Con el gran señor
Perú se destaca por sus tesoros arqueológicos del Cuzco, como Machu Picchu, pero más al norte, en Chiclayo, encontramos otros vestigios asombrosos.
Me imagino que los seres más allegados al llamado Señor de Sipán debían haberse preocupado mucho por cada enfermedad, dolencia, quebranto, dolor, molestia, cólico, ardor, estornudo o tosecita que pudiera presentar ese mandatario que vivió hace unos 1.700 años.
La razón es clara: en esos tiempos sin avances médicos modernos, cualquier malestar podía derivar en la muerte de este gobernante (hasta un dolor de muela), lo cual significaba el sacrificio inmediato de sus familiares cercanos y colaboradores, quienes eran enterrados en la misma tumba para acompañarlo en la otra vida.
Por eso al asomarme a la recreación del sepulcro principal exhibido en el Museo Tumbas Reales de Sipán, en Chiclayo, observo que el mandatario había sido enterrado con ocho personas más: tres mujeres jóvenes (esposa y dos amantes), dos hombres, un niño, un soldado guardián y un vigía. Además de un perro (aplausos a tal fidelidad obligada) y dos llamas.
Este museo marca la pauta de la arqueología en el norte de Perú. “Casi todos los investigadores están entendiendo que hay un antes y un después de Sipán; es uno de los pocos museos de Perú que se originan de un trabajo de investigación arqueológica continua”, indica Walter Alva, principal investigador e impulsor de este centro cultural que, abierto hace doce años, hoy recibe 180 mil visitantes por año. “Es uno de los museos más importantes de Perú y de Latinoamérica”, agrega sobre este edificio que sorprende desde su singular infraestructura, marcada por una larga rampa que al ingresar eleva al visitante al primer piso alto, tal como funcionaban las pirámides truncas (llamadas huacas) construidas en esos tiempos.
Alva y su equipo de arqueólogos llegaron al sitio con su descubrimiento en 1987, con lo cual pudieron detener el saqueo de piezas históricas que ya había comenzado en la zona. Esta actividad ilegal, llamada huaquerismo, motivaba a los pobladores a perforar hoyos buscando vestigios antiguos, lo cual ha dejado en la zona infinidad de campos perforados como queso gruyere. “Son como paisajes lunares”, comenta el guía que nos acompaña al grupo de periodistas ecuatorianos que fuimos invitados por la Embajada de Perú en Quito, para conocer este destino de interés turístico y arqueológico.
El huaquerismo era el proveedor de un mercado negro de tesoros antiguos que eran demandados por traficantes, personas acaudaladas y extranjeros. Pero lo que se inició como un simple trabajo de protección al patrimonio, ahora luce como el museo más importante de la zona al norte de Lima.
El ‘rey’ del valle
El Señor de Sipán era el gobernante del valle de Lambayeque, que se extendía dentro del territorio de la cultura Mochica o Moche.
Tal civilización floreció entre los siglos I y VI de nuestra era a lo largo de unos 700 kilómetros de longitud costera, desde la actual Piura, por el norte, hasta el valle de Huarmey, al sur.
A diferencia del gran imperio inca, que llegó a la zona siglos después, el territorio mochica estaba regido por pequeños señoríos asentados en los valles para funcionar como unidades político-sociales totalmente independientes.
“Eran como ciudades-estado (...). Es una lástima que estas hermosas piezas encontradas no puedan hablar de esos tiempos”, comenta Alva sobre la riqueza patrimonial exhibida en este centro cultural que recrea los escenarios en que vivieron esos antiguos pobladores dedicados a la agricultura (vencieron el desierto gracias a la irrigación artificial a base de surcos excavados), la metalurgia, el comercio, la textilería y la pesca.
Las vitrinas muestran los diversos objetos hallados en aquellas tumbas que fueron descubiertas intactas. Allí está el gran valor de este hallazgo que suma ya 28 años, ya que tal como si fuera un símil del Tutankamón egipcio, los investigadores encontraron los objetos y osamentas tal y como fueron sepultados hace 1.700 años, logrando captar una fotografía escénica de esos tiempos en que la cerámica cobró un papel importante. “Divinidades, hombres, animales, plantas y complejas escenas fueron representadas por sus artistas bajo la forma de imágenes escultóricas o vasijas decoradas a pincel”, indica Alva, aún director del museo.
Sin embargo, la orfebrería también llama maravillosamente la atención a través de narigueras, orejeras, collares, coronas, pectorales y demás ornamentaciones elaboradas mayormente en cobre, plata y oro, las cuales fueron halladas en malas condiciones debido al óxido y el tiempo, pero que hoy lucen reconstruidas gracias al trabajo de expertos entrenados en Alemania.
Ruta de Moche
El Museo de las Tumbas Reales de Sipán puede ser el atractivo principal de la denominada Ruta de Moche, que abarca sitios arqueológicos de Chiclayo y Trujillo. En Chiclayo también tenemos el Museo Nacional Sicán, principalmente dedicado a la cultura Lambayeque o Sicán, que se desarrolló en la región entre los años 700 y 1300 aproximadamente, antes de caer bajo el dominio de la cultura Chimú, que fue derrotada por los incas en el siglo XV. En Trujillo tenemos el museo y huacas de la Señora de Cao, cuyo descubrimiento parece mostrar un señorío gobernado por una mujer. Antes se pensaba que solo los hombres habían ejercido altos cargos en el antiguo Perú. La ciudad chimú de Chan Chan complementa este escenario de señoríos en la zona. Es la ciudad precolombina de adobe más grande de América Latina.
De regreso al ataúd principal
Alrededor de 400 de estos objetos preciosos fueron encontrados en el sepulcro del Señor de Sipán, cuya muy elaborada representación evoca la importancia de este hombre de 1,67 metros de altura, quien portaba una corona de oro como símbolo de su poder.
Esta sepultura, punto clave de la visita a este museo, está enclavada al fondo de una fosa de unos 8 metros de profundidad donde puede verse la ubicación del señor principal, y en los alrededores, a sus resignados acompañantes, quienes se presume recibían tremendo encargo con una carga de orgullo y miedo.
Algo similar se observa en el cercano enterramiento del Sacerdote, cuyo ataúd estaba rodeado de cinco acompañantes: dos mujeres, un hombre, un niño (con un perro) y el guardián.
Otro mausoleo importante es del llamado Antiguo Señor de Sipán, quien fue acomodado junto a los cuerpos de una mujer de unos 16 años y de una llama como únicos sacrificados para caminar en la otra vida junto a ese líder que, según análisis de ADN, era un ancestro directo del Señor de Sipán.
El paseo concluye con una representación en tamaño real de la Casa Real del Señor de Sipán, con 35 personajes que rodean a este gobernante que parece darnos la despedida final en esta ruta de historia latinoamericana.
Seguramente algunos de ellos lo acompañaron en el viaje final, dejando sus cuerpos recostados en aquella sepultura que representa orgullo e identidad. Esa sensación queda impregnada en nosotros, los visitantes, al momento de contemplar tales hallazgos que, después de dos horas de visita, ya nos resultan realmente familiares. Pero más vale no acercarse tanto, ya que los más allegados terminaban siempre dentro de aquel sepulcro final. (I)