Con cincuenta dólares diarios: Río arriba por el Yangtzé

19 de Mayo de 2013
  • El Yangtzé es el río más largo de China y Asia y el tercero del mundo.
  • Monumento a la Matanza de Nanjing.
  • Un panda en el zoológico de Chongqing.
  • La avenida principal de Badong, China.
  • Estatuas del templo budista Guiyuan en Wuhan.
The New York Times

Mientras el Hai Nei Guan Guang hacía sonar su ensordecedora sirena y entraba en el puerto de Fengjie en el río Yangtzé, yo exultaba confianza. Dos días antes, había abordado nerviosamente un barco de pasajeros rutinario similar en otro tramo del Yangtzé, sin saber lo que me esperaba. Pero ahora conocía la rutina. Diría san-deng (tercera clase), entregaría algo de efectivo, recibiría un papelito manuscrito con mi número de camarote, pasaría por los pasajeros acomodados en el piso y me acomodaría en cualquier dura litera que quedara libre en una habitación de pasajeros chinos que comían fideos instantáneos.

Bastante pronto, el barco llegaría a mi destino, en este caso, unas 24 horas después en la megaciudad de Chongqing. Desde la cubierta miraba a través de una ubicua niebla las nuevas ciudades del río Yangtzé, resultado del proyecto de la presa de las Tres Gargantas, completado en el 2006. Era un ignorante, desventurado y ocasionalmente tonto turista de primera clase en la nación más poblada del mundo, y una de las más misteriosas para los occidentales.

He aquí la atemorizante misión: un viaje de 10 días río arriba por el Yangtzé, tomando trenes y barcos, por 50 dólares diarios, los suficientes para pagar comidas, hoteles de clase inferior y transporte público, pero no suficientes para los tours y cruceros organizados que los viajeros comúnmente toman a través de esta parte del país.

A lo largo del camino, aprendí algunas lecciones clave que ayudarán a los viajeros a evitar mis errores. Sin embargo, no se preocupen, cometerán muchos propios.

Inolvidable

Prepararse para un viaje a través de China, especialmente planear cualquier cosa fuera de las ciudades importantes como Shanghái y Nanjing, es diferente a planear un viaje a cualquier otro lugar. Las fuentes comunes –guías, búsquedas por internet, sitios de reseñas de usuarios– no ofrecen la información que uno necesita o están en chino. Comparado con el sureste asiático, China no ha sido invadida, y por tanto bien documentada, por viajeros independientes.

Entonces, ¿qué debería hacer? Primero, aprenda a usar el traductor de Google. Funciona y es barato de usar, aun cuando tenga que encender el roaming internacional. Segundo, consiga un libro de frases en el cual las más claves estén escritas en grandes caracteres chinos. Tercero, aprenda a contar del uno al 10 con (mayormente) una mano como hacen los chinos; así es como le informarán los precios.

Cuarto, familiarícese con las páginas en inglés de Elong.com y Ctrip.com, las agencias de viajes en línea basadas en China, donde se encuentran interminables listados en inglés de hoteles chinos baratos. En promedio pagué $ 20 por noche.

Confíe en los residentes locales

Cuando viajo a países distantes, tiendo a guardar mis posesiones de manera maniática. Pero todos me dijeron que la delincuencia no tenía cabida en China, y para cuando llegué a Fengjie (donde estaría abordando el Hai Nei Gun Guang 2), estaba muy confiando en eso.

Así que cuando una tendera al lado del puerto me ofreció vigilar mi maleta por 5 renminbis (78 centavos de dólar a 6,1 renminbis por dólar), pensé, por qué no, y me fui a explorar la localidad ondulante libre de carga. Pero tuve que regresar porque ella cerraba a las 6 de la tarde, y el barco no zarparía hasta las 4 de la mañana. “¿Dónde puedo esperar?”, tecleé en Google Translate.

Ella me condujo a una pensión barata operada por una familia con paredes que se desmoronaban y baños sucios, pero también habitaciones con frescas sábanas blancas, un internet que funcionaba y un televisor con unos 100 canales de cable, costaba 30 renminbis y era perfecta. Dejé mis bolsos, incluida la computadora, y continué explorando Fengjie de noche.

No escatime en el viaje fluvial

Un viaje río arriba por el Yangtzé, desde Shanghái hasta Chongqing y a través de la asombrosa Tres Gargantas, puede hacerse de varias maneras, incluidos cruceros de lujo de una semana por hasta $ 1.500. Elegí la versión austera, tomando trenes en parte y luego usando los frecuentes, atestados y sucios barcos de pasajeros de los que había leído en una guía y en relatos en línea. ¿El problema? Tenían razón sobre las condiciones de los barcos, pero no la frecuencia.

No había ninguno entre Wuhan y Yichang, por lo que puedo decir; tomé un tren nocturno hacia Yichang. Mas río arriba, la única opción diurna no de crucero para mi viaje de Badong a Fengjie (al menos en febrero) resultó ser el más rápido y más caro hidrodeslizador (145 renminbis).

Gracias a mi política de no usar cruceros, me perdí la oportunidad de ver la presa de las Tres Gargantas, así como muchas de las imágenes destacadas de estas. Alcancé a contemplar la fortaleza Shibaozhai del siglo XVII, pero incluso esa vista fue solo porque un considerado pasajero me sacó de mi camarote para alertarme.

Coma con abandono

Para quienes no comen cerdo, no toleran el gluten o a quienes les asusta la comida callejera, este viaje pudiera ser un desafío. Afortunadamente, mi única restricción –los precios altos– no representó un problema. Treinta renminbis por una comida fue una rara extravagancia, y comí tantos deliciosos bollos rellenos y tazones de fideos que en ocasiones quería llevarme a los vendedores a casa.

Después de llegar a la gigantesca estación de trenes en Wuhan, me estaba muriendo de hambre, pero no veía más opciones que cadenas de comida rápida como McDonald’s. Sin embargo, a mi alrededor, los pasajeros comían fideos instantáneos en tazones desechables.

Investigando, encontré una tienda de conveniencia surtida con los mismos tazones en variedades al parecer infinitas (y, para mí, incomprensibles), y compré uno por 5 renminbis. El resultado fue una comida sorprendentemente satisfactoria (aunque muy picante) que comí al lado de todos los demás. También me sentí, aunque fugazmente, como que encajaba.

Explore lo viejo y lo nuevo

No se puede perder la nueva China de la que todos hemos leído: masas urbanizadoras que trabajan en fábricas de bajo costo y viven en elevados e insípidos edificios de departamentos. Incluso el smog –más constante en invierno– que oscurecía los contornos de todas las ciudades que visité no podían ocultarla. Por otra parte, hay arte contemporáneo que puede disfrutarse en galerías de Shanghái medio ocultas y un tren de alta velocidad que corre de Shanghái a Nanjing y hasta Wuhan que es demasiado conveniente para evitarlo, aun cuando afecte al presupuesto. (Pagué 134,5 renminbis hasta Nanjing y 168 hasta Wuhan.)

Si uno viaja por su cuenta, lo que requiere esfuerzo es buscar a la antigua China. Están las Tres Gargantas y el fascinante Monumento a la Matanza de Nanjing, un rico tributo a quienes murieron en la cruel invasión japonesa de 1937 de la entonces capital. En Wuhan está el templo budista Guiyan Chansi y sus 500 arhats del siglo XIX, estatuas pintadas de dorado de discípulos budistas con 500 expresiones, desde la sabiduría hasta la malicia, de la sonrisa, la preocupación.

Pero en ocasiones vale la pena ahondar más profundamente. Cuando el hijo  del empleado de un hotel que hablaba inglés sugirió que tomara un taxi para salir de la ciudad para visitar una cueva “famosa” de la que yo no había oído hablar, aproveché la oportunidad, aun cuando costó 80 renminbi ($ 13) del taxi y 90 ($ 14,65) por la entrada al parque.

Lo que encontré fue el Parque Forestal Bashan, que estaba sacado directamente de algún pasado chino místico, un sendero de piedras conducía a la entrada de una caverna, donde el mismo hombre al que le había pagado mi boleto –de hecho, el único otro humano que vi en el parque– apareció de nuevo, conduciéndome a un desvencijado bote de madera, el cual impulsó, al estilo de un gondolero, a través de pasajes subterráneos iluminados con linternas eléctricas y luces estilo Navidad.

La generosidad

Para el momento del costoso viaje por la cueva, estaba ya muy por encima de mi presupuesto. Decidí buscar un anfitrión de Couchsurfing.org para una estadía gratuita en Chongqing, el punto final de mi recorrido. Para los viajeros varones, solitarios y cuarentones como yo, el buscar alojamiento puede ser una lotería. Pero los anfitriones de Chongqing fueron los más ansiosos que hubiera conocido jamás: recibí tres ofertas de alojamiento y varias otras invitaciones.

Elegí quedarme con alguien más cercano a mi edad, Yang-Yang, una mujer de 35 años de edad que vivía con su madre y su hija cerca del zoológico de Chongqing (famoso por sus pandas). La generosidad de su familia fue conmovedora. Insistió en que yo la despertara por teléfono cuando mi barco atracara en Chongqing a las 5 de la mañana para que ella pudiera darle instrucciones al taxista sobre cómo llegar a su prolijo departamento. Su madre me ofreció el desayuno (huevos pasados por agua servidos en un caldo azucarado).

Chongqing es descrito a menudo como desalmada y atemorizadoramente inmensa, pero instantáneamente me encantó debido a sus abundantes plazas abiertas y áreas peatonales con personas por todas partes: apresurándose, paseando, comiendo,  besuqueándose, practicando taichi. Esa noche, Yang-Yang me llevó a conocer a sus “hermanas” (amigas cercanas) y sus familias durante una cena en un exclusivo restaurante que incluso ella no podía permitirse pagar, el elegante restaurante del Hotel DLT de Chongqing.

Un atento y excesivamente servicial personal colocó platillos interminables –delicados bollos rellenos, pollo empanizado con ajonjolí, sopa de mariscos, okra crujiente, más de 20 en total– en una charola giratoria mecanizada. Fue lujoso, abundante y absolutamente gratis; el esposo de una de las amigas de Yang-Yang era el gerente general asistente, y fue cortesía de su parte. La ostensible ocasión era el próximo Año Nuevo Chino. Pero lo sentí como mi ceremonia de graduación del entrenamiento en el uso de barcos en China.

  Deja tu comentario