Historias de Marruecos, una ciudad mágica
Ubicada en el extremo norte de Marruecos, Tánger es un lugar que ha fascinado a artistas. Ahora apuesta por un serio desarrollo.
Tánger siempre me pareció fascinante. Desde la primera vez que leí sobre esta enigmática ciudad marroquí, se convirtió en uno de aquellos lugares que tenía que conocer alguna vez. Mezcla de cultura árabe y beduina, sumados a un trasfondo de arquitectura europea, es uno de aquellos pocos lugares del mundo donde convergen y se entremezclan no solo dos continentes, sino dos culturas, dos religiones, dos formas opuestas de concebir la vida.
Esta misteriosa ciudad fue la inspiración detrás de la clásica película Casablanca y también fue escenario de la última entrega de la saga de Jason Bourne. Pero de todas estas apariciones en producciones de Hollywood, fue cuando vi a Tánger aparecer majestuosa en Spectre –la más reciente película de James Bond– que decidí que era hora de ir a conocerla.
“Ten cuidado al ir allá, es muy peligroso”, me advertían debido a los ataques de terrorismo que recientemente han sacudido al norte de África. Gracias a la eficiente labor de las autoridades locales, hasta ahora Marruecos es el único país de esa región que se ha librado de dichos actos. El peligro existe en todos lados y lo que queda es estar informado.
Arribo
Llegué a Tánger sin saber qué esperar. No había hecho demasiada investigación, así que más allá de lo visto en películas no tenía una idea clara de cómo sería la ciudad. Pero mi sorpresa sería mayúscula.
Desde el aeropuerto mismo, Tánger sorprende y desbarata cualquier preconcepción. El grado de modernidad y cuidado que se evidencia en el camino hacia el centro es algo que nunca hubiera esperado del norte de África. “El rey actual tiene ambiciosos planes de convertir a Tánger en una zona de enorme desarrollo hotelero, portuario, manufacturero, etc.”, me contaba Hafez, un amigo local mientras conversábamos en el Grand Café Central, la legendaria cafetería ubicada en el centro de la Madinah, la zona amurallada que antaño cercaba y protegía a la ciudad.
Ciudad internacional
Debido a su estratégica ubicación, Tánger fue administrada bajo un estatus especial por 30 años. A inicios del siglo XX, cuando las potencias europeas estaban enfrascadas en su lucha por controlar al mundo, esta ciudad se convirtió en un inusual ejemplo de cooperación entre imperios.
Así, en 1923 Francia, España e Inglaterra declararon a Tánger como “ciudad internacional” a ser administrada en conjunto entre estas tres naciones. Más tarde, con el proceso de descolonización que se dio por toda África, perdió esta clasificación y en 1956 pasó a ser una parte íntegra del recién formado Reino de Marruecos. “Para 2020, nuestro rey espera que Tánger vuelva a ser una ciudad internacional, pero esta vez no con propósitos colonialistas, sino como una zona franca”, seguía narrando Hafez mientras se escuchaban en el fondo los llamados a la oración que emanaban de las mezquitas.
“Quiere que vengan capitales extranjeros a invertir y producir aquí para el mercado mundial. Para ello están haciendo tanta inversión en hoteles, carreteras, puertos, y más”.
No dejaba de sorprenderme el grado de progresismo que mostraba la monarquía local. A pesar de tener una larga tradición de gobierno conservador y cerrado, el joven rey actual ha sabido poner énfasis en mejorar la calidad de vida de la población local.
Para ello se ha identificado la inversión extranjera como una de las claves y los inversionistas extranjeros han tomado nota. Gracias a las inversiones y la apertura del Gobierno, aquí se instaló la fábrica más grande de autos de África, así como infinidad de cadenas hoteleras internacionales.
Y lo mejor está aún por venir, pues cuando se implemente completamente la zona franca, el arribo de inversiones en manufactura y servicios se espera que sea de millardos de euros. Con esta muestra del nivel de progreso que pueden devenir de una cooperación entre el Gobierno y los inversionistas locales y extranjeros, no dejaba de admirar lo que narraba mi buen amigo.
La ‘cultura del café’
Mientras Hafez continuaba narrando con entusiasmo sobre el progreso de su nación, tuve que cambiarle el tema con una pregunta que me daba vueltas en la cabeza desde que nos sentamos: “Oye, Hafez, ¿por qué no hay ni una mujer en esta cafetería? Solo hay tres gringas por ese lado, pero de las locales no hay ni una sola”.
La respuesta de Hafez me introdujo a uno de los aspectos más notorios de Marruecos y del mundo árabe en general: la ‘cultura del café’. Si bien ese país se precia de ser una nación musulmana progresista donde los hombres y mujeres gozan de igualdad de condiciones, en esencia esta sigue siendo una sociedad masculina, donde los hombres ocupan la mayoría de puestos de Gobierno, negocios, comercio.
Y este sesgo de género se manifiesta de manera notoria en las cafeterías o “cafés” como se les dice localmente. Dada la estricta prohibición local de vender alcohol, el lugar que les queda a los hombres para reunirse es la cafetería, donde se juntan en grandes grupos y pasan horas cada día manteniendo ruidosas y efusivas conversaciones, mientras sorben lentamente té de menta y fuman sin parar.
Esto ha convertido a la cafetería en una pieza clave de la cultura local, donde se hacen negocios, donde se chismea y donde se discute en un ambiente enteramente masculino. Pero, lamentablemente, es en lugares como este donde también se desarrollan actividades muchos menos nobles.
Recientemente, las autoridades marroquíes informaron de haber desbaratado un plan para atacar la zona turística de Marrakech, una ciudad en el centro de Marruecos y los cuasi-perpetradores fueron capturados justamente... en una cafetería.
Este peligro ha puesto muy nerviosos tanto a las autoridades como a los ciudadanos que son conscientes de ese riego que pende sobre ellos, peligroso como espada afilada. Como respuesta, el ejército y la policía patrullan de forma intensa las zonas turísticas, portuarias, y su presencia se hace sentir en cada esquina.
Afortunadamente, esto no limita de forma alguna la vida en Tánger, una ciudad que sin dejarse amilanar combina impecablemente su milenaria historia, arquitectura y costumbres con las más modernas inversiones en infraestructura y con los más progresistas planes de incorporar la ciudad a la economía mundial.
Despedida
Mientras me despedía de mi amigo Hafez, recordaba cuántas veces me advirtieron que tuviera cuidado antes de venir. Me decían que Tánger es una ciudad peligrosa, donde el riesgo de terrorismo es inminente y hay que estar vigilante a cada paso. Sin embargo, lo que encontré fue muy diferente: una ciudad progresista, con serios problemas y amenazas que afrontar, pero que sin miedo invierte y construye mirando al futuro, mientras mantiene un pie firmemente anclado en su orgulloso pasado. (I)