extracción de oro.

Otro punto turístico visitado en La Maná es la llamada Cueva de los Murciélagos, zona natural ubicada a unos quince minutos en la vía a Latacunga. Esta caverna natural aloja estos mamíferos voladores, aunque muchos turistas prefieren quedarse en la pequeña cascada al ingreso a este punto de atractivo natural.

Informes: Danny Zambrano, jefe del departamento de Cultura del Municipio de La Maná, quien puede referir guías que acompañen a los turistas: (08) 154-5920.

 

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